Es uno de esos resarcimientos perfectos que a veces ofrece la historia ver la obra de León Ferrari en el Moma, en la muestra Tangled Alphabets, (alfabetos enmarañados), junto con la artista brasilera Mira Schendel –1919-1988-, a quién supo tratar durante su exilio en Brasil. Esta es la primera muestra de Ferrari en el emblemático Museo de Arte Moderno de Nueva York, aunque la institución ya había comprado tres de sus dibujos de grandes dimensiones años antes del escándalo que desató su censurada retrospectiva de Recoleta, en 2004. La muestra está a cargo del curador venezolano Luis Pérez-Oramas, en colaboración con Geaninne Guimaraes, y es la principal de la agenda de exposiciones temporarias. El artista faltó a la inauguración pero se encuentran en esta ciudad cuatro de sus nietos. "Tangled alphabets" le llega a Ferrari después del León de oro obtenido en la 52 Bienale de Venecia, en 2007, y de que varias de las instituciones centrales del arte contemporáneo compraran obras suyas.
A diferencia del premio veneciano, Ferrari no le dedica esta muestra al cardenal Jorge Bergoglio, quien encabezó la protesta católica en 2004. Antes de la inauguración, el 5 de abril, Ferrari le confió a Clarín: "Es que a Monseñor Bergoglio le voy a dedicar una obra en la que estoy trabajando. Se trata de una fotografía suya a gran escala, intervenida con una de esas chucherías chinas a pilas con las que trabajo en los últimos tiempos".
La muestra comprende la obra de los años 60 en adelante y a lo largo del exilio de Ferrari, es decir, el período de su radicalización estética. Incluye sus extraordinarias caligrafías o "cuadros escritos", como le gusta llamarlos, en los que el dibujo enmarañado no articula ni dice, mientras que la secuencia rítmica de los trazos sugiere un texto o una narración. En algunos de ellos (la mayoría no lleva título, a excepción de las "Cartas a un general"), el trazo recuerda el alfabeto árabe pero otras veces tiende al ideograma. Todos ellos componen un elogio del garabato que sugiere las primeras letras del niño no alfabetizado, pero también un delirio paranoico -con su recurrencia de mayúsculas y capitulares desquiciadas- escrito por un calígrafo demente o bajo el efecto de psicotrópicos.
Schendel, en cambio, no trabaja tanto con la musicalidad del trazo en la página-tela, sino con el sentido de las letras aisladas en el espacio en blanco, siempre dentro del alfabeto romano. Las coincidencias entre ambos artistas, que al principio suenan algo forzadas -lo que parece sugerir que hacen falta dos sudamericanos para hacer un artista-, se aprecian con el correr de la exposición como las variadas respuestas locales a la apropiación de los preceptos modernistas europeos.
Se expone también un breve conjunto de obras en alambre de acero, como Torre de Babel, del 64, adquirida hace poco por la Tate Modern de Londres, y Hombre, etéreas estructuras de acero inoxidable del grosor de agujas. También Manos, con alambre de cobre y acero inoxidable y tinta. Es todo un detalle evocar que Ferrari, ingeniero industrial, se ganaba la vida con un taller en su casa de Castelar, dedicado a la preparación de óxidos de tungsteno, tantalio y niobio (y él recita estos metales como si se tratara de conjuros en latín), empleados para la fabricación de metal duro para fresadoras. De hecho, en ese taller que abandó a las corridas en 1976 quedaron otras dos obras en alambre de unos dos metros de alzada, pertenecientes a la serie expuesta hoy en Nueva York, que él presume fueron tiradas a la basura.
Se exhiben también algunas obras satíricas anticlericales, como las Relecturas de la Biblia, collage de pornografía oriental con recortes de ángeles renacentistas que no vienen a anunciar el embarazo milagroso sino más bien la lujuria. Y su célebre Juicio final, reproducción del fresco de Miguel Angel en la Sixtina –"pintada" por los disparos de guano de una docena de palomas. La ubicación lateral de esta obra y la ausencia de La civilización occidental y cristiana, el Jesús crucificado en un avión bopmbardero, sus dos obras más combativas, hacen que la muestra resulte algo estetizada y distante, "congelada" por la sacralidad de ese otro templo que es el Moma.
Ferrari conoció a Mira Schendel en Brasil en ocasión de una muestra colectiva de 1979, en la que una veintena de artistas se reunieron bajo el dogma común de jerarquizar la fotocopia con el rango de grabado. "Recuerdo que la tarde en que conversamos, Mira me dijo que la máquina fotocopiadora no iba a conseguir dominarla, algo semejante a lo que hoy se diría de la tecnología digital". La consigna autoimpuesta se encuadraba en los preceptos del modernismo; de hecho, cada fotocopia estaba numerada y autografiada. Ferrari llevaba algunos años explorando ese soporte, el epítome de la reproducción mecánica. Al final de la muestra él intercambió sus obras con ella, de manera que hoy tiene las tres fotocopias intervenidas de Schendel, no exhibidas en la muestra del Moma.
La curadoría de Luis Pérez Oramas es apoyada por Estrellita Brodsky, una muy activa promotora de las artes visuales latinoamericanas en los Estados Unidos y benefactora en el Moma. De hecho, Brodsky está en tratativas con el Museo de Arte de Harvard para que la universidad comience con sus adquisiciones de arte latinoamericano. Los alfabetos enmarañados fueron elucidados en una serie de conferencias de la crítica argentina Andrea Giunta. La muestra continua hasta el 15 de junio.
León Ferrari (Buenos Aires, 1920—2013). Cursó estudios en Italia durante la década del 50. Hace dibujo y grafismos desde 1962, escultura desde 1955 y collage y objetos desde 1964. Participó en las muestras colectivas: “Di Tella 1965”, “Tucumán Arde” 1968, Bienal de La Habana 1986 y l994, “Veinte Años” 1996, “Re-aligning vision” 1997, “Identidad” 1998, “Cantos Paralelos” y “Global Conceptualism: Points of Origin” 1999, “Heterotopías” Reina Sofia 2000. Vivió en Brasil entre 1976 y 1991. Publicó varios libros, entre los que se destaca “La Bondadosa Crueldad”: poesías y collages. Participó en congresos en el país y en el exterior. Recibió algunos premios: Medalla de las Abuelas de Plaza de Mayo y Salón del Mar en 1997, beca Guggenheim en 1995, Salón Belgrano 1998, Premio Costantini 2000, Premio Konex en 1992 y en 2002. Fue premiado con el León de Oro por la Bienal de Venecia en 2007.