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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
1 1 2008
El universo poético y crudo de un joven de nuestra época
La Playa en Otoño Si hay humo en el horizonte es que el mar está ardiendo, me respondiste con ese tono bilabial, tan tuyo, tan de domingo por la tarde, con la nariz todavía hueca y algunas motas de polvo descansando en las cuevas de tu cara. Nos apartamos de la ventana. Deberíamos dejarlo, te digo, y tú piensas en la cocaína y me dices que de momento no, y yo, olvidando que alguna vez te dije que desde entonces en adelante sólo hablaría de ti y de mí y que, hasta algunas veces, diría nosotros, acepto tu respuesta y olvido el laberinto de mis preguntas. Tumbada en la cama, desnuda, con la cabeza golpeando tu sentido común, sudando noche, respirando resina, pareces una playa entera, te miró, me das la espalda y te preguntó quién nos habrá robado el sol, y pretendes no hacerme caso pero, como una gota de frío que se desvanece por el cristal verde de una cerveza recién abierta, no puedes aguantar más: "por qué dices eso" me dices queriendo decir en verdad: "pero que puta tontería estás diciendo, poeta de mierda" y yo, con la cabeza apoyada en la orilla de tu cadera, te digo, casi me disculpo: "sólo cantaba" Podríamos follar un rato, podríamos creer que es sábado y esperar que mañana no fuera lunes. Pero sigo cantando mientras tú te haces la dormida. Recostada sobre las Estrellas, Aunque No me Leyeras Mi hermano puso La Leyenda del Espacio en el camino de vuelta, nos perdimos cinco veces en un recorrido que habíamos hecho más de cien, a veces era capaz de apreciar el sonido distorsionado saliendo arañado por los altavoces como un error técnico. Otras sólo dejaba mi mente vagar. Conté los pedazos de lluvia que se posaban sobre el cristal, cuando dos gotas se sometían a la fuerza de la gravedad al mismo tiempo, hacía carreras con ellas. Apostaba y perdía. Hubiera estado bien compartir algunos recuerdos, pero a mi lado no había nadie. Sentí lejanía, casi ni siquiera de nada en particular, simplemente lejanía. Llegamos a casa, casi no recordaba el concierto que acabábamos de ver, tampoco otros conciertos, ni el camino de vuelta. Volveríamos a perdernos, también a perder. Intenté dormir pero las estrellas gritaban, traté de entenderlas y comprendí que sólo soy un terrestre más. Ella, sin embargo, seguía acostada sobre la que más brillaba. Quise descomponer el cielo y luego volver a montar el puzzle y me sobraron piezas. Traté de hacer lo mismo con mi vida pasada y me faltaron casi todas, eso era bueno, algo así era la mejor noticia que había tenido en veintisiete años. A la mañana siguiente me esperaba el futuro. Yo sólo era alguien cuya edad estaba comprendida entre 27 años y la muerte y ahora me esperaba el futuro, y eso estaba bien. Sonaba creíble. Los Primeros Días de Aquel Verano Yo también les vi, asegura un chico, es joven, está pálido, algunos dicen que no tardará en morir, pero importa más lo que vieron sus ojos que cuánto va a tardar en dejar de respirar, él lo sabe y por eso dice que también lo vio cuando puede que ni siquiera sea cierto. ...cuando acaba de contarlo nadie le cree... ...más tarde se van a la playa, cada uno en su motocicleta, un par de ellos llevan a una chica detrás, sienten la fortuna en cada curva que toman, les da el sol en la cara, se dejan envolver por la velocidad y sueñan con algún beso furtivo con la caída del sol. Ya nadie recuerda lo que algunos aseguraban haber visto, son jóvenes, tienen demasiado tiempo por delante como para fiarse de su memoria. Dos horas después el sol se cansa, desaparece y uno de ellos mete su mano dentro de las bragas de la chica más guapa, sienten cosas que sólo habían visto en televisión. Y Tu Cintura Podría Hacer de Horizonte Si hay amnesia es que no hubo final, nada termina sin que comience el gobierno de la memoria. Escribí cien veces, sin merecer castigo alguno, que la memoria es el infierno en la Tierra, allí es donde van las almas. Una vez muertas. ¿En cuántas entraré yo? ¿De cuántas saldré tras la primera noche? Miénteme que nunca has fantaseado con el día de tu entierro, que no te inventaste que ella lloraría por ti, que no imaginaste a una madre drogada, sucumbiendo en vida, jurando que la lleven a ella allí donde vas a estar tú, sin saber que pronto, ya ahora casi ayer, tú ya llegaste a donde no vas a salir jamás. Y dime, prométeme si es que alguna fe es digna de ser abrazada: ¿preferirías estar en la de cualquier otra? Escondes un sí amargo, Una afirmación barnizada con saliva y arena cayendo de tus dientes. Y ahora, que estás aquí atado, llorando algo espeso y de sorprendente color, ¿Darías tu vida por pasar la eternidad entre los recuerdos más oscuros de ella? Tu padre sigue borracho, lo seguirá tiempo después cuando alguien cave lo bastante hondo y encuentren tu cuerpo, alguna chica alegre, que algún día fue demasiado joven para acariciar carne en vez de algún cómic de Mafalda, te reconocerá por esa cicatriz que bordea tu cuerpo, que se convierte en orilla para que tu pecho pueda ser llamado mar, con tu cuerpo encabezado por una de esas minúsculas que hacen grandes algunas palabras. Y no se compondrá ninguna marcha fúnebre en tu honor y tu padre, en algún momento de la madrugada, dirá tu nombre mientras su semen cae sobre la espalda de una prostituta del otro lado del planeta.
acerca del autor
Arnulfo

Alfonso Navarro (1979), natural de Burriana, un pueblo de Castellón (España) en el que todavía reside, demasiado cercano al mar. Escribe cuentos desde que tiene uso de razón, aunque eso sea demasiado poco tiempo. Hasta el momento ha visto publicado algunos de sus textos en algunas revistas digitales como Oxygen y en alguna en formato papel como la Revista Voces. Tiene dos libros inéditos además de unos 200 cuentos. Escribe por las noches y vive por la mañana, y no se cansa de hacerlo, no puede hacer otra cosa. Mientras tanto sigue trabajando para poder ganarse esa vida.