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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
1 10 2007
Cuatro poemas extraídos del Libro de las transformaciones de Isaac Goldemberg
PACTO ¿Qué Dios fue ese que generación tras generación reiteró el pacto territorial y parecía no saber de geografías? Él prometió estar con ellos en la conquista del espacio y ellos pronunciaron otra vez Su palabra en el atrio del planeta más próximo. Y en el año siguiente a la expulsión se congregaron en el umbral de la tierra a escuchar la lectura del libro de todas las cosas cuando la palabra fue puesta por testimonio ante ese Dios que se ocultaba al ojo humano. Pero cuando Él asomó Su único ojo, tantos y tales fueron los males y las penas que ellos renegaron de Su eterna presencia. Entonces Dios volvió a reiterarle al humano la promesa de la tierra en la fosa. SENTIDO DE LA PROPIEDAD ABSOLUTA La tierra será de Dios y Él deberá trabajarla para que ricos y pobres vivan de Su trabajo. Las deudas terrenales del pobre serán saldadas con una libra de su propia carne pero acumulará nuevas deudas con franca desventaja frente a su prójimo. Ricos o pobres que deseen adquirir una propiedad que pueda servir de reposo para sus restos mortales o los de sus deudos, firmarán un contrato en el que se asegurará que nadie jamás despojará a Dios de la tierra. LA ÚLTIMA CENA Señor, un plato de sopa para la resurrección de la carne. El mozo parece el hambre, el hambre parece Dios. Quien parece Nadie. Rechina el diente en la punta del tenedor. Hoy probó la boca el hambre de Nadie. Señor, un plato de muerte lo quiere la boca. Debajo de la mesa ya cavan la fosa. Llora el cuchillo en la punta de la carne. Se ahoga la cuchara en la sopa. Señor, un plato de sopa para la resurrección del hombre. Sálvalo, cuchara. Recógelo, tenedor. Hoy la lengua probó el sabor de Nadie. Llueve. Llueve hambre en el plato de sopa. De la mano del cuchillo, hoy llegó el hambre a comer con Dios. Desde las barrigas llegaban los gritos de los guardianes del hambre. Dios pensaba, pensaba en su hambre. Se sintió el exiliado en el mundo de los hombres. Oyó que alguien sembraba semillas en los surcos del [hambre. Los esclavos del hambre copulaban en su sopa fecundando más hambre. Los pies descalzos de Dios danzaban para que lloviera más sopa y el hambre y la muerte yacían desnudos sobre la mesa atrapándose las eyaculaciones con las bocas. Dios era la virgen herética de todas las hambres. Llevaba un collar con los dientes de Nadie y su corazón era la ceniza del hombre. Dios entró a la casa del hombre con hambre. Entonces se asomó a su mirada. A sus ojos de tenedor, al color de su sopa. Dios comía con el hambre. Su cuchillo era la muela del hombre. Su cuchara la espalda, su plato la fosa. Enredada en la cuchara de Dios se acababa la sopa. El hambre entraba a saco en la barriga del hombre. En los vientres encinta. ¡Cuántas lenguas sin boca! ¡Cuántas bocas sin sopa! Dios tiró su plato con los huesos del hombre. Se quemó la lengua con el hambre del hombre. Dios vio diablos en la mesa. Vio diablos devorando al hijo del hombre. Nadie les dé posada. Nadie. Nadie les guarde vino en la copa. Nadie. Ningún buen hombre. Nadie. Ninguna buena esposa. Ninguna buena madre. Dios vio a los sembradores del hambre cayendo en su plato de sopa trozados por la cintura en dos trozos de carne. Vio salir de los huesos del hombre el tenedor del ángel del fuego hurgando en la sopa de los dioses del hambre. TESTAMENTO Una vez apareció una arruga en mi frente y yo no hice ningún comentario, tuve sólo el pensamiento. No hubo nada más, excepto eso. La vida siguió su curso, el pensamiento dolía y me lo quise extirpar. Pero qué difícil fue. Peor que cambiarse de corazón. Si se trata de vivir bien, en buena vecindad, sin ladrones y sin mendigos, mejor el corazón de Jesús a todas las leyes habidas y por haber, me dije. Todavía no estoy muerto, pero quisiera reposar en el hueco más hondo, con todos los que nada tienen que ver conmigo. Comprobar si de verdad se puede amar al desconocido. No se escuchó ninguna réplica de nadie cuando dije eso.
acerca del autor
Isaac

Isaac Goldemberg, Chepén (Perú), 1945. Reside en Nueva York desde 1964. Publicó tres novelas, once libros de poesía, tres obras de teatro y una antología: “El gran libro de América judía”. Su obra fue traducida a varios idiomas y publicada en revistas y antologías de Europa, América Latina y los EE.UU. En 1977, su novela “La vida a plazos de don Jacobo Lerner” recibió el Premio Nuestro y en el 2001 fue seleccionada por el National Yiddish Book Center como una de las 100 obras más importantes de la literatura judía mundial de los últimos 150 años. En 2003, su drama Golpe de gracia recibió un premio en Venezuela. Publicó en 2002 la novela “El nombre del padre” (Alfaguara,) y el poemario “Los Cementerios Reales” (Umbra , 2004). Es Profesor de la City University of New York, también dirige el Instituto de Escritores Latinoamericanos y la revista de cultura Hostos Review.