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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
30 7 2007
Sobre jazmines y verdugos (poemas inéditos) por Cristina Castello

Jazmines y verdugos Un pelotón de verdugos persigue A los jazmines que danzan con la brisa Libaneses, palestinos. Humanos. Se les mueren los soles en los párpados Tienen horizontes cortados con tijeras Se alimentan de llantos succionados Y en el alma acunan una paloma muerta. La savia los repele y la muerte los saquea Tienen vedados todos los firmamentos La plegaria a un dios ensordecido surca sus jirones Y Tánatos vence en cada batalla a Eros. Las campanas no tañen ángelus de pétalos Los campanarios despavoridos silban esqueletos. Como fuegos artificiales el Poder juega misiles Que estallan los fragores de bombardeos y de huesos. Y ellos mueren abortando, tal flor antes de ser nacida Pero qué, qué hago yo con mi sola voz que brama. Millones de estrellas suicidan mis mejillas Mientras mi alma cruza las galaxias de cedros Para que el universo abreve nidos en cálices Por ramos de piececitos de bebés bien nutridos Por un cielo que dirija la orquesta del coro de ángeles Y una cama que por el mar navegue jazmines, a la paz

París, 18 julio 2006

El canto de las sirenas Todas las ciudades cantan idéntica letanía Braman dolientes motets et madrigaux aúllan las Gymnopédies sufridas de Satie Desamparan los ojos sin abrigo y ojos plenos de Nada acunan un Kyrie. Sinfonía de los mil con multitud de sollozos que no se encenderán en lágrimas jamás. ¿Nos sobrevuelan ruiseñores o buitres? Los buitres asesinaron albatros en vuelo y el mundo asistió impávido al festín. Es una danza macabra este Planeta. Y el canto de sirenas, alarido de muerte que Ulises desoyó, hechiza hoy ciudades que bailan al ritmo del pavor de palestinos, latinos, marroquíes y más. Que el Mercado masacra y las ovejas acatan. Mueren seres huérfanos de música, huérfanos de Universo huérfanos de piedad. Hay fantasmas en las ciudades letanías. Hay espíritus, espectros, sombras. Hálitos de seres clausurados jadeantes de latidos: los desaparecidos, los bombardeados, los sin papeles nos giran en dolor como espejos deformados de campos de exterminio que hoy siguen, y más. Hay fantasmas de asesinos y monstruos y en las mismas plazas donde los niños juegan se los honra en esculturas de sus cuerpos patíbulos. Tienen fantasmas sin música todas las ciudades y exigen el canto y un final de Fidelio con coro de liberación, y Beethoven por luz. Música. Quiero exijo clamo demando conciencia, para el grito de libertad del Coro de esclavos hebreos por la lucha de Nabuco y el valor moral de la felicidad. Arte. Arte que salva, nutre, y es una Suite de mar. Pero ¿a cuántos y cuándo? Abramos la puerta de músicas y seres enjaulados. Limpiemos nuestro espejo y que el Universo nos azule. Perdamos la paciencia. Ganemos la libertad. París mi París amado y hoy padeciente de la violencia del Poder. París me llueve ahora y los ojos arden de Absoluto. E invento himnos, y soles. Y dibujo el mundo. Pero es esto ensoñación y el mundo es pesadilla. Y mientras destejo horas en lucha por ciudades humanas, miro el Sena y veo el milagro. El cielo no alumbra el río. El cielo refleja al Sena. Y por un instante siento la tierra emocionada de lluvia. Y la armonía es un bebé agazapado en mi vientre y me grita nos grita que quiere ser parido, en una ciudad de Reflejos en el agua que renazca su vida y todas las vidas. Ítaca. Ítaca de Odiseo, Ítaca de Kavafis. Ciudad mítica ardiente de música, quiero. Quiero. Quiero para el mundo todo, la Sinfonía de los juguetes y un Magnificat, y una canción de cuna y un adagio sin fin. Sembradores de música, quiero. Las ciudades claman por la siembra. Por un cielo colmena de estrellas y estremecimiento de orugas Huella de lo inasible y Después de la lluvia. ¡Vamos! Vamos a inflamar despertares A descender a los abismos del hombre Y a remontar sus faros de Bien. Para que la música sea. Para celebrar el fuego. Porque la lluvia. Y para no más horizontes fugitivos. Silencio A-Dios.

Buenos Aires, enero de 2006

Repatriarnos Que hipocampos enamorados descuarticen el horror Que bandadas de jacintos acuchillen la indiferencia Que Orfeo guíe a Arcadia a libaneses y palestinos Que Eurídice queme infiernos y funde la alegría Que la paz se acune en partituras de Gounoud Que huérfanos saciados impongan la justicia Y sirocos enfurecidos asesinen la crueldad Para donarnos con hambre de lluvia Y repatriarnos en brumas de luz.

París, 26 de julio 2006

acerca del autor
Cristina

Cristina Castello nació en Argentina. Es poeta y periodista. Como periodista, publicó en los principales medios gráficos de su país. Fue docente de "La entrevista periodística" en la Universidad. En TV, creó "Sin máscara", programa cultural. En radio, "Convengamos que... ", también centrado en la poesía. Como poeta, publicó en antologías impresas y en numerosos sitios web del mundo, particularmente de Francia. En octubre de 2004 publicó su poemario: " Soif " (Sed), Éditions L'Harmattan, París (francés - español) con ilustraciones del pintor Antonio Segui. Ha publicado otros libros en 2005. Prepara un nuevo poemario bilingue que será publicado en 2007. Actualmente escribe para "Cuadernos Hispanoameri-canos" (Madrid); para "La Comune" (Roma), "The Buenos Aires Times" (Buenos Aires), otros medios de su país y Europa.