Poesía
1 1 2007
Once de marzo de 2004 y otros poemas de Amado Storni
FUE EL BESO SIN AMOR DE UNA PRINCESA FUE el beso sin Amor de una princesa de alguna monarquía sempiterna, de una princesa alocada y traviesa que escondía el Amor entre las piernas. Fue un beso sin Amor, adulterado, dormido de pasión y sentimiento, anémico, fugaz, interesado, de esos que al soplar se los lleva el viento. De besos enfermizos, de hojalata, se pintan tantas bocas caprichosas llenamos la ilusión con tantas cosas que un beso siendo un beso a veces mata. Ayer en los jardines de palacio un príncipe se convirtió en batracio.
DÍAS DE LLUVIA MIS días son todos días de lluvia. A veces una lluvia fina y cristalina, sensible y transparente que al caer acaricia el terruño como sin querer hacerle daño. Otras una lluvia soberbia y recelosa, traslúcida y salobre que como bomba que cae mansa del cielo esparce su ansiedad con cada gota. Pero la mayoría los días son todos días de lluvia, una lluvia que cae muerta del cielo, opaca, dañina, sin sentido, una lluvia que marchita todo lo que toca. Y ese cielo de oxidados nubarrones y epidémicas tormentas sería siempre un cielo azul, imberbe, desdentado, de horizontes siempre abiertos, si tú estuvieras aquí.
SI TU ESTUVIERAS AQUÍ SI tu estuvieras aquí el mundo giraría más deprisa que mi soledad y el Amor no sería un pájaro sin alas al que tengo que enseñar a volar todos los días. Si tu estuvieras aquí mis sueños que son tuyos dormirían a tu lado y el deseo no sería una ventana enladrillada con vistas a los besos que te debo. Mis futuros no serían pasados imperfectos y mis labios, adúlteros de ausencias, aprenderían a decir “te necesito”. De no haberte conocido, ¿qué parte de mi alma se habría quedado estéril, estéril para siempre?.
ONCE DE MARZO DE 2004 ME resigno a ser mayor, a pensar que hay tanta gente que pasado el siglo XX muere y mata por ideas que no pueden defender. Mi patria es la bandera que con nombre de Mujer ondea en el corazón. AQUEL jueves de matanza yo viajaba en el vagón de aquel tren de Cercanías que llevaba cada día mi Futuro y tu Esperanza, tu rutina y mi Ilusión. Empezaba bien el día, el Madrid ganaba al Bayer, pero inquieta en el andén tu esperabas a ese tren que nunca llegó a Entrevías y yo ya llegaba tarde. Me gustaba despertar con el hechizo sonoro que del tren se desprendía mientras alguien repetía por el hilo musical: “Próxima estación: El Pozo” No recuerdo nada más. Solo sé que en el vagón de aquel tren de Cercanías mi Vida se despedía de este mundo al que jamás entendí ni me entendió. No recuerdo nada más. Solo sé que aquel vagón de aquel tren de Cercanías se llevaba mi Alegría, mis ganas de llorar, la cabeza, el corazón, la Pasión y la Ansiedad, la Mentira y la Verdad, los milagros, las postales, los pecados capitales, las estrellas, los colores, el aroma de las flores, los recuerdos, la Poesía, los fracasos, la ironía, el Olvido y la Memoria, el querer hacer historia, las arcadas y las flemas, el final de este poema. Sólo quiero que alguien lleve mi mensaje a la estación donde espera un corazón a que yo algún día llegue.
LA VIDA ENSEÑA LA Vida enseña y el Hombre aprende. Aprende a soñar despierto, a nadar contra corriente, a vencer el miedo al miedo, a reírse de uno mismo, a aprender de los errores, a llorar en los entierros, a sufrir las despedidas. El Hombre aprende porque la Vida enseña. Enseña a morir de Amor, a vivir arrodillado, a perder las ilusiones, a invertir en desengaños, a tropezar con las piedras, con las mismas piedras siempre. El Hombre aprende, la Vida enseña y yo no he aprendido nada. Y sigo muriendo de Amor por quien de Amor por mí no muere, tropezando en las mismas piedras, malgastando la ilusión con quien nunca me ha llorado, con quién nunca me besó. El Hombre aprende, la Vida enseña y yo no he aprendido que los sueños son puntales de Esperanza derribados por la vida a golpes de desengaños. No he aprendido que los sueños se despiertan cada día a golpes de realidades y se derrumban como castillos de arena construidos en el aire con el sucio acariciar de la rutina. Roce a roce. Día a día. Soplo a soplo. Grano a grano. Pero sé que aunque el invierno es duradero y que vivir me duele más que el mordisco de los perros, que soñar nunca se olvida.