Poesía
2 11 2005
Centella y otros poemas de Alejandro Calderón
CENTELLAAcelero la extinción. Consigo
fijar velas en tus quejidos;
algunos se suceden como ecos,
otros son balsas que transbordan
escamas de las estrellas. Hago
que sin fintas veas los procesos,
y si las uvas urden aliviarte,
ágil multiplico las pepas y
tiño el orín. Así logro reducirte
al tic que, si no estalla,
fusiono a mi velo vil.
Aceleras la fantasía. Evasivo
abres mis cortinas de humo
y te alejas por la escalera azul.
Sencillamente careces de fin,
y el otoño te erige como hoja
o te recuerda como centella.
ENIGMA
Sabías que tuviste que evitar el
prisma de ceniza que el cuerpo
cultivaba. A mis derrumbes de
greda te escabullías por la espiral
breve hasta el filtro sutil;
cuando la encía en llamas hizo
del espíritu oxigeno calcinado
hiciste de ti un enigma sin hilos,
al cual no alcanzo ni lamo.
El delfín sabe cómo despegaste.
Vivirás en silencio en una piedra
o en la paloma del nabo puro;
no te horquilla el lente del
recuerdo. Carbón son mis costados.
De los peldaños del molino fluyes
al cometa que revela lo efímero
de la existencia, y con fibra
de lino lo ligas a tu estatua.
TIEMPO
La proyección de su vértice
alcanzó tu vigilia móvil;
súbitamente una pepa de vidrio
saltó de los labios, vaciándote
de tu esencia. Recinto de
sed, ansia y quebranto
quedaste hasta erguirte
en fantasma fértil de osadía.
En la carona de los segundos
corres sin cesar tras el cristal
que raptó la élite del tiempo
desde donde capta el radio
de sus semillas. Si sus
ondas exageran el movimiento
y su flujo desborda el espacio,
pierdes los modales y el estribo.
Mas la prisa imaginaria y
la sequía en tus venas evocan
su dispar ironía: a un lado de
la albarda eres ruda, y en el otro,
audaz pintas de blanco la muerte.
AVES
Oscuro salí del cuerpo. Momentos te
tuve en el arco que te hubiese expulsado
a las aves que en sueños llevarse
quieren tus ojos. Familiares te son
sus garras que tallan constelaciones.
Supiste despertar cuando su pico
te hubiera hecho mendigo sin remedio.
Hice canales que llené con sangre gris
de mis cabellos, sangre que al encuentro
con la tuya, algunas veces producía
un eclipse, o sino un arco iris; ambos
le constan al horizonte; ambos hicieron
serpentina de tu cuerpo. Enloquecías.
Tus pestañas están despiertas por temor
a las aves. Nunca dormirás tranquilo.
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acerca del autor

Alejandro Calderón, Arequipa (Perú), 1960. Vive en París desde 1981. Cursó estudios de filosofía en la Universidad de París VIII y de literatura comparada en la de París III. Ha publicado los poemarios "Transmigración", traducido y con prefacio de Claude Couffon, París (1992), "Parution de Nazca", traducido y con prefacio de C. Couffon, París (1994), "A través de la penumbra" traducido por C. Couffon e introducción del crítico literario peruano, Américo Ferrari, París (1996), "Pestañeo de la nada", traducido por C. Couffon, introducción de A. Ferrari, París (2000).
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