Muestras
2 11 2004
El extrañamiento del hombre latinoamericano con su propio paisaje, por María Iovino
Fernell Franco es el artista, que expresa con nitidez la situación de un país marcado por los problemas que derivan del colonialismo y por la violencia humana que ellos instauran. Su historia personal –que traduce en sus imágenes a través de grandes abstracciones- puede narrar la historia del recrudecimiento del conflicto en Colombia, a partir de la importación creciente y contradictoria de pautas de la modernidad desde la década de los cincuenta (siglo XX), en un contexto que ha definido con furia la estructura latifundista. La obra de este artista condensa en ese sentido la pérdida y el extrañamiento que el hombre latinoamericano en general ha sufrido con su propio paisaje, así como la consecuente conducta de construcción y destrucción azarosa y abigarrada de sus ciudades, de su entorno y se sus formas de organización social. En la imágenes de Franco se desentrañan la relación férrea y desconfiada que se tiene con lo poco o con lo mucho que se posee en los países en conflicto; la dramática inestabilidad con respecto al lugar en que se habita; el misterio, la sobreposición de apañamientos y de soluciones de urgencia que ocultan lo que ha registrado la memoria; y el sentido lúgubre que imparte aún a las manifestaciones de la celebración una historia marcada por el avasallamiento del más débil y por la diferencia extrema. Franco fue principalmente reconocido como gran reportero gráfico en el período en que esta especialización de la fotografía se afirmaba en América Latina en la década del sesenta. Por tanto, el trabajo que realizó paralelamente a ese oficio permaneció desconocido y oculto para muchos, al igual que la experiencia personal que determinó una mirada compleja y densa de significado, que fue señalada como excepcional en aquel momento. Durante los últimos tres años he abordado la recuperación de esa memoria, a partir del trabajo investigativo realizando con Óscar Muñoz, que me ha hecho entender la influencia determinante que Fernell Franco ejerció en una generación de artistas en Colombia, así como la enorme explicación que conlleva su trabajo acerca de lo que fue el nacimiento de las ciudades en América Latina, y con ello, el florecer de una mirada urbana que desplazó los exotismos y las nostalgias de paisaje, en medio de una crisis de violencia que se ha agudizado desde entonces hasta el presente. Franco es el primer desplazado de la violencia rural en Colombia que se hace artista y en consecuencia, sus formulaciones son las primeras que comportan esa vivencia al territorio de la imagen. Su obra, que ha permanecido oculta, es pionera de expresiones que hoy señalan las causas y el incremento exponencial de los problemas y de la misma Latinoamérica. Siendo niño (8 años) el artista huyó con su familia, desde una de las poblaciones más violentas del Valle del Cauca, hacia la periferia caleña, que ya se empezaba a poblar por desplazados de diversas proveniencias y problemáticas. Este hecho sumado a la expansión de la hacienda azucarera Vallecaucana, después de la revolución cubana, repercutió en la estadística que posicionó a Cali en 1971 como la segunda ciudad de mayor crecimiento urbano de América Latina después de Sao Paulo. En ese orden, Franco participaba desde el centro problemático y entre las clases empobrecidas repentinamente, de la lucha por la emergencia que lo llevó a trabajar en múltiples oficios desde niño, hasta llegar a la reportería gráfica sin herramientas ni educación, y posteriormente a la expresión artística. Su obra registra entonces, en el proceso de un agudo autodidacta, una reflexión sobre lo humano y sobre la confrontación que se ha nutrido en un espectro enorme y absolutamente actual de vivencias que exigen ser conocidas, entendidas y difundidas entre las grandes propuestas fotográficas de América Latina. He creído por las mismas razones, que es importante que esas experiencias y determinantes creativas se conozcan en la voz del propio artista y que la primera vez que se ofrece luz de manera amplia al que ha sido su trabajo personal, sea la fuerza de un testimonio que estremece e impacta el que acompañe la lectura que los espectadores logren hacer sobre esta propuesta. Bajo esa lógica, en el texto que titulo “Testimonio”, ordené y edité las conversaciones que he sostenido con Fernell Franco en los últimos tres años en su taller mientras nos dedicábamos a desempolvar y organizar negativos e imágenes reveladas de su archivo fotográfico. En ese texto incluyo también anotaciones que he estado atenta a realizar en otros espacios de intercambio de ideas que he mantenido con el artista – por fuera del formato entrevista, y por lo mismo con mayor libertad – movida por la convicción de que recuperar la memoria de Fernell Franco contribuye a entender el fenómeno global de la violencia y el de la opresión de los hombres por los hombres. Lo anterior, no sólo porque entiendo que el arte desde el terreno critico siempre ha ampliado la frontera de comprensión de la problemática humana, sino por que soy de la idea de que en un momento como el actual exige repensar y entender historias individuales que han sido marcadas por los traumas que ocasiona el conflicto, a fin de oponer la huella de la realidad verificable a la inmediatez y a la ligereza que sobre el tema han impuesto los medios de comunicación y la cultura de la información rápida y global. Éstos, en la notificación de la guerra, de los problemas que pueden vinculársele, así como de la adaptación, mediática del mensaje de la producción cinematografía y artística, que se ha dedicado a la complicación de la violencia, han propiciado, en lo fundamental, la aparición de un producto, abstracto y comercializable bajo un esquema de corrección critica y compasiva que se sabe cómodo. Es claro que en medio de la confusión que despierta la urgencia de la demanda mediática, por textos o imágenes de conflicto, la reflexión sobre el enfrentamiento y la injusticia entre los hombres se ha designificado a causa de que se ha enmudecido su destino. El género violencia o drama se ha convertido de esta manera, en una proposición repetitiva y anónima, de la que paradójicamente se deriva entrenamiento e inclusive diversión y en consecuencia, un lucro importante. Creo por tanto, que una lectura atenta de las marcas y de la mirada que despiertan las experiencias difíciles en una vida particular contribu7ye a redimensionar el valor y la necesidad del discernimiento constante sobre el padecimiento humano. Nominar y radicar una expresión al respecto e un ser verdadero hecho por su historia, puede animar una sensibilización sincera, más en casos como el de Fernell Franco, en lo que ese sujeto es un artista con una proposición de asombrosa profundidad.