Homenaje
1 4 2004
“Homenaje póstumo al poeta peruano Francisco Bendezú” por Maynor Freire
Queridos amigos: El asunto que les voy a referir tal vez les va a parecer personal. Es que ha muerto mi amigo el poeta Francisco Bendezú, Paco para sus íntimos, de mi barrio de Jesús María aquí en Lima, grande como un templo desde la primera vez que lo vi sorbiendo de a pocos su cerveza negra en el “chino” Antonio, la bodega más surtida y elegantosa del ámbito por donde residíamos, y cuando supe que era un poeta (sí, ¡un poeta!) por boca de mi pata Jorge Espinoza Jordán, a quien se le acaba de morir su mamá Angélica (la de los ojos más bellos que estos mis ojos jamás hayan visto ni creo verán). Yo lo miraba y admiraba de lejos. Había vivido, este vate, en Santiago de Chile y en Italia, y hablaba de esos sitios como lugares de ensueño. Este su servidor pergeñaba algunos trazos de versos y soñaba con entregárselos a Bendezú. Le montaba guardia en la plaza Cuba, después plaza mariscal Cáceres, y miraba con envidia la ventana del escritorio del poeta, quien habitaba una linda casa en la plazuela, y donde se veían estantes repletos de libros a través de un amplio ventanal. Una me le acerqué para preguntarle si era poeta (que ya lo sabía), cuando en realidad quería mostrarle mis versitos; cosa que el quinceañero servidor suyo de ese entonces ni se atrevió a hacerlo, cuando escuchó por primera vez el nombre de Ungaretti y supo que Paco había sido amigo nada menos que de Neruda el de la Canción Desesperada después de 20 Poemas, y que tenía en su haber nada menos que dos premiazos nacionales de poesía. De allí en adelante lo saludaba desde mi banca de la plazuela donde adrede me sentaba a escribir o a leer para que el poeta me viera y él me respondía con generosos ademanes. Crecí, también viajé a Europa becado y regresé para entrar a trabajar como periodista al semanario Oiga presentado por Sebastián Salazar Bondy –a quien acababa de conocer presentado por Guillermo Sheen Lazo—al director Paco Igartua. Y ¡oh, sorpresa!, en Oiga conocí a Blanca Varela, a Juan Gonzalo Rose. Trabajo con Sebastián y bajo su enseñanza y me encuentro nada menos que con Paco Bendezú: déjate de boberías, me dijo, y dime Paco, y nos fuimos con los periodistas Jesús Reyes y Tulio Cusman a tomarnos unas cervezas en el Pilsen Bar de la esquina de las avenidas 6 de Agosto y Francisco de Zela. No hablamos nadita de poesía y hasta jugamos cubilete, el entonces popular juego del “cacho”. Me pareció genial. Por supuesto que Paco perdió, porque no se concentraba en el juego por hablar de las mujeres bonitas de las pantallas grande y chica de ese año de 1964. Nuestra amistad fue creciendo y nos reuníamos con mayor asiduidad en la editorial Quipu de Hernán Alvarado, ubicada en la calle Pumacahua de Jesús María, junto con los poetas Chacho Martínez (deben estar brindando con Paco en la Otra Vida) y Juan Cristóbal, con el gordo Alfredo Portal —quien se recitaba de memoria a Bendezú iniciando a muchos en su poesía—, con el novelista Gregorio Martínez y otros más, echándonos ricos vinos en invierno y buenas cervezas en el verano. Después, en yunta con Alberto “Cholín” Escalante —magnífico diseñador de carátulas—, nos mandábamos hasta su última casa de Pueblo Libre bolsas de vino en mano y algún trozo de buen queso con su baguet calientito y él se acordará de cómo Paco me convirtió en hazmerreír por haber dado una receta de mojito con ron Pampero. Paco era de los que telefoneaban a cualquier hora del día o de la noche, y hasta de la madrugada, y tenías que tener el oído pegado al audífono del aparato no menos de 60 minutos. Pero para eso están los amigos. Y todo esto lo cuento no para mandarme la parte, sino para reclamar con derecho cómo algunos suplementos y revistas culturosas han ninguneado su partida, porque diz que tres libros de poesía es poca producción, que la poesía de amor ya no está de moda y más precisamente porque no son de su argolla, de su cenáculo o como quieran llamarlo. Inclusive un par de tontonetes se quejaron de que el joven talentoso poeta Jerónimo Pimentel escribiera en Caretas un reportaje sobre el abandono que padecía el casi agonizante Paco, pero por suerte el mejor cronista periodístico de estos tiempos, y también excelente poeta Eloy Jáuregui, les puso su paralé. Y Paco les repite desde el antiguo Panóptico su...
MELANCOLIA Los días pasan como tranvías. El amor muere. Melancolía. Sal, cabelleras. Sangre que mana de mis heridas: sangre perdida.
EPISTOLA MAGICA (III: Brindis) Por la que fuiste—perdida en puentes distantes, indeleble. Por tu mano—gaviota que planea sobre la dársena de sábados extintos. Por las lunas exhaustas. Por el grito de bruma petrificado en tu ventana. Por los corazones que grabé—cicatrizados. Por las cabelleras estriadas del invierno. Por las noches—arboladas como navíos. Por las almenas de tu corazón. Por el invisible bramante que atará para siempre tus ajorcas a mi tórax enterrado. El primer poema pertenece a Los años (1946 – 1960) y el segundo a Cantos (1971), que reeditara Lluvia Editores en 1994 (la plaqueta Arte menor de 1960 se integro al primer poemario). Su otro poemario publicado se titula El piano del deseo (Jazz & Poesía) y apareció como una separata de la revista Socialismo y Participación Nº 21 y de allí extraigo estos versos: tus fiebres automáticas, tu extinto olor de azahar, tu sabor solitario de frambuesas, jabón francés y raspadilla;/ tu escritura borrosa, tu estela dactilar, tu intermitente cabecear en mesas de bar y butacas de cinemas/.../ tus ausencias sonoras y suntuosas, vedadas, impalpables fantasmales...;/ ¡tu ausencia fugitiva, tu distancia inasible, tu alteridad dormida!/ ¡TE INVOCO, TE DESEO, TE ECHO DE MENOS, TE QUIERO! Así amaba Paco, le duela a quien le duela. ¡Vítor! ¡Evohé! ¡Ella velar! ¡Aleluya! Paco Bendezú.