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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
2 2 2004
“Canto Ciego” (poema) por Jorge Nájar
Del meollo del grito emerges, allí donde encontraste esta voz y el farfullar con el que cantas. Alabada sea pues la gran nariz del señor del rayo, ella sabe a qué huelen los campos de amapola y su santa esencia. Y glorificada su calavera por cuyo cuerno se desliza el rocío. Sombra que echas a rodar camino del patíbulo. En la oscura nieve del invierno permaneces inmóvil ante la idea del fuego que te libere de la noche en la que combaten Caín y Abel -las dos caras del mismo canto que ahora entonas- con la sombra que tanto buscó el puente, la otra margen, cruzando estrechos y alambradas, apátrida. Ahora ya para qué cantar en la otra ribera, ciego, si disuelto en la horda cruzas milenios con la voz quemada, balbuceando cenizas; si rugiendo vives con la frente marcada antes de disolverte en la ignorancia. Los ángeles, más perdidos que tú mismo, escrutan sus destinos en el firmamento desde las fisuras de la cueva donde bailas saltando sobre carbones y diamantes. Hay allí un madurar de cenizas. Y no niegas que detrás palpite el primer amor y esa voz que gime: "Es demasiado soportar esta culpa." ¿Eres tú, Abel, esa sombra en lo oscuro o el ángel con alacranes en las nalgas? Toda tu heredad: el amor, el odio a la sombra del mismo fuego. Así vives, herido de espanto. Así, entre sudores, en pos de una presa. ¿Para eso el laurel y la mirra? ¿Para eso? El amor estorba si sólo es esparcir incienso en los precipicios. Mas no llores. Ahórranos tus sales. No serás vana ceniza en el océano inmenso. La sangre y la tierra desdeñadas tendrán piedad de ti otorgándote el laurel que te mereces: agua negra para tu sed y un sitio para tus huesos en los basurales de la aldea. Tu pie hundido en un surco anaranjado. Tu cabeza colgada de un cuerno en la noche. El puerto, la casa, la tinaja, la alberca a la sombra de la higuera: pura ficción. Salvo la oscuridad en que las ratas se ensañan con los ilusos venidos hasta aquí buscando qué. Encontrando el rencor. Y ese cuerpo en las hogueras. Suenan gritos en lo oscuro de tu vida. Óyelos: protegidos por murallas nadie encuentra un lugar para vivir. Sin tino, sin gloria, ni infierno nadie en su sano juicio sabe de la vida. Quemado por esa sed te has ido saltando barreras. Y allí, detrás de la cerca encontraste la calavera de un zorro, el único compañero de viaje en la oscuridad. Su voz es ahora voz tuya antes que una bala te vuelva potasio más blando que la cera y el agua, voz rota en el Valle de los Gritos. ¿Cuántas veces has gritado al vacío: quién arde entre las zarzas cuando duermo? Y tras una vida apagando incendios hoy te cabe la sospecha de un monstruo inflado de vanidad en la niebla que impide distinguir quién habla cuando canta hinchado de silencio. Deseas que esa verdad arda en tu cuerpo, que eso humee de ti cuando la hora sea. Y que ese humo resuma la esencia de tu propia historia, amores, goces e intrigas por un poco de felicidad. Deseas sólo eso cuando la hora sea de bajar por las laderas cantando mulizas, pasacalles, huaynos al borde de los precipicios en pos de nada, encontrando nada. Volar en pos de alivio y sólo hallar el grito. Correr sobre el clamor y caer en el vacío. Y al final sólo humeante ceniza, la residencia de tu voz. No llegamos a ninguna parte. Brotamos de la oscuridad y ardemos de cara al infinito resucitando en el aire, en el agua, en las rocas y el firmamento.
acerca del autor
Alicia

Jorge Nájar, Pucallpa, Perú, 1946. Ha estudiado literatura en la Universidad Federico Villarreal de Lima y en el Instituto de Altos Estudios de América Latina de París. Desde 1972, ha publicado seis poemarios en Lima y en Madrid. En 1984, recibió el 1er premio de la 2da Bienal de Poesía Peruana, Premio Copé, de Lima y, en 2001, el Premio Juan Rulfo de poesía, apadrinado por Radio France Internationale, con su poemario “Canto Ciego”. En 2001, la Editorial de la Unesco publicó su antología “Poesía contemporánea de expresión francesa” y, en 2003, la Universidad Católica de Lima lo reeditó. Vive en París desde los años setenta, donde enseña y traduce poesía.