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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
2 9 2003
Algunos poemas escogidos del libro "Pestañeo de la nada" de Alejandro Calderón
VER Miras. Buscas filtrar alguna vibración en los apagados tobillos, algo que sea tierra y que permita brotar. Luego a un plasma volverlo acuario y pronto se apague todo tu ser; que las extremidades se choquen entre sí, que surja confusión en las venas y que un murciélago mire. Ningún fulgor; mas la carne buscará el rol, su necesidad, un salvador o un fabulador. Miras el velo que guardó a la luna de la oscuridad. Homero lo observó y no pudo dejar de sonar. Que la medalla del cascabel te suspenda de la ausencia. Algún andén brote con trigo para el pan. El pez rojo te mira del acuario y tiene frío. Quiere volver a ser, ser la hierba del aerolito. La máscara de mármol duerme a tus pies. No más mártires, deseas lo real. La esencia sólo es vanidad. Algo más que la vigilia y el ensueño en una misma superficie, algo que desvanezca tus gritos cuando te sientas morir. Ahora que estás completamente oscuro, matiza la situación, lo que apenas vive en ti, lo que no huele mal. Remas en una vibración que busca ranuras al espacio para poder mirar. ELEGIA Me sorprende la tranquilidad cuando me dices: la madre debe partir cristianamente. Claro que a estas alturas no me importa si la vida es sueño o viceversa. Lo que me incomoda es que tú no has dejado de crecer hermano Gerardo, y además, la afición por los gallos te ocupa demasiado. Entonces me pregunto por qué un día hiciste ademanes y te fuiste. Ahora me hablas como alguien que es jefe de una familia, y que ha vivido lo que aquí sólo es conjetura. Cómo contarle a Janet que te he visto y que hemos hablado, como siempre, como hermanos que se quieren y que perdoné una ofensa que me hiciste. Quizá los instantes oscuros me hacen platina del vacío, y tú velas al ser querido; quizá los dos estemos muertos o más vivos..., en fin. Acabo de recibir una "misiva" de Lima y quieren saber de mí, a lo que voy a responder con naturalidad que ya no te lleven flores y que te escriban a París. Poemas completos de "A través de la penumbra" A mi bija Alexandra Laure Le Maître dit "Donnez-moi' quelques années de plus ; à cinquante ans, je me mettrai á l'étude des Mutations et ainsi je pourrai éviter toute faute grave." Confucius a La línea de brillos, inalterable, sigue su curso sin afán inmediato. Desde la penumbra escruto el arroyo que va dejando a su paso; asomo ávido a su enmarañado caudal que sostenerte no sabría por la evanescencia de su ribera. Tampoco descuido la migración de asteroides porque al menos, u no de ellos, imán que te atrajo como esquirla, seguirá proyectándote en su ciclo. Así, sólo es suficiente el reflejo para saber que aún sigues siendo. b Con el paladar en rendija del escombro, alineado a peones de hielo, veo surgir tan sólo nubarrones. De qué sirve la luz, la vira, cuando falta el sudor, la caspa que sin querella abonaba lo ido. Sé que te aburres sin la malicia y el trajín obsesivo; sé que crepitas en el ápice vespertino. c El destello legítimo en el lapso no censura su margen celeste; su ardor sin voz en la prisa propulsará sin duda el deseo. d El vacío, también, ha terminado por usarse, monótono en su perennidad. e Sigo evidente en el desplazamiento, tangible a la próxima fusión, ya sea con múltiples fluctuaciones que pueblan la desolación, modo de censar; o tal vez con la fiebre disuasiva, pilar, del posible ser. A cada fluctuación separa una coma, ésta en mi faz se reduce a cana, y crece la superficie blanca, plumígena y terca como la nada. Siendo testigo el prematuro tiempo, que del parpadeo de la nada surgen lampos cual delirios seguidos, trazando leve arco iris. f Pistilo furtivo, vasallo de la evolución ineluctable, te reflejan cristales fulgentes, después de la vasta glaciación, prestos a glosar el eternal instante. g Con el tabique cercenado por quilates de la espera a vilo lapidario, aún respiro el vaho difuso de la periferia. Si eres roedor de luz eterna, hereje de tiniebla inhóspita, fustiga la ceniza de la lengua que llevo incrustada. 0 haz un periplo hipotético por mi aro de sal; algo, en fin, que sea prosa empinada como prueba. h Nádier de nadie, aquí es el eco, muy caro tibio el sol blando de tu rostro. Quizá ya estarás... mas no te acostumbres a olvidar, sino, no sabrás resucitar. i Lisa humareda asida por el viento se escinde en la irrevocable progresión. Y en su ranura tamizada hasta el eco de la luz. j La fauna de la ceniza parda proyecta la centella con anhelo. k La polvareda que emerge del fondo difuso, absorbe la luz irremediablemente, y como cortina fermentada de zinc ahoga el quejido calcáreo, deforma la seña rupestre, me borra de mí mas en abstracto, pues sin resplandor, no soy el mismo. Y si hay alguien en este desierto apagado, que se llame halo de alma, retoño del todo, en fin, que no sea sed calcinada, le doy mi talón, grieta de espejismos, para que lo fije al mástil de su aura y reduzca mi multiplicidad a cecina de su antojo. Y quién es el alma, si ya nadie es más nadie, sin el uno y su anilina. 1 Só1o la variz de la luz te desaltera. m Quizás estés oyéndome, labriego de diálogos, mas la cara imaginarla que tiempla mi flama del este, no ausculta tu rin constelado; entonces yo, caudal sin tu labia, ando cual as de eclipse, fantasma del diccionario; mas tú que ni fluyes ni gimes cal sin rastro te has esfumado; pero la imagen que compartimos, se suma al dios que se arrepiente. n Sin delta la memoria escabullirse quiere como hiedra. Mas las ráfagas de granizo no polarizan tal aspiración, la fijan en espejismo. o Oscila en llamarada el don que resplandece, no hay susurro que inquiete su labor, descalzo de la flama tiempla vacuidad y se alzan horizontes tras la huella de su azar. p Fascinando a la noche furtiva, la sucesión singular de marlos de bríos, agita glóbulos erizados, dando pábulo a su frenesí. Plebiscitando brío a brío, con su sed encendida, el pulso arcilloso del espíritu, parafraseando al plomizo destino con sus carbones enrojecidos, capaces de enardecer con júbilo el perfil alcalino y silencioso. Impregnada ya de blancos glóbulos la noche subyugada, deja el amanecer escarchado.
acerca del autor
Varios

Américo Ferrari, Lima, 1929. Poemarios publicados: "El silencio de las palabras", "Espejo de la ausencia y la presencia" (1972); "Las metamorfosis de la evidencia" (1974); "Tierra desterrada" (1980); "La fiesta de los locos" (Barcelona, 1982); “Para esto hay que desnudar a la doncella” (Obra Poética 1949-1997, Barcelona, 1998); y "Casa de Nadies" (Lima, 2000). Ha traducido del alemán a poetas esenciales como Novalis y George Trakl. Libros de ensayo: “César Vallejo” (en colaboración con Georgette Vallejo. París, Seghers, 1967); “Poetas peruanos del siglo XX” (Lima, 1990) y “El bosque y sus caminos. Estudios sobre poesía y poética hispano-americanas” (Valencia, 1993).