I.
La espera.
El día amaneció frío y nubarrones grises
vislumbraron en el vacío horizonte.
Presagio de malas nuevas,
augurio de finales de la paz
y la tranquilidad.
Los allkus ladraron al viento.
Los maizales alborotados y
nerviosos agitaron sus hojas.
Las aguas huidizas se aquietaron.
El aire enrarecido, sobrecogido
vio cruzar miríadas de golondrinas
avivando las sombras de la tierra
El día se hizo noche
Y las estrellas atemorizadas
escaparon al infinito
para contar a los dioses
su desventura.
La Luna se mostró celosa
en la helada superficie del mar.
El Sol cauteloso asomó sus rayos
para calentar los fríos aspavientos
del retorno de las anunciadas divinidades.
El shaman ya lo había sentenciado
La tierra lo había presentido.
Había llegado la hora
la revelación de la gloria
de la renovación de los cuerpos y las almas
de mostrar el esplendor de los templos
del oro y la plata recogida
y la rendición de pleitesía y devoción
a los nuevos dioses .
Entonces,
la madre tierra abandonará
la simiente fértil de sus entrañas,
y la declararán desahuciada,
y perecerá al amenazador progreso.
Los alimentos llegarán en latas
recogidos en vasijas de cristal,
el maíz se acunará en botellas de plástico
y al hambre saciaremos en silencio
por la profanación de los suelos.
Los volcanes abandonarán su rugido brioso,
Convertidos en senos inertes en la adusta tierra.
Los fusiles tronarán en los cuerpos frágiles
y sucumbirán en las brasas del fuego mágico.
Y cuando lleguen los extraños a la playa
los recibiremos con la chicha fermentada
y la machca preparada con grano fino.
Y a los más severos gustos
deleitaremos con esencias raras
y sabores exóticos.
A los paladares hambrientos de metal
les convidaremos los frutos de la pampa mesa
y comerán los cuyes y las aves asadas
con el fuego de los volcanes
adobadas con el sudor de las frentes
alistadas de las bellas doncellas,
vírgenes con los semblantes
adornados con cinta de cabuya
y sarcillos de violetas y orquídeas.
El colibrí, la anaconda, el jaguar
gruñirán extasiados esperando
a las naves descomunales
que llevan en sus plataformas
a unas extrañas figuras surgidas
de los confines del mar y del cielo.
Las acacias, las buganvillas, el sauce,
el romerillo, la menta y la canela
lanzaron al viento sus exquisitos aromas
alimentando el aire de algarabía y fiesta.
La quena, el rondador y la zampoña
silbarán melodías de alegría desbordante,
del viento, de agua de cascadas,
de cantos portentosos y mágicos
endulzaran los ignotos sentidos
de los visitantes.
Las mujeres
los hombres
los niños
los ancianos
los animales
oteando el mar enmudecido
pacientes, silenciosos, ansiosos
con el poncho de lana
con el anaco de seda
con el reboso de colores
con el corazón anhelante
con el alma angustiada,
miraban atentos al mar
que traería en sus lomos
a los amos de las lejanas tierras.
II.
Llegaron.
Un minúsculo punto, insignificante,
tiñe el límpido y azul cielo
surca el manso y verde mar,
emerge desde la infinitud de espacio.
El pestañeo se vuelve grande.
Inmenso, majestuoso, fiero,
aterrador, intimidante.
Son tres velas blancas
con una señal en su pecho.
Son tres barcazas oscuras
que traen grabada la invasión en su proa.
Las palmas, brazos y miradas
elevan loas insulsas a los visitantes.
Nadie los había convocado
llegaron sin haberles convidado.
Y sus roñosos pies profanaron el suelo:
virgen, sacrosanto, impoluto.
Las patas de sus bestias
deshonraron los pastos, la arena,
las chozas y los templos.
Extraños sus rostros, absurdas miradas
Inentendible lenguaje, mágicas sus piedras
Gestos chocantes, codicia desbordante.
Hoguera de plantas aromáticas
enredadas con sus pestilentes apetencias
danzan inocentes salutaciones.
Y comieron el pan de cebada
endulzada con la miel del aprecio.
Y bebieron la chicha de maíz
fermentada en la luz de libertad.
Y compartieron su choza de barro y paja,
su jergón y su huerto.
La Luna los envolvió
y su tímida luz los abrigó.
La noche pasó lenta y serena
los sueños cobijaron las ambiciones
y acumularon avaricias.
Los anfitriones reposaron sosegados
sin advertir las perversas intenciones
maquinadas en las astutas mentes
de los recién llegados.
El Sol despertó
y los rayos amarillentos aclaró los tesoros.
Y excitó el apetito insaciable
del oro y la canela
de los dioses generosos
de los prados bendecidos
de las manos laboriosas, diestras
y de la mujer cobreada.
Dioses fugaces y extraños surgieron
del éter incorpóreo de la astucia.
y, confabulándose con el engaño,
la mentira y la ruindad
urdieron en silenciosa complicidad
la apropiación de la tierra.
III.
Se quedaron
Las lustrosas piedras de los caminos
reflejaron el rostro de los invasores
destellos de su apetito reprimido
iluminaron los templos y las casas.
En vasija de barro les brindaron la bebida
en esteras de totora reposaron sus testas
y en chozas de barro y paja cobijaron sus cuerpos.
Y escucharon las leyendas de los ancianos
de las misteriosas y bellas mujeres de la selva
y de valientes hombres de las montañas,
custodiando los tesoros de los dioses.
Traicionaron la benevolencia de los nativos,
Siendo camaradas en el día
y en la noche urdiendo el engaño.
Y prepararon los viajes invasores
con alimentos de la tierra bendecida
con bebidas del cielo y las cascadas
con guías esclavizados de las aldeas
con los animales llegados desde lejos
y con las bestias apresadas.
Rogando a los dioses del viento,
de la lluvia, del sol y la tierra
proteja a los barbados
y con palmas despidieron
a los aventureros intrépidos
vestidos de lujuria y ambición.
Y fueron al Sur
cruzando los montes nevados
traspasando las florestas impolutas
colmada de frutos, de flores
y de pájaros asombrosos y mágicos
de plumajes verdes, amarillos y rojos.
Y sobre las montañas rocosas divisaron
la inmensidad del ignorado mundo.
Y en el cielo observaron al ave majestuosa
y el miedo irrumpió sus almas,
ella tenía en su cuello pintada la libertad.
Ni las aguas profundas del océano
ni las tormentas marinas
desertaron sus propósitos.
Mas ella hendía los pasos extraños
convirtiéndose en el símbolo magno
de la huida futura de los usurpadores.
Y distinguieron al rey.
El tañido de los disonantes arcabuces
emergidas sobrenaturalmente
de las armaduras del roído metal
atemorizó a la pacífica población.
Oro y plata rebosante del rescate
Segaron los ojos anegados de avaricia.
Y más pudo la lujuria que el decoro,
manchando la palabra con la vergüenza,
asesinaron al indefenso monarca.
Y viajaron al Norte
mancillaron la tierra, el cielo y las aguas
y desvalijaron a sus dioses,
y saquearon sus heredades
e inundaron de desolación la sementera
y de dolor a los hijos de los suelos.
Levaron anclas de sus carabelas
recargadas de las riquezas de El Dorado.
Dejando en pago la simiente de la traición
y la sangre contaminada de la felonía.
Y colonizaron los arroyos de cristales
E hicieron suyas las fragantes tierras.
Construyeron lujosos palacetes
para sus dioses insólitos, infecundos
y colgaron signos raros en sus cúpulas
Y obligaron a postrarse en los altares
a divinidades carentes de afecto
y a elevar rezos en su idioma inaudito.
Nos convertimos en cautivos de sus vicios
y proveedores de su vidorria exuberante
pagando tributos misteriosos y humillantes
de lo que nuestra misma tierra producía.
Y fuimos colonizados
hasta despojarnos de las sagradas tierras.
Entonces, huérfanos de la Pachamama
arrinconados con el barro, nos azotaron.
Nos quitaron el habla
Y heredé la nueva legua del silencio sumiso.
Nos quitaron al Inti
Y vestí las capas impúdicas de la ignominia
coronadas espinosas de la servidumbre
Todo nos quitaron
Y con la vergüenza de la desnudez
se levantó mi hermano para reclamar
los ropajes de mi heredad.
Miguel Torres Encalada nació en Girón (Ecuador) en 1960. Realiza estudios universitarios en la Universidad de Cuenca. Se gradúa de Ingeniero Civil en el año de 1986. Ha escrito algunos artículos que han sido publicados en Internet. Ha incursionado en la literatura por afición y ha publicado algunos libros en Autoreseditores.com. Entre los que se puede mencionar a: “Lecturas de la Biblia”, “El Aprendiz”, “La pobreza en el amor, Pensares”, “Al otro lado de la pantalla..”. “Memorias de la Maldad”, “La Fábula de la Muerte”, “Cavilaciones en el Autobús”.