Cuando el novelista y ensayista Miguel Gutiérrez publicó su polémico ensayo sobre los escritores peruanos nacidos en la década del ‘20, lo tituló La Generación del 50, un mundo dividido, tomando para ello la denominación dada al conjunto de las obras completas del poeta Washington Delgado: Un mundo dividido, editadas por la Casa de la Cultura del Perú en 1970. Allí se agruparon los siete poemarios escritos por el autor entre 1951 y 1969, que empezaron a editarse en 1955 (Formas de la ausencia, Lima, Ed. Letras Peruanas). Resentido y frustrado, Delgado prometió no volver a crear poesía, y hasta los años ochenta, no había entregado a la imprenta un libro más de poemas, aunque en 1979 se hiciera acreedor al primer premio de la Bienal de Cuento Copé, por primera vez convocada.
«La independencia y la calidad líricas de este autor subrayan lo inusitado de su obra en la poesía peruana de los últimos veinte años», anota respecto de Washington Delgado el crítico Alberto Escobar en su Antología de la poesía peruana (pág. 169, Ed. Nuevo Mundo, Lima, 1965).
Es por eso que ahora estamos conversando en la sala de su casa de José Gálvez en Miraflores –no la conocida de José Leal en Lince–, con este sentido poeta que pese a todo ha seguido y sigue ligado a las musas de la poesía, superando todos los dolores y frustraciones que no han dejado de aquejarlo durante este último cuarto de siglo, sobre todo la pérdida de su compañera de toda la vida y la inesperada partida de uno de sus jóvenes y amados hijos, Juan Pablo.
De familia cusqueña, nació en el Cusco en 1927 –justo el año en el cual se denomina a la Generación Española que más influencia ha tenido en su poesía– cuando se escribía con zeta (no con «s» ni con «q» y «k», que él cree sólo el alcalde lo hace). Estando muy pequeño, con 4 ó 5 años de edad sus padres emigraron a Lima. De tal forma que del Cusco sólo le queda un desarraigo, la seguridad de ser un hombre que anduvo siempre buscando sus raíces. «Yo soy limeño, aquí me crié, y hablo como limeño. Lo cual lamento, porque los hombres de nuestra serranía hablan mejor el castellano. Pronuncian muy bien la ‘c’, la ‘z’ la ‘s’ y especialmente la ‘ll’», anota con un dejo de humor.
Sus primeros años en Lima transcurren en Santa Beatriz, hasta cumplir los 7 u 8 años. Allí al parecer conoció a Julio Ramón Ribeyro, otro de su generación, ya que los hermanos de éste lo reconocieron más adelante como del barrio. Recuerda como vecino a Pepe Bonilla, un narrador que precedió a Enrique Congrains en el manejo del mundo marginal limeño. En Santa Beatriz asiste a una escuelita hasta mudarse al barrio de La Victoria, a la cuadra 7 de la avenida Iquitos. Le apena haberse ido de Santa Beatriz, barrio de poetas, donde habitaran Eielson, Sebastián Salazar Bondy, Sologuren, Blanca Varela, Chariarse, Iturriaga.
No obstante, cerca de su nueva casa vivían otros literatos, como Moreno Jimeno en Sebastián Barranca, Américo Ferrari en Manco Cápac, Jorge Pucinelli también en la avenida Iquitos. Washington es matriculado en el colegio San Andrés, antes Angloamericano, situado a unos diez cuadras de su casa, plantel fundado por un discípulo de Unamuno, John Mac Kay, en 1927. Jorge Basadre cita al colegio en su Historia de la República.
A pesar de su facilidad para las ciencias exactas, ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad Católica, y luego de los dos años que debían hacerse, optó por seguir la carrera de Derecho. De la Católica pasa a San Marcos, quedándose en el primer año de Derecho para estudiar Literatura.
En las aulas sanmarquinas conoce a Pablo Guevara, con quien viajará a España y luego se harán compadres, y con quien empieza a escribir en serio («Pablo escribía poemas más dinámicos, más extensos», rememora).
Cuando cuenta con 26 años “Formas de la ausencia” logra el Premio Nacional de Poesía 1953, siendo publicado dos años después y recibido con elogiosos comentarios del argentino Miguel Brascó (autor de una amplia e interesante “Antología de la poesía universal”, donde Washington figura junto con Eielson, Sologuren, Sebastián Salazar y Lola Thorne entre los de su generación) y del crítico Luis Jaime Cisneros. La lectura de “La voz a ti debida” del español Pedro Salinas en 1950, le había revelado una nueva forma de poesía: la de la meditación poética. Más adelante vendrán otras lecturas, como las de Jorge Guillén y Cernuda, pero especialmente la del genio alemán Bertold Brecht. Uno de estos cambios en el lineamiento de su creación –y fundamental– se opera con su viaje a España, con una beca del Instituto de Cultura Hispánica de apenas 50 dólares mensuales que alcanzaba nada más que para casa, comida y lavado de ropa. En España más que estudiar, lee; lee mucho: todo Benito Pérez Galdós, precedente increíble de García Márquez; a Valle Inclán –del cual en Lima sólo se conocían sus Sonatas– que tiene tres etapas de escritura, quien también creara poesía modernista, como La pipa de kif, nombre este último de un alucinógeno puesto de moda por los modernistas, y especta una obra teatral del mismo: “Romance de lobos”, cuyo tema es muy parecido al de “Todas las sangres” de J. M. Arguedas.
Antes de su viaje deja con Abelardo Oquendo “Días del corazón”, quien junto con Luis Loayza y Mario Vargas Llosa publican el poemario en 1957 bajo el sello de Cuadernos de Composición. Durante su estadía española prepara el libro que habrá de consagrarlo: “Para vivir mañana”.
Luego de dos años y medio, Washington retorna al Perú y él mismo edita “Para vivir mañana”, que José Miguel Oviedo comenta, titulando con alborozo su artículo en La Prensa (21/9/59) “El poeta ordena vivir”, donde según Matías Oranyi (Ob. Cit.) «La nota dominante de esta colección es la impaciencia, el descontento, la rebeldía contra la angostura de la vida mezquina, estancada, en la que nada apunta hacia el ‘día’ deseado».
En la época en que empieza a enseñar por las tardes en la Facultad de Letras de La Católica y por las mañanas en La Cantuta, hasta que ésta sufre una de sus tantas clausuras, y pasa a dictar clases en la Escuela Superior de Arte Dramático y en la Escuela Nacional de Bibliotecarios. Entonces, Juan Gonzalo Rose, sin querer, lo lleva a San Marcos, pues ambos postulan para una ayudantía de cátedra, el cargo más inferior de ese entonces, y Rose gana quedando Washington como accesitario, pero Juan Gonzalo nunca se presentó y queda nuestro poeta como ayudante, pasa luego a jefe de prácticas y después a catedrático auxiliar, transcurriendo así cuatro años como contratado, hasta que concursa y pasa a ser un profesor titular sanmarquino, primero enseñando lengua, gramática, con algunas horas de literatura.
La década del ‘60 ve nacer los poemarios “Parque” (Ed. La Rama Florida, Chaclacayo, 1965), “Formas de ausencia” (Cuadernos trimestrales de Poesía, Trujillo, 1965) –¡dos libros en un año!–, “Tierra extranjera” (Ed. Perú Joven, Lima, 1968) y “Destierro por vida” (Milla Batres Ed., Lima, 1969). “Tierra extranjera” se integrará a este último libro, y surgirá “Canción española”, conformando todas estas obras como ya se dijo, “Un mundo dividido”, publicado por el INC en 1970.
Hace un par de semanas atrás recibió el grado de profesor emérito, aunque la resolución nombrándolo como tal data del ‘88. Marco Martos, su discípulo confesado, leyó un sentido y profundo discurso. Washington en su discurso de orden dejó lo ceremonioso e hizo un sincero balance de sus más de treinta años de maestro universitario, reseñando las cosas buenas y malas que le tocó vivir, con memorables palabras. Como dijo Martos, estamos ante un hombre bueno. Al que le tocó tal vez vivir una época mala, la misma que aireó con sus poemas, añadiremos nosotros. Tres poemarios suyos esperan su proceso de edición: “La muerte de Artidoro”, de carácter histórico, “Poemas en prosa”, ensayando por primera vez este estilo y “El hijo del gran Conde”. Toda esta poesía ya no está escrita en primera persona. Después de lo de Copé hay dos o tres cuentos más y planes para que su “Historia de la literatura republicana” (1979) se extienda a todas las etapas de nuestra historia, y deje por ende de ser sólo republicana, corrigiendo y aumentando el libro. Sus artículos periodísticos escritos en El Dominical de El Comercio bajo el título de Bagatelas (tomado de Valle Inclán) tienen un 90% de posibilidades de publicarse. No hay, pues, destierro. Se vive el hoy, se vivirá el mañana, pese a las frustraciones y al dolor. Se llega, Washington, se llega...
Washington Delgado (Cuzco, 1927 - Lima, 2003) fue escritor, poeta, profesor y crítico literario. Destacado miembro de la generación del 50, de la que también formaron parte Alejandro Romualdo y Sebastián Salazar Bondy, entre otros, la obra poética de Washington Delgado se orienta hacia lo cotidiano y lo social y se caracteriza por un notable rigor formal. Cursó en la Universidad Católica letras y derecho, estudios que posteriormente ampliaría en Madrid (1955-1958). De regreso al Perú, se doctoró en literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde 1958 alternó la docencia universitaria con la crítica literaria y la creación poética. En sus primeros libros, Formas de la ausencia (1954) y Días del corazón (1957), cultivó una lírica de temática intimista con un notable refinamiento formal. Desde Para vivir mañana (1959) imprimió un giro social a su trayectoria; la injusticia y los problemas sociales se convierten en preocupaciones centrales, y se expresan en tono sentencioso y también irónico. En esta línea se encuentran poemarios posteriores como Parque (1965), Tierra extranjera (1968) y Destierro por vida (1970). En 1970 reunió todos los libros anteriores con algunos poemas inéditos y los publicó en la recopilación El mundo dividido. El titulo se refiere a la imposibilidad de conciliar la poesía o el arte en general con la responsabilidad y el compromiso social; movido por tal incompatibilidad, ese mismo año anunció su abandono de la creación literaria. Tras un paréntesis, sin embargo, publicó Reunión elegida (1988). En Historia de Artidoro (1994) expresó a través de un álter ego su visión de la violencia política y social del país. Y Cuan impunemente se está uno muerto (2003). De su faceta de estudioso de la literatura cabe citar su Historia de la literatura republicana (1980). En 1952 se le concedió el Premio Nacional de Poesía José Santos Chocano. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua Española. (Biografía extraída del website biografíasyvidas.com).