I
La Luna menguante durante la mañana
en el celeste Cielo con su geometría.
Las palmeras erguidas, quietas sin Brisa,
Los pájaros planean hasta ellas
Guareciéndose para comer sus frutos.
Las impávidas gárgolas testigos son.
El calor del Verano se extiende
sobre la Bahía y su prehistórico Río.
Yo sentado en el parque disfruto
tratando de comprender.
¡Sobre el follaje moviéndose
por la Brisa que se despertó!
¿sobre el horizonte en lontananza
Besándose con el río?
¿sobre el rocío que aún duerme
extendido en el pasto?
¿sobre el Tiempo que me queda por vivir contemplando?
¿por qué debo comprender?
Si los hechos, maravillas y milagros
de la Vida son un regalo eterno
que me brinda la existencia, Dios.
II
REMIX DE DOS SONETOS BARROCOS DE Francisco de Quevedo y Villegas, Luis de Góngora y Argote.
¡Ahí estás, Otoño!,
con tus hojas caídas acariciando al Estío
“¡ah de la vida! ¿Nadie me responde?
¡Que sin saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!”
Nada nos libra
Ni del amor su roce y misterio
Porque también se lo traga el Tiempo
Como tormenta abarcando al cielo.
Por eso te digo:
“goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada…,
no sólo
en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente:”
tierra, humo, polvo, sombra, Nada.
Somos rehenes de nuestras emociones
somos culpables por haber nacido
somos signados hasta que morimos
y aun después de la muerte
restos quedan de nosotros
¡ahí estás, Otoño,
Con tus heladas manos de Invierno!
III
Y ella me confesó
que el auténtico coraje se demuestra
aceptando las afrentas sin pestañear,
lo comentó con melancolía
como el hombre sedentario,
que por muchas riquezas que posea,
jamás sabrá gozar
de la compañía de las estrellas.
Entraron deidades antiguas con candelabros
rompiendo la magia de su confesión,
y la habitación quedó sumida
en una penumbra azulada
como nuestras sombras.
IV
De pronto invaden el sendero
ciegas formas que abrasan el oído
y despierto en el aire en el que me voy muriendo;
olvídame como a la luz, a la sombra, al desmayado aliento
de esta luz temblorosa y fraticida
escondida en la perdida geometría
del canto sobre el viento.
Y quizás entre los ángeles yo padezca
el cruel destino en el silencioso coro
y en las tinieblas de sus sangres áureas
agonice mi vida que fue oro.
Y un ángel se me vuelve laberinto,
urgencia de un cristal desorbitado,
y me voy yendo, yendo lejos
hacia un límite que siempre estará vedado.
V
Vienes y te vas igual a las estaciones
el otoño te queda en los ojos bello
y la primavera retoña en tus manos de flores.
Vienes y te vas aunque esos ojos
que te miran desde la foto
te causen miedo, el temor de perderte
dejándome apenas solo el recuerdo.
Y yo te extraño como a la escarcha la mañana
de un invierno que no se va más…;
de ti me quiere alejar, y me niego
como el Ángel Rebelde en el Cielo
a olvidarte como a un dulce sueño
y es por eso este canto sin paz
VI
Recuerda esta noche
porque marca el principio
de la Eternidad.
(LATÍN)
Tu recorda hic noctem
quod notat principium
Aeternitatis.
VII
Llegaré hasta tu puerta
durante la noche asqueada
de nuestro amor.
Te amaré hasta el Hastío
y te enseñaré las diferentes maneras de acariciar
como las estrellas eróticas
del firmamento enfermo.
VIII
Cuando la oscuridad rodea a las cosas
y el silencio es el príncipe de extrañas ceremonias,
te dirán las estrellas que ya no brillas
como solías hacerlo; ¿por qué?
Cuando los fantasmas danzan contigo
y abres las manos como mariposas,
no olvides que la ciudad que te cubre
es una mortaja Gris.
El amor, ¡el amor!, qué palabra pasajera
los labios antes del beso se la reservan
para luego pronunciarla.