A finales de los noventa, el Reino Unido vivió una etapa de efervescencia cultural y musical propiciada por las drogas de diseño y la búsqueda de libertad. Hastiados de la política represora de Margaret Thatcher, en un acto de rebeldía, los jóvenes ingleses invadieron los clubs y organizaron fiestas ilegales al aire libre. Gravity Grave, de Alexis Brito Delgado, está ambientada en aquella etapa de hedonismo y desenfreno conocida como El segundo verano del amor. Los protagonistas de la historia —cuatro amigos que deciden pasar un fin de semana de raves— representan un retrato de la juventud de aquel entonces: divertidos, lúbricos y desencantados del sistema capitalista que solo quiere laminar a sus habitantes.
Con grandes dosis de humor negro, cinismo e irreverencia, a través del narrador del que nunca llegamos a conocer su nombre, Brito relata los acontecimientos de la noche; la misma que los cambiará para siempre. La obra funciona a dos niveles: el primero, una ácida crítica a la sociedad británica y el estudio de una sociedad sumisa y complaciente; y el segundo, una mirada introspectiva sobre las emociones del protagonista, el anhelo de escapar de una vida que detesta y el efecto del éxtasis sobre su personalidad.
Un fragmento de la novela que ejemplifica las reflexiones del narrador: La vulgaridad y la hipocresía eran la moneda de cambio en un mundo que se jactaba de abrazar lo nuevo y dejar atrás todo lo inservible. Aquello, cosa que no tardé demasiado en descubrir, era una terrible mentira. De haberlo querido, con aceptar los designios de la mayoría, habría sido admitido como uno más. Me negué rotundamente y elegí mi camino. Me aferré a mis aficiones, a la música en general, para formar mi personalidad. Me enorgullecía saber que me había hecho a mí mismo, en todos los sentidos, como un superhombre nietzscheano. Logré escapar de la tontería de mi familia, de la estrechez de miras de mis vecinos, de la mediocridad de mis profesores, compañeros del colegio y del instituto. Fui firme, no cedí en ningún momento, a pesar de que todo estaba en mi contra.
Entre alcohol, todo tipo de sustancias ilegales y un burlón análisis del mundo nocturno, destaca el gurú de la pandilla —“Visionario, estudiante fracasado, viajero acérrimo, consumidor de XTC, camello a jornada completa”— Spike: un alma perdida inmerso en el lado caótico de la vida que, gracias a la química, ha ampliado los horizontes espirituales de —tal como se denominan a ellos mismos— Los cuatro jinetes del Apocalipsis.
La música, como no podía ser de otro modo, es un personaje más de la obra. Como si se tratara de una película, las canciones de las bandas más emblemáticas de la Movida Madchester —The Stone Roses, Happy Mondays, The Charlatans, Blur, Primal Scream, The Soup Dragons, Inspiral Carpets y The Verve— nos acompañan mientras transcurre la historia. El Britpop se encontraba a la vuelta de la esquina dispuesto a arrasar en las listas de ventas de la pérfida Albión.
Aunque las comparaciones son odiosas, Gravity Grave es un viaje iniciático al estilo de “El guardián entre el centeno” que, a diferencia del clásico de J. D. Salinger, resulta mucho más desolador: el mundo no ofrece demasiadas expectativas, el futuro está agotado y la sociedad implacable aniquila a los débiles. En especial, los sueños y ambiciones del narrador, cuya máxima aspiración es convertirse en novelista. A pesar de ello, siempre quedará un resquicio de esperanza al final del túnel.
Gravity Grave es una obra arriesgada: cuenta con una historia electrizante, un exhaustivo conocimiento de aquella época y una serie de personajes atípicos en un mercado editorial que busca la corrección para agradar a todos los públicos. Sin un ápice de nostalgia, nos sumerge en una etapa en la que los jóvenes pensaban que iban a conquistar el planeta. Por desgracia para ellos, tal como sucedió con otros movimientos musicales del pasado, Madchester tuvo las horas contadas.
Un fragmento de la novela:
“Spike aparcó en la parte trasera de la casa. Lo mejor era olvidar la rave y dejarnos llevar por la marea, independientemente de adonde nos condujera. Como de costumbre, este tomó la mochila, comprobó que las puertas del coche estuvieran bien cerradas, y se aproximó al patio delantero con la arrogancia que lo caracterizaba. Una sonrisa irónica se dibujó en mi boca. Mi colega, de no haber sido camello, tenía que haber montado una banda de rock. Poseía madera y actitud de estrella. Era locuaz, inteligente, desdeñoso, espabilado. Cada vez le encontraba más similitudes —tanto físicas como personales— con el líder de Verve, Richard Ashcroft. Ambos compartían una desvergonzada confianza en sí mismos, creían en la causa por la que luchaban —Spike por las drogas y Richard por la música— y no se complicaban la vida con gilipolleces.”
Alexis Brito Delgado (Tenerife, España, 1980). Poeta, narrador, reseñista. Autor de las novelas “Wolfgang Stark: El Último Templario” (Editorial Seleer, 2011) y “Gravity Grave” (Palabras de Agua, 2014). Sus relatos aparecen en I Antología Monstruos de La Razón, I Premio Grup Lobher de Relato Temático 2009, Selección Poesía Erótica Canaria 2013, Antología Steam Tales, Action Tales: Antología Pulp, Blue Bayou y otros relatos negros y Western Tales.