Sábado 14 | Diciembre de 2024
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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157
Poesía
2 1 2018
La arquitectura existencial en los poemas de Mario Camelo

1

En el sueño ninguna paz
Cuando un velo de sal nos ata
A nuestra parte mortal
A la luz del día

La inocencia de la tierra se aleja
Al solo despertar de los ojos
No quedando sino intuiciones
Reducidas a palabra de hombre

Solo palabras
Vacías de toda presencia
Niebla baja sobre las dunas

Que a paso firme
Se precipitan al mar

 

2

Consolarnos sería buscar en el espejo
La belleza del olvido
Sin raíces
Sin lengua
Sin texto

Y si hasta el exilio deviene inhabitable
Quién
Qué soy
Sin nombre dónde tenerme

¿Quién se ocupará de mí?

 

XIV

1

Otro el mar de los pescadores
Crepúsculo y grito de gaviotas
Prontas a desertar
El poco cielo diurno que resta
Al primer pálpito en los velámenes

Mar que de noche adivinan a tientas
Pilotos magos virando de bordo
Bordeando pese a la fauce de los bajíos
Porque la fortuna de las gentes pobres
Nunca se halla lejos de la costa
A la vista de colmenas de puntos luminosos
Que a esas distancias
Parecen emigrar tierra adentro
Empobreciendo todo de soledad

 

2

Para ellos no hay crónicas
De monjes antiguos ni preocupación
De geógrafos cuando en mañanas de verano
Acodados sobre muros de piedra blanca
Trazan líneas cifras signos
Sobre mapas para otra suerte de navegantes
Que desconocen la sed
Los pies en sangre ennegreciendo la cubierta
Ni el miedo de las pequeñas embarcaciones
En manos de la nada

Para ellos ningún mar tutelar
Ninguna prerrogativa

Oponiendo el hambre a la muerte
Y la resignación de mujeres y ancianos
Que en habitaciones de cáñamo
Y miseria silenciosa y sin trance
Velan con los petreles cenicientos
Sobre la aurora de las bahías estrechas
Para que innombrables historias
Exulten de nuevo sobre la arena

Entusiasmando de rumbos y coraje
Los ojos grandes abiertos de los infantes

 

XV

Esposar mujeres
De otras costas
Más allá
De las estrellas
Domésticas matutinas

Amarlas
Como mendigos a la puerta del desierto
Mujeres inmemoriales inapropiables

Nacidas lejos
De sacerdotes del miedo
De emisarios de mercantes
Hacha en mano
Portadores de sífilis
Consejeros de genocidio y depravación

De héroes solitarios naufragados
En sus fosas funerarias
Soñando mudos lo indecible
Para generaciones de fiebre
Que tardan en venir

(continuación)

Mujeres
Con paso de danza
De vírgenes antiguas
Que puedan darnos hijos
Nacidos de vientres
Ignorantes de los rigores del espanto

Oh errancia sin retorno!

Por todo patrimonio
Nuestras manos por todo legado
Y ciencia de agujas forjas
Cordajes y carpinterías
En la mansedumbre secreta
De los tejedores de velámenes

Inmensa y vana
Nuestra oración
El grito

Cuando la debilidad
Va cubriendo de ulceras profundas
Los labios la boca
Ante los hierros del mundo

 

XVI

1

Ambiguas oblicuas
Crepusculares las aduanas

…Hasta las abejas venidas
De un país de mujeres y viñas exaltantes
Aquí detienen sus rutas usuales
También los idiomas y sus bibliotecas
Nacidas de otra saliva
Sedimento de edades ausentes
País cautivo hoy a la intemperie

Este es el sitio
Donde sucumbe el hombre
Su historia sus prodigios:
Afasia

Y manos investigando el sexo
De hijas núbiles
Amenazas insultos
Todo el genio de la violencia
Imprevisible rugiendo
Como espectros de la tierra

 

2

No saben
Que no vivimos sino en el viento?
Nunca el frontón de las ciudades
Ni el énfasis de las montañas
O los procesos verbales
Han detenido el viento

Basta acercar el oído
A la boca de los manantiales
Para redescubrir la lengua
Única del humano

Los que erran el alma las manos vacías
Sobre la tierra no son extranjeros:

Nuestro olor nuestra manera de ser de mirar
En sus rostros

Trasuntan los nuestros

 

Olor marino de tu pecho

Lequel est l’homme du matin
et lequel celui de ténèbres?
René Char

 

1

Con hambre y fiebre celeste llenarnos de la noche
Conversar con nuestro pasado de hombre
Dejándose perder una vez solo una
En la densidad del cuerpo sus sueños

Más allá y acá de todo tiempo

Frutos reposando en camino hacia maduración
En el árbol la noche y las aguas
Corriendo tras el vuelo de los pájaros

Las manos en el musgo
Presienten el color la humedad fragante
Silueta que la oscuridad niega
Así nuestros espejos el rostro de dioses
Extranjeros que mudos ciegos sin poderes
Contemplan la luna moverse en el viento
Devolviendo irónicos la extensión de la tiniebla
Donde se pierden nuestro adentro y afuera
Abandonándonos al insomnio
A los manantiales confusos
Donde nace la poesía

 

2

En ese único silencio oírnos

En hora de dioses y desastres
Sin otra gracia que la espera
Vertiginosa
La escucha
Prestos a todo riesgo
Simiente hecha de tierra
Cara al surco
Abandonada a la esperanza

Espejo último la noche
Lejos de toda presencia
Distante del celaje embrutecedor
La luz
El ruido
Que desorienta y putrifican
Sin voces
Salvo la nuestra
Conduciéndonos calladamente
A la forma menos sorda
Y opaca
De nosotros mismos

 

3

A la noche entramos
Tras abandonar nuestra sombra
Quedando sino lo que somos
Desposeídos de todo
De los otros
Que nuestras manos no alcanzan a abrazar
Ni restituir en el parque lejano
La arboleda entre usted y yo
Donde de tiempo en tiempo
Escuchamos naufragar guerras
Su nave y la mía
Con el estrépito de roturas de hojas blancas
Vimos hibernar embajadas al gusto ácido de ceniza
Solos entre nuestras propias palabras
Propietarios de nuestra mortalidad

Y esta tierra que tanto deseamos
La misma que nos entierra negándonos lápiz
Tinta papel los ojos de agua de aquella
Que posando su mano en el hombro
Nos lanza al día riendo

(continuación)

Bastaría una embarcación minúscula sin fanal
Un ancla una brújula de latón en busca de su patria…

Cómo reinventar el sueño
De bruces beber agua
De la fuente…
Y que de nuevo hable
Diluyendo en su azul tanto paso
Inútil
El espíritu temblando

 

4

Los olores sin nombre
No pertenecen sino a la noche
Como sin nombre los relámpagos lejanos
De una indecisa tempestad - luciendo allá
En los grandes espacios de las hierbas aromáticas -
Que no aporta sino viento y murmullos
Muertos de miedo contra la ventana

Consumidos por la llama de la lámpara
Los verbos de la tormenta
Se pierden en el dédalo de la casa
Quedado en ecos intermitentes
Desnudas voces extenuadas
Aquí su prisión y laberinto

Es lo que en la noche florece
A veces (Ah el olor marino de tu pecho)
Y la caligrafía insolente de uno u otro poema
Persiguiendo la huella de otros
Como los perros por los orines esparcidos
En la esquina de los muros y las hierbas altas
Abrigo de insectos insólitos y vuelo de mariposillas
Blancas apenas adivinadas en el instante de un sueño
Que de lejos escucha el mar

 

5

En aquella lentitud la noche
Se obstina a recordarnos
Que somos contemporáneos de las nubes
Y sus sombras apenas escollo
En la memoria del atardecer
Donde se extingue la luz
En el fondo de un río
Que ya no nos pertenece

Obliga a buscar refugio
En el humus
Más profundo de la penumbra
Que acompaña el claroscuro
De nuestra casa disimulada

 

6

En mano de artesanos
La noche es obra de arte
En la boca del infierno:

Allí no duermen los devoradores
Solo los hambreados
Con sus botijos de peregrino
Portadores de agua para una sed ávida

Maldicen la libertad sus abismos
Todo este orden este caos
Este orden caótico en el caos
Este caos en el orden
Que los hombres hemos inventado

La destrucción sigue su curso

 

7

No dormir
No

Resucitar

Resucitar con ganas
En los doce signos
En carne y hueso
Y vertiginosamente acostar
En una playa hecha de palabras
Sin arrugas ni extinción y rasgarlas

Atravesar sus oscuridades de piedra

Hasta la herida en el muro
Por donde empuja un alba
En jirones

Delirantes correr
Brincando frenéticos
Y hundirnos en la fiesta

Sentir sus ritmos vibrar
Zumbar en las entrañas
Jugando por los espacios sin fin
Evanescentes
Que nos liga a la tierra
A nuestra huella de sal

 

8

No importa la cara de extranjero
Nuestro país al otro lado
Que nadie conocerá sino por mendrugos
(Gusto dolorosa almendra:
Todo su secreto)

Y no ser más los ausentes
Espectadores alrededor del viento
Rondando en círculo
Águilas hambrientas

Traicionando aquel mar
Que se inventa en la distancia
Cuyo aliento en camino
Lento hacia su dilución
Observa y pregunta
Si hemos comprendido la edad
Que sopla sobre nuestras cabezas
Su granizo su borrasca
Oracular evaporándose

 

Es ist Zeit, dass der Stein sich zu blühen bequemt.
(Paul Celan)

acerca del autor
Mario

Mario Camelo, poeta y traductor colombiano (1952). Realizó estudios de literatura en Colombia y Suiza, donde reside desde 1979. Su obra ha sido publicada en Colombia, España, Dinamarca, Italia y Suiza. Su libro más reciente se intitula CANTIGAS, que reúne la poesía escrita entre 1974-2017. Sestante editore-Universidad de Bérgamo. Italia. Además de su propia obra en poesía, ha traducido al español poetas como Giuseppe Ungaretti, Philippe Jaccottet, Jehuda Amichai, Gezim Hajdari, Anne Perrier, Pierre Voélin, Kurt Marti, Giorgio Caproni, entre otros.