Recupera el autor de El adversario (1999) el estilo visionario y metafísico de aquellos poetas para reescribir sus vidas de forma experimental, desde el punto de vista de un espíritu creador que lucha por descubrir su verdadera naturaleza, abandonando la cronología convencional. Organiza el francés su libro en torno a la ausencia de estructura. En lugar de una biografía, lo que nos ofrece es un collage de vida, donde temas, imágenes o ideas se reúnen en torno a las etapas de la carrera de Byron (y Polidori, su médico y secretario, el creador de El vampiro) y Shelley (y Mary, su esposa, la autora de la novela Frankenstein).
Cada uno de los detalles se ensambla con minucia biográfica: “Todo le pesa a Polidori, dentro y fuera de sí mismo (…) veinticuatro años de vida muerta que cuando reflexiona divide así: veinte años, o casi, de promesas”. La textura se deconstruye en ondulaciones espaciotemporales, hasta formar un mosaico impresionista a base de poesías, cartas, borradores, fragmentos de ensayos, anécdotas, dibujos y memorias: “Yo no soy este hombre, [escribe Víctor Frankenstein] no llevo su nombre aborrecido, pero como debo pasar a la posteridad con este nombre, y a esa posteridad dirijo estas líneas que han nacido muertas (…) lo conservo sin más”.
Reza la contraportada que el término bravura “designa aquel fragmento de una obra en la que el creador despliega todo su virtuosismo”. No otra cosa es esta novela. En todo momento, el poeta de Limónov (2011) adopta una forma de ventriloquia en estado de gracia, haciéndose cargo no sólo de la voz de los románticos y su círculo literario, sino extendiendo su imaginería al capitán Walton, su amada Elizabeth o una tal Ann, que reescribe la historia desde la parodia: “Por fin, lo primero que se le ocurre [a Ann] es que ha soñado, que toda esta historia del manuscrito, de Frankenstein, de Polidori, de la visita al hotel chino, de la habitación en el ángulo, forma parte de su siesta agitada, al igual que la conspiración entre Brigitte y el viejo copista con polainas para que restituya páginas que ella no ha arrancado. El verano en Londres no le sienta bien”.
Carrère escribe desde dentro de sus personajes, revolviendo manuscritos y cuadernos, cientos de dibujos y garabatos, el agua de mar que ahoga a Shelley o las lágrimas de Mary: “[Ann] tiene en frente el horrible retrato de Polidori. Va al tocador, apoya las dos manos en el lienzo para girarlo y que el espejo vuelva a su sitio. Prefiere verse ella que él, aunque teme advertir en su propia cara los progresos de la locura”. Algunos pasajes se dirían rayados a cuchillo, otros perforan la superficie del papel, los más parecen garabateados: “Ann busca detrás del espejo el lugar que ocupan los ojos de Polidori, que boca abajo se hallan a la altura de su sexo, en el que debe de clavar miradas llenas de codicia”.
El resultado es un palimpsesto lisérgico a base de tachaduras y correcciones. La resplandeciente inmediatez narrativa desprende un aura sentimental, con descripciones que adquieren un brillo natural, donde los hechos parecen estremecerse antes de ascender hacia la fantasía: “Mary [Shelley] no es una adicta a los diarios íntimos. Prefiere escribirse cartas a sí misma, a corresponsales imaginarios o tan abstractos como Emily”. Bravura es la crónica de la aventura caótica de esas mentes inquietas, sus viajes, sus amores en serie, sus saltos creativos y sus límites.
Escribe el novelista de El Reino (2015) en una especie de deslumbramiento perpetuo, de hipnótico tiempo presente: “¿Percy ha adivinado su turbación, ha leído su diario secreto? ¿Quiere reencontrarla [a Mary], o bien engatusarla para atraerla a algún juego cuyas figuras ha debido de pasarse el día preparando con Byron?”. La fuerza espiritual de los románticos ingleses, su extraordinaria combinación de panteísmo, platonismo mujeriego y ciencia post-newtoniana, se reaviva en la espiral ascendente de esta novela, en sus visiones e invenciones. El resultado es un libro arriesgado, pero singularmente estimulante, que consigue acercar la poesía maldita del XIX a una nueva generación de lectores.
Sevilla 2017
José de María Romero (Córdoba, 1972) es poeta y novelista. Su primer libro “El corazón el hueco”, consta de la trilogía Resurrecciones (Asociación Cultura y Progreso, 2011), “Mil novecientos setenta y Dos” (Ediciones en Huida, 2011) y Talismán/Talisman (Editorial Anantes, 2012. Edición bilingüe. Traducción de Curtis Bauer), del que la plaquette “Ridículo ciego feliz en mi sitio”/”Ridiculous blind happy in my place” (Q Ave Press, 2012. Edición bilingüe y traducción de Curtis Bauer) es un adelanto.Romero Barea fue incluido en la Antología de Poesía Contemporánea (Fernando Sabido Sánchez editor, 2011) y en la antología “1 poema 20 días” (Ediciones en Huida, 2012). Es autor, además, de una serie de novelas reunidas bajo el título común de “Interrupciones. Hilados Coreografiados” (Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, 2012) abre la serie y “Haia”. Ediciones Irreverentes publicó en 2012 su relato “To David, para David” en el blog de RTVE-RNE Sexto Continente. Colabora con sus reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional.