Es un hecho que ninguno de los innumerables críticos que los fines de semana pueblan los suplementos culturales o literarios de la prensa escrita, se atreverán a comentar alguno de los relatos novelados que gracias a la magia de la red electrónica, nos permite disfrutar de las andanzas de unos particulares personajes metidos a detectives privados, respetando la vieja usanza inaugurada por Dashiell Hammet y Raymond Chandler hace ya casi un siglo. Y no lo harán porque estos relatos, además de no calificar dentro de las categorías ordinarias en los que se divide habitualmente el género literario, distan de merecer —según ellos— de una crítica, debido al estilo poco convencional de un texto ligero y ameno, destinado a entretener al lector más que pretender acercarlo a cumbres literarias.
A falta de crítica literaria convencional, los relatos a los que se accede a través de la red digital, reciben abundantes comentarios de los lectores y curiosamente —o sorprendentemente— ninguno de ellos objeta el estilo, la calidad del texto o la originalidad del argumento y su desenlace. Hay si bastantes comentarios respecto de la posible visión ideológica así como la postura frente a hechos cotidianos que a diario conmueven a la sociedad, donde el autor —a través de los protagonistas— se explaya con argumentos y ocasionalmente con fundamentos generalmente alejados de lo que la fuerza mediática ha instalado como políticamente correctos.
El texto suele combinar con sutileza acontecimientos y personajes de nuestra historia reciente con nuevas interpretaciones sobre cómo se han desarrollado en realidad los mismos. Mezcla para ello diferentes hechos sucedidos en distintos escenarios incorporando personajes que le dan al relato un particular color, que nunca desentona con la trama que el lector va percibiendo a medida que avanza con la lectura. En ocasiones, los nombres de los personajes que se intercalan en la historia guardan una cierta ironía que no siempre resulta fácil detectar para el lector novel, poco informado o no familiarizado con hechos delictivos o tramoyas políticos de otras épocas, pero ello no le quita interés a la trama ni gusto al relato, que se deja saborear como uno de los tantos manjares que en el texto se describen con precisión. Para que cualquiera pueda posteriormente ensayar su preparación, cuando se sienta con ganas de acompañar en la imaginación a alguno de los simpáticos personajes.
Miguel Polanski
(economista pero no cocinero)
Articulista del diario Cronista y de El Economista (Argentina)
Alejandro Marín, abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Escribidor egresado de su sillón de leer, donde le han acompañado muchas cabezas gordas que espero que algo le hayan contagiado. Ha leído desde “Mister Reeder” de Edgar Wallace hasta “Montalbano” de Andrea Camilleri. Ha escrito algunos artículos sueltos sobre temas jurídicos y un ensayo titulado “Cortémosla Carajo!”, tratando de explicar las inexplicables calamidades argentinas y que fue muy bien recibido en la Feria del Libro de Buenos Aires del año 2012. Con ese título, que le debe a su apreciado amigo que ya no está, Jean Lascaray, continúa con su blog, que publica artículos propios y de extraños que le resultan interesantes y divertidos. Ha publicado en Amazon tres andanzas de sus nuevos amigos, Jordi Gonorria, economista iconoclasta y cocinero minucioso y Quito Verdudo, meticuloso y querible ex comisario.