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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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157
Número Especial
12 5 2003
“De la antropología a la búsqueda iniciática para terminar como Nagual, hombre de Conocimiento” por Héctor Loaiza
A los treinta y cinco años, Carlos Castaneda no se imaginaba que aquel encuentro del verano de 1960 con el viejo brujo de tez tostada y cabellos blancos, en una ciudad mediana y fronteriza del estado de Arizona, cambiaría su destino. No había asumido la vocación artística de sus inicios en Lima (1), estaba insatisfecho con sus estudios de sicología y se había reciclado en la antropología. En su primer libro relata su encuentro con don Juan. Imbuido de racionalidad académica, pretende enseñarle los conocimientos adquiridos en sus estudios. Después de haber leído y tal vez mal digerido El culto del Peyote del eminente profesor norteamericano Weston La Barre, tenía en mente realizar una investigación etno-botánica sobre las plantas medicinales utilizadas por los indígenas del sudoeste americano y del norte de México. Y entonces ¿qué pasó? "Te percibí antes de nuestro primer encuentro” le dirá más tarde don Juan en Relatos de poder, “tenías un buen tonal (su ego no era grande). Habías llegado a mí, traído por un hombre que desapareció tras haber farfullado necedades (…) Sabía que debía reaccionar rápido y atraparte (…) El acto consistió en atraparte con mi voluntad…" Así, empieza su larga iniciación a la sabiduría arcaica de los brujos toltecas, yaquis y mazatecos, con la ayuda de los "aditivos" (la datura, los hongos alucinógenos y el peyote). El aprendiz, el guerrero, el brujo Castaneda obtiene el título de antropólogo con Las enseñanzas de don Juan, una tesis narrada sui generis. El relato, publicado por la Universidad de California, despide una sulfurosa otredad y se lee con el mismo placer que una novela de ciencia-ficción. La tesis se convierte en un best-seller en los Estados Unidos, y su autor en el hombre más buscado por los medios de comunicación: es el nuevo héroe, el buscador de la verdad, el maestro espiritual de las nuevas generaciones. El libro se articula en torno al aprendizaje del arte de la brujería por el antropólogo. El lector queda literalmente fascinado por las conversaciones entre el maestro y el discípulo, y por la relación conflictiva entre ambos. Según don Juan, el objetivo de la brujería consiste en “cambiar la representación del mundo” del aprendiz. Más tarde, le explicará su método de enseñanza: "Una vez que el aprendiz ha sido enganchado, empieza la instrucción. La primera tarea de un maestro consiste en inculcar la idea de que el mundo que creemos ver es solamente una imagen, una descripción del mundo…" Afirma que el mundo de las apariencias cotidianas no es más real que el otro mundo —el de los poderes y las energías— puesto que el primero es únicamente la "mentira" elaborada por nuestra conciencia en un estado especial: la conciencia de vigilia. Con sus tres primeros libros, Castaneda no sólo aporta a la investigación científica, al ir más allá de la relación tradicional entre el investigador y su objeto de estudio, sino revela al gran público los vestigios de un conocimiento arcaico. Otro mérito es haber osado experimentar con plantas sicotrópicas y describir los efectos de éstas en la conciencia y en el cuerpo. "La verdadera antropología” —declaró en una de sus primeras presentaciones públicas en Ciudad de México en 1982— “se hace no sólo con el intelecto sino el cuerpo. Hay que prestar el cuerpo y el tiempo de uno para poder penetrar al verdadero conocimiento…" (2) Tras largas pruebas, el aprendiz aspira a convertirse en un "guerrero" impecable. El objetivo del guerrero es ver —de acuerdo a la estructura mental del brujo yaqui— que significa la experiencia directa del mundo, captar su esencia sin interpretarlo. El "guerrero" acepta su suerte con profunda humildad. No se trata de la humildad del mendigo, sino que no dominará a los demás con su saber. Un guerrero tampoco debe quejarse. Su vida es un desafío constante, y los desafíos no son buenos ni malos. Don Juan le pide que esté preparado a aceptar la muerte para cuando venga a verlo la próxima vez, ya que al aceptar la muerte, no habrán trampas, ni malas sorpresas, ni actos inútiles. ¿Cuál es el camino a seguir para convertirse en un Hombre de Conocimiento? El mismo Castaneda responde: "El mejor candidato es aquel que no posee nada. Vale más ser el perro de un indio que un millonario. Es difícil ser indio; pero ser su perro es peor aún…" De acuerdo con Castaneda hay que arrastrarse por el suelo, allí donde ya ninguna caída es posible. En su segundo libro, Una realidad aparte, le cuenta a don Juan que ha observado en la calle a chicos limpiabotas, alimentándose con las sobras de un restaurante de Ciudad de México. El brujo le dice que los únicos hombres que han recorrido victoriosamente el camino del conocimiento, empezaron como esos patéticos chicos de la calle. En Viaje a Ixtlán, Castaneda relata su aprendizaje de las otras tres técnicas que le servirán para "borrar su historia personal": eliminar la autosuficiencia, asumir las responsabilidades y tomar a la muerte por consejera. Y, cuando le pregunta a don Juan: ¿cuál ha sido el resultado del viaje iniciático obligatorio hacia la mítica región de Ixtlán? El anciano le responde que ese viaje era una suerte de metáfora que nunca tendría resultado final: un Hombre de Conocimiento estará siempre en camino hacia Ixtlán. Otra vez, en Relatos de poder, Castaneda le pregunta a su maestro por qué le ha hecho tomar plantas alucinógenas, a lo que el viejo brujo responde: "Porque estabas tapado". Conforme a don Juan, la inteligencia de Castaneda estaba tan "trabada", y su orgullo científico tan arraigado en él, que necesitaba tomar productos sicotrópicos para desbloquear su razón y finalmente llegar a ser él mismo. El tonal, el nagual y el doble del brujo A la pregunta de saber si las plantas sicotrópicas le ayudaron, don Juan responde: "Sin lugar a dudas, han desbordado con informaciones tu tonal (su ego, su cultura), y obligaron al "diálogo interno" a interrumpirse. Las plantas son excelentes para eso; pero se paga muy caro porque producen un gran daño al cuerpo. Es su compensación, especialmente en lo que se refiere a la hierba del diablo"… Don Juan explica por qué tuvo que interrumpir el aprendizaje de Castaneda con plantas alucinógenas: "…Has tomado estas plantas siguiendo mis pasos. La única diferencia, es que en vez de abandonarte a ellas, te hice interrumpir cuando consideré que habías almacenado suficiente representación del Nagual…" Recapitulando sus enseñanzas, don Juan afirma también que, debido a las trampas que le tendía a Castaneda, éste se decidió al fin a "borrar su historia personal" y a "soñar". La primera técnica le permite alejarse de su “yo” y llegar a un estado de fluidez donde el yo personal no cuenta más. Eso explicaría por qué ha rechazado que se le tomen fotos y que se grabe su voz, actitudes que acrecientan la importancia personal del aprendiz. “Don Juan decía que es mejor no saber nada de un chamán” —explica Castaneda—, “de ese modo en vez de una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo que pasa en el mundo cotidiano, donde sólo encontramos personas con problemas psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope del ‘yo, yo, yo’.” (3). Al ser utilizadas a fondo, los efectos de las dos técnicas hubiesen sido destructivos en última instancia; como todos los maestros, el brujo yaqui impidió que el aprendiz cayera en lo aberrante y en lo mórbido. La técnica de “interrumpir el diálogo interior” es la clave del mundo para los brujos. Las otras prácticas sólo son soportes que apresuran la interrupción del diálogo interno. La totalidad del ser está compuesta de dos principios: el tonal y el nagual. El tonal es todo lo que podemos nombrar, mientras que el nagual es la otra parte: lo innombrable. El tonal crea el mundo, puesto que es testigo de éste, y porque lo juzga según sus mismas reglas. Don Juan considera que el tonal es como una mesa, una isla, donde todo está. Esta isla es el mundo objetivo, lo que está más cerca de nuestros sentidos, lo que podemos percibir. Mientras que el nagual es el mundo subjetivo, lo que está oculto a nuestros sentidos adormecidos. Se trata de esa parte indescriptible de las mujeres y de los hombres, donde no hay palabras, ni sentimientos, ni conocimiento. A la pregunta si el nagual es el Ser Supremo, Dios todopoderoso, el viejo brujo responde: "No. Dios también está en la mesa". Ante la insistencia del aprendiz, agrega que el nagual no es Dios, porque el mismo Dios forma parte del tonal personal de cada ser humano, así como del tonal de cada época. Añade que el hábil control ejercido por el tonal es inútil, lo más importante es que el nagual aflore. No obstante, su manifestación pasa desapercibida. El gran arte del tonal consiste en suprimir cualquier aparición del nagual, de tal manera que tratándose incluso de la cosa más natural del mundo nadie se dé cuenta. El Hombre de Conocimiento puede tener un doble. Si logra realmente ver, percibirá que no existe gran diferencia entre el sujeto (el brujo), y su doble, puesto que el segundo es menos luminoso. El poder de desdoblamiento no puede ser utilizado para crear o resolver situaciones ordinarias: el brujo no lo utiliza para aumentar su poder. A través de una técnica de hipnosis practicada por el maestro, el aprendiz es llevado a la experiencia del “sueño profundo", el desdoblamiento. Su cuerpo se separa como si fuera un juguete mecánico que se desintegrara. Privado de las sensaciones físicas, ya no siente miedo ni inquietud. Asiste a esta escena en calidad de espectador. Luego de un lento despertar, se da cuenta de que un hombre está dormido en el suelo y que es él mismo. Tiene dos imágenes en su mente, dos sueños: siente que algo en su interior está dormido y que comienza a despertar. Todo esto puede parecer el fruto de la imaginación del escritor. Pero la interpretación del fenómeno por don Juan es sorprendente: "En cuanto el guerrero ha aprendido a soñar su doble, cuando el Yo se eleva hasta esa encrucijada misteriosa, se da cuenta en un momento dado de que es el doble quien sueña al Yo…" La voluntad, la razón, las palabras y las alas de la percepción Cuando se trata de ir al encuentro del conocimiento —bajo el aspecto del aliado—, éste se muestra a los sentidos despiertos del aprendiz como una mariposa. Desde tiempos inmemoriales, las mariposas han sido las protectoras de los brujos y de quienes otorgan el Conocimiento. Uno de los pilares de la enseñanza del viejo brujo se apoya en la voluntad que es una fuerza emanando de la región umbilical, a través de una abertura situada debajo del ombligo, que él llama la brecha. Don Juan traza el diagrama de la totalidad del ser humano con sus dos epicentros: la razón y la voluntad. La razón está ligada a la palabra (la cual está relacionada con el sueño, el sentimiento y el acto de ver), mientras que la voluntad corresponde al sentimiento, al sueño y al acto de ver; y de manera indirecta con la razón y la palabra. El hombre común basa su astucia en la razón y el brujo en su voluntad, siendo ésta una fuerza más totalizadora. Cada uno de nosotros viene al mundo con los ocho puntos, de los cuales dos son conocidos por todos, la razón y la palabra (el sentimiento es algo impreciso, pero de una u otra manera familiar). Sobre los poderes de los brujos con relación a los cambios espacio-temporales, explica: "Estábamos en el tiempo del Nagual, lo que no tiene nada de aterrador. Somos capaces de cumplir proezas más difíciles. La característica de nuestra naturaleza es ser luminosa. Nuestro defecto consiste en querer apegarnos a nuestra isla monótona y agobiante, pero cómoda. Nuestro tonal es un traidor, cuando no debería serlo…" Haciendo el balance de sus enseñanzas, don Juan le comenta que sólo se ha aventurado en el registro de la percepción humana. Un brujo puede utilizar las "alas de percepción" para alcanzar a otras sensibilidades, a la de un animal o incluso a la que pertenece a otros mundos. La iniciación se termina de una manera simbólica por el ascenso a una meseta desierta que domina un valle hacia el sur. Antes de saltar al abismo, hacia la puerta del más allá donde se encuentra el vacío de lo desconocido, el viejo brujo dice: "Un guerrero será siempre feliz. Su amor a la tan amada tierra es inalterable, a la tierra que le rodea y le colma de regalos preciosos. La tristeza sólo es para aquellos que detestan a quien los cobija." El aprendiz se convierte en el nuevo Nagual, el heredero del maestro Según Castaneda, el viejo brujo yaqui nació en 1891 y soportó las consecuencias de las migraciones de los yaquis por todo México, desde los años 90 hasta la revolución mexicana de 1910. Se volvió nómada después del asesinato de sus padres. Esto podría explicar aparentemente por qué la brujería de don Juan se basa en un sincretismo de creencias de varias culturas. En el Segundo anillo del poder, Castaneda se encuentra solo tras la desaparición de don Juan y de don Genaro y sale victorioso de un duelo mágico propuesto por doña Soledad, una vieja bruja indígena. Al final, ésta le confiesa que don Juan le ha dejado un mensaje: "Ha entrado en su cuerpo antiguo y ha reemplazado su luminosidad. Ahora usted brilla como el propio Nagual. Ya no es el hijo de su padre. Usted es el mismo Nagual…" La "Gorda" le revela también el origen tolteca del saber de don Juan. Un brujo es tolteca cuando ha recibido los misterios del acecho y del sueño. Con su atención desarrollada, puede trabajar con las imágenes de un sueño de la misma manera que un hombre común percibe, almacena y recuerda las imágenes del mundo. En definitiva, el arte del soñador es el arte de la atención que —para el brujo— es la razón. "Don Juan decía que el corazón de nuestro ser es el acto de percibir” cuenta Castaneda, “y que la magia de nuestro ser reside en la toma de conciencia de eso. Para él, la percepción y la toma de conciencia forman una sola célula compacta, una unidad que tiene dos campos…" El primero es el primer anillo de poder o la atención del tonal, que es la capacidad que tiene la gente para percibir y situar su conciencia en la vida cotidiana. El segundo campo es el segundo anillo de poder o la atención del nagual, y es el don que todos los hombres poseen pero sólo los brujos utilizan: para situar su conciencia en el mundo no ordinario. La primera, la segunda y la tercera atención En El don del Águila, Castaneda revela a los lectores que don Juan tenía nueve aprendices de brujería, cinco mujeres y cuatro hombres, con los cuales él exploraba otros aspectos del conocimiento. El clan de don Juan aparenta ser una serpiente cascabel, compuesta de cuatro segmentos divididos en dos mitades longitudinales: macho y hembra. De acuerdo con el brujo yaqui, el ser humano está compuesto de dos segmentos perceptibles: el cuerpo físico y el luminoso. Divide la conciencia en tres partes desiguales: la primera atención (que se desarrolla en la gente ordinaria), la segunda atención luminosa (la conciencia del cuerpo luminoso), y la tercera atención (la "conciencia inconmensurable que incluye los aspectos indefinibles de la conciencia de los cuerpos físico y luminoso"). Durante una extraña enfermedad, la hiperventilación que se manifiesta por aturdimientos y ahogos, Castaneda —de acuerdo a don Juan— empieza "a perder su forma humana". Se despoja finalmente de sus caparazones y eso significa un "nuevo estado de renuncia a los asuntos humanos". En sus experiencias de "soñar" con la "Gorda", explora paisajes (las dunas de arena), los acontecimientos olvidados de su pasado y los encuentros maravillosos con el tigre de dientes de sable. Para Castaneda, el sueño se descompone en varias fases: la vigilia apacible (cuando los sentidos entran en el sueño y perciben un "raudal de luz rojiza"), la vigilia dinámica (la luz rojiza se disipa y es reemplazada por una escena estática: un paisaje, una calle, una casa, un rostro, etc.), el testimonio pasivo (el soñador observa un acontecimiento) y la iniciativa dinámica (cuando debe emprender algo, actuar en el contexto del mismo sueño). Las técnicas enseñadas por don Juan: "encontrar sus manos en el sueño"(4), concentrar la atención en un decorado y "soñar despierto", están destinadas a desencadenar la segunda atención, la toma de conciencia de su cuerpo luminoso. El problema más serio al que debe enfrentarse el soñador es "la fijación rígida de la segunda atención en un detalle que pasaría desapercibido por la atención de la vida cotidiana". La última tarea propuesta consiste en salir del cuerpo. De la maestría de la segunda atención depende la idea de querer y es "percibida como una fuerza que irradia desde el centro del cuerpo, después del más absoluto silencio…", y que es de hecho la definición misma de la voluntad. La larga búsqueda del aprendiz desemboca en el descubrimiento del simbolismo del Águila que representa "el poder que gobierna el destino de los seres vivientes". El Águila devora "la conciencia de las criaturas de la Tierra que hasta hace un instante estaban vivas pero a partir de allí estarán muertas, han flotado hasta el pico del Águila". Identificada con la llama de la conciencia —conforme a don Juan y a Castaneda—, el Águila ha creado la pareja primordial, el hombre y la mujer nagual que se muestran a los hombres con el aspecto de huevos luminosos provistos de cuatro compartimentos. Al acceder a la condición de Hombre de Conocimiento, el aprendiz recibe la "regla", el medio de acceder a la libertad (así como el propio don Juan lo ha recibido de su benefactor), la revelación de tres preceptos: todo lo que rodea al hombre es un misterio insondable; hay que explorar ese misterio sin esperar comprenderlo y, por último, el misterio del ser es infinito. Sabiendo que su tiempo en esta tierra llegaba a su fin, don Juan provoca el encuentro de Castaneda con Florinda, poseedora de un conocimiento parecido al suyo. Ella le revelará los principios del "arte del acecho": primero, que un guerrero nunca debe lanzarse al combate sin conocer el terreno; segundo, apartarse de todo lo que no es necesario para "el arte del acechador"; tercero, no complicar las cosas, esforzarse en ser sencillo y aplicar toda su concentración antes de empezar una batalla; cuarto, relajarse, abandonarse y no temerle a nada; quinto, frente a los riesgos, el guerrero debe retroceder un instante, dejar que su espíritu se distraiga y ocuparse de otra cosa durante cierto tiempo y sexto, el guerrero comprime su tiempo, pues cada instante cuenta y puede ser decisivo para el desenlace. Después de haber recibido el sentido del deber de don Juan, un conjunto de conocimientos de la parte de Vicente, la magia de Silvio Manuel y el humor de Genaro, Castaneda llega al grado supremo de su iniciación a los misterios de la gnosis mexicana. El libro acaba con el relato de la desaparición de don Juan y de los guerreros de su clan en la luz total que emana del Águila. Se transforman en "una línea de luces maravillosas en el cielo". Castaneda termina haciendo una analogía entre don Juan y la leyenda del Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada. El arte de explorar lo desconocido Tras haber escrito sobre el acto de ver durante veinticinco años, establece en El Fuego interno, una nueva clasificación de los hombres de conocimiento o brujos: antiguos y nuevos videntes. El origen del conocimiento de don Juan —según Castaneda— está en la vieja civilización tolteca, lo que ubica el ciclo de los antiguos videntes a más de dos milenios, mientras que el linaje de los nuevos videntes comienza en 1723. El clan de don Juan pertenece al ciclo de los nuevos videntes. La clave de los brujos yaqui está relacionada con lo conocido, lo desconocido y lo incognoscible. Los antiguos videntes —los sacerdotes, los magos y astrólogos de las civilizaciones tolteca, azteca y maya—descubrieron ciertas verdades relativas a los niveles de conciencia, pero cometieron el error de no establecer un orden en sus búsquedas, de confundir lo desconocido con lo incognoscible, de buscar la inmortalidad, lo que los indujo al error y provocó su pérdida. Conforme a Castaneda, lo desconocido es un dominio disimulado al hombre y "tal vez sepultado en un contexto aterrador, al que sin embargo se puede acceder…" Con las inmensas posibilidades humanas, lo desconocido se transforma en conocido, mientras que lo incognoscible permanece indescriptible, impensable e incomprensible. Los antiguos videntes dominaban el arte de ver y, debido a su contacto con otra forma de vida, poseían un "sentimiento falaz de invulnerabilidad", por lo cual fueron fácilmente aniquilados por los conquistadores. Para que un conocimiento sea creíble y esté arraigado en un contexto histórico, los poseedores de esta gnosis deben inventariar lo desconocido mediante el acto de ver. Gracias al respeto de los valores éticos —que Castaneda llama impecabilidad—, los nuevos videntes poseen el poder de abandonar lo conocido y de penetrar sin riesgo alguno en lo desconocido. Han creado un sistema de comportamiento conocido con el nombre de la vía o camino del guerrero. Gracias a lo cual, adquirieron la fuerza interior que es el sentido de la ecuanimidad, el sentimiento de bienestar y la inclinación natural y profunda hacia la comprensión. ¿Cómo consiguió don Juan convertirse en nagual, en brujo, en hombre de conocimiento, en un nuevo vidente? A la edad de veinte años, don Juan trabaja como peón en un molino de azúcar; sufre la crueldad y la injusticia de un "tirano", un capataz, quien después de haberlo maltratado le dispara un balazo en el pecho y lo abandona en el campo. Pero su destino no era morir. El nagual Julián, su benefactor logra salvarle la vida y a partir de ese día don Juan comienza su aprendizaje. El nagual Julián utiliza toda clase de trucos y triquiñuelas para retener a don Juan en su casa y convertirlo en el heredero de su conocimiento. Castaneda prosigue su investigación sobre los niveles de la conciencia, definiendo el estado de conciencia acrecentada, intermedia entre el estado de conciencia de vigilia y los niveles que permiten la exploración de lo desconocido. Los seres vivientes emiten una burbuja luminosa, percibida por los videntes, el fulgor de la conciencia forma parte de las emanaciones del Águila y viene del exterior. Don Juan le revela que el Águila da fulgor a la conciencia de los individuos por medio de la fuerza sexual y, por esta razón, el guerrero debe ser avaro de su energía. En El don del Águila, el autor sigue relatando sus experiencias sobre los tres tipos de atención: La primera es la conciencia animal que toma en cuenta el universo cotidiano y representa el mayor triunfo del hombre común; más compleja y más especializada, la segunda está ligada a lo desconocido, pero se puede acceder fácilmente a ella y por eso resulta atractiva; la tercera atención se manifiesta cuando el fulgor de la conciencia deviene el fuego interior; los seres humanos acceden a ella en el momento de la muerte, alcanzando así a lo incognoscible. En la brujería yaqui así como en otras tradiciones amerindias, existen ciertas prohibiciones relacionadas con la exploración de lo desconocido. Los nuevos videntes —conforme a don Juan— quedaron aterrados ante el conocimiento de los antiguos videntes sobre las fórmulas, los encantamientos y los procedimientos tan laboriosos, que permitían la maestría y el control de una fuerza misteriosa que está en todas partes, llamada el querer de las emanaciones del Águila o la intención. El conocimiento de los antiguos toltecas estaba repartido en cinco conjuntos, subdivididos a su vez en dos categorías: la tierra y las regiones oscuras, el fuego y el agua, lo alto y lo bajo, lo sonoro y lo silencioso, lo movedizo y lo inmóvil. Los antiguos videntes poseían un conocimiento secreto de la tierra para curar o destruir, para explorar las "regiones oscuras" y para entrar en contacto con los seres no orgánicos. En el sistema conceptual de don Juan, éstos son los "aliados", el vidente obtiene poder de ellos gracias a una vieja técnica de la brujería o utiliza la conciencia de los árboles y de las plantas para descender hacia niveles más profundos de las regiones oscuras. Las entidades no orgánicas "van más allá del pensamiento, de los estados de ánimo o de los temores más sutiles del vidente…" Hay dos tipos de seres no orgánicos: los emparentados a las plantas y los más cercanos al hombre y a otras criaturas orgánicas. Los antiguos videntes utilizaban el fuego para transportar el cuerpo humano a otras dimensiones. Habían penetrado en los secretos de lo alto (el viento, la lluvia, los relámpagos, las nubes, el trueno, la luz del día y del sol) y en los del bajo (la neblina, el agua de fuentes subterráneas, los pantanos, los terremotos, la noche, la luna y el claro de luna). Fascinados por sus descubrimientos, los toltecas consideraban que los ojos eran la clave para alcanzar lo desconocido. En el curso del "encaminamiento al poder" de don Genaro, Castaneda es hipnotizado por los movimientos del viejo brujo: Ve "una imagen significativa de las peores descripciones del infierno" y contempla un mundo rojizo, caliente y opresivo, sombrío, cavernoso y sin cielo. El guerrero debe aprender —de acuerdo con don Juan— a soñar en el estado de conciencia de vigilia, ya que dispone en este estado de innumerables defensas. Los soñadores (los practicantes del arte de la maestría del sueño) se ven obligados a encontrar un sutil equilibrio, puesto que no pueden inmiscuirse en los sueños, ni tampoco controlarlos por un esfuerzo consciente. Los antiguos videntes eran capaces de desplazarse y de mantener su “estado de sueño”, conocido con el nombre de cuerpo del sueño que creaba un cuerpo provisorio. Uno de los capítulos más relevantes, debido a su visión ecológica, es el que trata del “impulso de la tierra". "Los antiguos videntes vieron” revela don Juan “que la tierra estaba envuelta por una bola, un capullo luminoso que atrapa las emanaciones del Águila. La tierra es un ser gigantesco y sensible, sometido a las mismas fuerzas que nosotros". Poco a poco, la arquitectura conceptual termina con la percepción de las emanaciones del Águila (último arquetipo de su búsqueda que simboliza una de las manifestaciones de la totalidad) en forma de "fibras de luz irresistibles", que se multiplican y estallan abriéndose, dando a luz miríadas de nuevas fibras. El viejo yaqui narra que los antiguos videntes, dotados de la concentración y la disciplina necesarias, habían eliminado la muerte utilizando la intención y para sacar la energía de la tierra, ellos mismos solían enterrarse por largos períodos. El hombre de conocimiento en que se ha convertido Castaneda por haber coronado su iniciación y haberse vuelto vidente, enfrenta durante una noche a los antiguos videntes enterrados dos mil años atrás en un "lugar de poder". Siente que el mundo se invierte al ver en la oscuridad siluetas que se desplazan, se arrastran hacia él, haciendo muecas de pesadilla y con los brazos extendidos para atraparlo. Como la búsqueda llega a su fin, Castaneda debe conocer el molde del hombre, el inmenso haz de emanaciones en el capullo que lo envuelve. El molde es "un modelo de energía que sirve para imprimir las cualidades de lo humano sobre bolas amorfas de materia biológica". Los antiguos videntes y los místicos contemporáneos se parecen por haber ambos llegado a ver el molde humano, pero sin comprender su verdadera naturaleza. El molde del hombre es Dios —según don Juan— porque lo ha creado a partir de la nada. Hace la diferencia entre la experiencia mística (acto fortuito de ver) que permite ver el prototipo estático de la humanidad, la imagen patriarcal de un Dios sin ningún poder y de la verdadera percepción de los chamanes que está cerca de la noción de matriz, del principio femenino. Un vidente debe ir más allá del molde, que no es sino una simple etapa, una escala en el largo periplo a través de lo desconocido. El molde humano es sólo una imagen del hombre reflejada en un espejo y al mismo tiempo es el espejo. Luego de haber hecho un último viaje con “el cuerpo del sueño”, guiado y acompañado por el viejo yaqui y tras haber franqueado las barreras de la percepción, Castaneda se reúne con los miembros del clan de don Juan en la cima de una montaña. Es ahí donde el viejo yaqui, don Genaro y otros, hacen arder su fuego interior y acceden a la conciencia total, aceptando el pasmoso don de la libertad.

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A guisa de conclusión señalemos que sus tres primeros libros son testimonios del descubrimiento de un antropólogo occidental del Conocimiento arcaico de los brujos indios. A partir de El don del Águila y en sus obras siguientes, vemos al autor transformarse en un aprendiz experimentado y terminar asumiendo la condición de Nagual. En el Segundo anillo de poder intenta hacer una síntesis entre las técnicas psíquicas conocidas en Oriente y en Occidente, y los vestigios de las prácticas amerindias, para consolidar una ética basada en el pragmatismo. Castaneda explica: “Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. Él acabó con mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no tenía nada de pragmático y nada de espiritual…”(5) Termina revelándonos en El Arte de ensoñar que don Juan no sólo le inició a él sino también a sus tres compañeras, Florinda Donner, Taisha Abelar y Carol Tiggs a los misterios del Águila, del “intento”, que mueve a los seres y al universo. Las nociones del “desapego” y “detener el diálogo interior” son ecos de la “vacuidad universal” budista. La relación conflictiva y también llena de humor entre don Juan y Castaneda nos hacen pensar a las relaciones de Gurdjieff con sus discípulos (6), que a su vez se había inspirado también del relato del bardo místico, Milarepa, del siglo XII sobre las relaciones con sus maestros budistas tibetanos. (1) Como lo recuerdan sus condiscípulos de la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima, los artistas peruanos que residen en París, Alberto Guzmán, Manuel Zapata y Eduardo Gutiérrez. (2) "El Excelsior" de Ciudad de México, del 16/07/1982. (3) Entrevista a Castaneda, concedida en 1997 a Daniel Trujillo Rivas, publicada en la revista Uno Mismo. (4) Alejandro Jodorowsky sostiene que Castaneda se ha inspirado del libro “Los sueños y los medios para dirigirlos” por Hervey de Saint-Denys, Editions d’Aujourd’hui, Paris, 1890. Véase la entrevista de Jodorowsky por Agapito Perales. (5) In Entrevista a Castaneda por Daniel Trujillo Rivas. (6) En el relato “Fragments d’un enseignement inconnu” por P.H. Ouspensky.
acerca del autor
Héctor

Relatos de Carlos Castaneda: "Las enseñanzas de don Juan"; "Una realidad aparte"; "Relatos de poder"; "Viaje a Ixtlán"; "El segundo anillo del poder"; "El Don del Aguila" 1982; "El Conocimiento silencioso", 1988; "El Fuego Interno", 1994; "El arte de ensoñar", 1995. Otros libros teóricos: "Pases mágicos", 1998; "La rueda del Tiempo", 1998; "El lado activo del infinito", 1999.