I
La vergüenza yace en los espejos
recrea las grietas de un tiempo que brota ajeno y descarnado
oculta la ciudad desconocida la infancia finge latidos inexistentes
ninguno nadie cuerpo ni espíritu
envenenado el alimento sombrea y multiplica la torpeza de sus rasgos
forma no sino polvo luz que no separa vivos de muertos
imagen padecida en los huesos que aún sobran
continuidad del pulso paralizado en su otra voz
tal vez la madre susurra el lenguaje insistente y amargo de Dios
quizás el dolor morada de la bestia por mi vientre resucitada
pero más profundo es el silencio
II
La noche compite con la fuerza de la muerte
transforma con insistencia los rasgos del alma
débil y derrotada como la piedra ante sí misma
revela desiertos la luz a su figura
más allá de estas paredes
el cielo pertenece a la catástrofe
III
Es la oscuridad el último fracaso que supone las formas de la vida
el cuerpo, contrario a Dios, es insania y golpea
por qué esta soledad detenida en la garganta
la soledad atorada entre el verbo y la garganta
latente como el corazón cuando vive muerto sobre los muertos
tan impropio como puro finge la noche porque la luz no alcanza
V
En cierto tiempo, tal vez, comprenda finalmente que la estadía en este centro de piedra, silencioso y maldito, no comenzó nunca
que la vida es de aquellos que, en su apariencia, defienden la luz, el vacío adelantado al cadáver, hasta que broten, absolutas, las sombras
quizás, la miseria del corazón que me acompaña descubra la voz de otro mundo, más cruel que este, pero no, el abismo, siempre
y sin embargo yo, en la fuerza o en la oscuridad, postrada ante la ausencia, como si Dios me aceptara
XXXVII
Nadie lo sabe, pero oscurece. Lenta e imprecisa la tierra se alza, su espalda curva la derrota, similar a la creación en su silencio.
Atrás, los días nutridos de polvo, de ofrendas lúgubres como la memoria, Dios besa mi pulso y sus manos conservan más que el infinito
Alejado el peso de la vida que no es, aquello que no existe bajo ninguna noche, en ningún sitio; patria del desierto que incluso la muerte repudia
La miga y el ayuno tiemblan ante el vacío. El amor no es el hogar destruido en el origen ni el sueño condenado a la luz que todo lo desmiente.
Oscurece el polvo, el barro, perecen las horas que el primer aliento niegan
El tiempo finge guardar lazos con el sol, pero El reina bajo otro nombre
Yamila Greco (Buenos Aires, 1979). Colabora en diversas publicaciones literarias, como "Cinosargo", “Punto en Línea” (Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México), “El Coloquio de los perros”, “Revista Hispanoamericana Arte y Mundo” (participación en el artículo “Violencia y Creación”, junto a los escritores fernando Proto Gutiérrez y Timothy Wright), “Vieja Lilith”, “Casa del Tiempo”, (UNAM. México) y "Artesanías Literarias" (Nuevas Voces de La Poesía Argentina: Comentario, presentación y selección de la poeta argentina Silvia Loustau). Su poemario “Sobrevivir es una Curvatura” fue publicado en “Casa Litterae" . La revista de poesía chilena Lakúma-Pusáki dedicó una nota a su trabajo poético, así como la revista argentina “La MásMédula” (autor Nicolás Dragonetti). Realizó la selección y el prólogo de la muestra de poesía argentina organizada por la revista mexicana “Círculo de Poesía”. Sus poemas han sido traducidos al catalán, al italiano y al inglés. Su poemario “Respirar puede ser un Fracaso” fue publicado por Editorial Cinosargo (Prólogo de Daniel Rojas Pachas e ilustraciones de Andrés Delarúa).