Jueves 10 | Octubre de 2024
Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
3 3 2014
Yo bipolar (fragmento de novela) por Jesús I. Callejas

SOLO

Recupero el fragilizado párrafo: “Veinticinco años residiendo en el punto medio de una ciudad nauseabunda llamada Bajagracia.”, e intento relajarme mientras secuestro más café. La ventana en posición: lista. Querida Catábasis: ¿Nos autorizas a extraviar vidas ancestrales? Al final del piso, mujer joven a la que intento observar sin que se percate. Me place verla fluir hacia el elevador, dictaminando que no es ella, sino nuestro arrugado edificio el que retrocede; mucho place verla perderse en la brumosa gente rodeando jardines. Quizás, quien retrocede… pues el edificio siempre se transforma en humanoide. Malograda fábula... ¿Son o no lo mismo? Negro parteluz sobre rostro alargado con trazos de Modigliani no condenados a la guillotina, y ojos magistralmente dispersos. Cohesiva dosis nostálgica saviando de oliváceo ánimo facciones, pecho, brazos, cobijada en tejado inmejorable, piel, o sea, de suave persistencia. No hay ocasión en que no salude apocada, a lo que correspondo lacónico, anticipando la peligrosa llovizna emocional. Prudente no desinflar la burbuja. Las mujeres se han transformado para mí en fuente de sensación contemplativa, estética estática; las observo evitando recordarles rostros; mejor diluyéndolas en memoria abominable. Cuánta idiotez los poetas recalientan en nombre de lo arquetípico... Si pudiera apresar en Amelia la "belleza libre" de Kant, emancipada de juicios y furores… Moléculas orates carentes de energía, o ánimos. Mi fracaso con las hembras se origina en lo afectivo: desde ahí, invariable, resbalo hacia la impotencia física. Soy incapaz de descifrar sus códigos de comportamiento… Favorecido por el despacioso sendero estacional frecuenté par de burdeles clandestinos, pero simplemente no pude lograr mi cometido al no estar el cariño envuelto en la jornada. De nada valieron los mil y un estímulos de la ocasional ramera. Esas mujeres (no sólo las del gremio, que conste, escribano) muerden más que maman. Pagué caballerosamente ante su perplejidad: Nada que ver contigo, querida; el problema soy yo. Es tu dinero; vamos, tómalo. Sagaz, lo advirtió un flaco alcohólico con quien coincidí en uno de los pocos bares que visité en mi primera juventud: Vaya tragedia la tuya, hermano; necesitas copular con sentimientos. Combinación difícil… Eres un romántico, pero, por otra parte, no deja de tener su lado positivo; eres hombre sensible, no una bestia como la mayoría… Bebedor refinado, en discordancia con su desaliñado aspecto, sorbió hipocrás en lo que yo le daba el tirón final al amargo buche de cerveza germana. Una muy antigua compañera de talleres literarios -teníamos por costumbre leernos nuestros cuentecitos de mierda; los suyos superiores a los míos, cierto- manifestó con “ingenua” crueldad cuando la invité a salir bajo pretexto de café con leche: Sé lo que pretendes. Mira, no te ofendas, pero yo sólo veo en ti al escritor, no al hombre… Entiendo, respondí, ya que el hombre en mí se desvanece soy, pues, un mito. Ahora sólo necesito descender del mito a la bestia y quedaría cerrado el círculo. Ella al fin se mudó de Bajagracia. Supe que nunca mantuvo una relación fija; al parecer no encontró la esperada bestia azul. En fin, que más bien pronto me despojé de esas urgencias por ser -tenía razón el despeinado flaco-, más romántico que lúbrico. Nunca amante espectacular (sólo en mi cabeza); tipo más de atmósfera y detalles… Solamente he mantenido acercamiento carnal integral con par de mujeres: mis únicas novias “formales”. En la actualidad prefiero inundarme de documentales, música, museos, lectura cuando la concentración lo autoriza. Comienza la ansiedad como surgida de la bruma. ¿Por qué sigo pensando en la vecina? Tozuda mariposa apresada por agujas, fingiendo revolotear... Vaya, a propósito de detritus poético o su arcano inventario… Regresa la sensación de que me espían detrás de la asfixiante pantalla. Inútil tapiar lo que acontece al otro lado. Hace días que voy y vengo obsesionado con las gemelas Kessler... Soñé que las entrevistaba en una estrecha habitación rapuzada por doce boas acolumnadas, de tal grosor que apenas se filtraba la lengua de los focos verdes, y que, al forcejear intentando escapar alguno de los tres (¿o los tres al unísono?), mordía yo, creyéndolo huevo, el pomo de la puerta coralina mientras el lente fílmico se astillaba impávido. Pomo de la puerta ahora cráneo de vidente cobra que recibe telegramas de sulfuro por el buzón anal… Una de las cosas que me aterrorizan es que un felino me sorprenda vigilándolo. Necesito la píldora… Viene en camino un elefantiásico sifilítico digno de Rodin, o píldora meteorito a punto de sacarme de órbita. ¿No debe ser lo contrario? El hombre avanza en la distancia sin llegar. Hombre atento a la inmovilidad que se le escurre. Ojos contra mar y cielo comprimidos desvían la mirada taciturna en dirección al vallado de limón dorado, al rojo en cántaros dispersos. El cielo se convierte en espejo del océano; el océano... Paralelos, pero en algún momento de descuido -¿cuál, cuál?-el relámpago ocurre en el centro y restallan al unísono en la aquí cabeza. ¡La píldora, necesito la píldora! Aparté las manos del teclado y en la herida surgió un desfiladero primoroso. La sangre desbordada puede ser perfecta… estéticamente. Se desprende de mis labios formando al unirse con los chorros en los muñones del león un perfecto dragón de Java. Lista la pócima tras chirrido de cucharilla en el acampanado borde tibetano del vaso. Anómalo: mi violín torácico no presenta nuevas hendiduras ni perforaciones. Parece que morí otro día, no hoy de madrugada. Regresa el Minotauro a su constelación y, acaecida la taurina corrida, reconoce las várices del Mediterráneo reptando sobre las sandalias de otro hombre. Cuerno, amigo mío, desfalleces, lo sé, y mi lento brazo no sostiene gritos de socorro. Atiendo melancólico a la pantalla de la computadora. Ciudadano: Se le acusa en primerísimo grado de intolerables delitos: hipocondría, acrofobia, agorabofia, demofobia y ergofobia. Deberá correr, sin vacaciones ni días libres por enfermedad, diez horas diarias durante dos mil años, perseguido por el romo toro de Creta, el león de peluche de Nemea, las hidras municipales ya miopes, las muy atléticas ménades, un tren de vagones cargados de narices portátiles profilácticamente desactivadas y doce cruces de sirope recubiertas para ser lamidas durante la obscena procesión. Se le ofrece, no obstante, la opción de emprender desnudo la carrera; sépase, en línea recta, sin recurrir a subterfugio de vereda y recoveco, aunque forrado de salivazos corporativos. ¿Ha visto últimamente un afiche de cine checoslovaco? No, pero me preocupa que la ley contra la vagancia entre en vigencia desde el lunes. ¿Eso no ocurrió hace más de cuatro décadas? Esfuerza un poco la memoria. Sí, pero se trata de la ley contra los nuevos vagos. ¿Acaso vagos reciclados? El toro y el león, luciendo flamante gafas solares y fumando hachís con sendos whiskies a su disposición, recomponen luna de miel en las islas griegas. Para cambiar, Bogart viene hoy a beberse un capuchino. Soplé cuidadosamente la hormiga que paseaba con su parasol por el fregadero; sentí pena de lanzarla hacia la mesa al otro lado del abismo demarcado por baldosas. Lejos de su entorno, ello la convertiría en indocumentada, y para colmo, sin familia. Cuando la supe a salvo abrí el grifo y santifiqué manos. Cantaleta del bien y el mal; mejor hablar de aciertos y errores, si es que hay propósitos pragmáticos… lo cual no invalida definiciones usuales. Los ataques de pánico me paralizan… literalmente. Empeoran debido a su ¿inesperada? condición psicosomática. No mires hacia el espejo cuando hables. Rechazo los tumultos; me altera la gente, no porque la odie. La prefiero lejos… A veces, menos, una inesperada alegría me impele a simpatizar con cuanto ser humano alienta. Después, la “normalidad”: la fobia social inalienable. No cede… Esta mente no me pertenece; tan dolorosamente compartida que nos aprisiona sin asomo de piedad. Compartir el virus. ¡Horror! ¿Cierto que la individualidad no existe? Observo el polvoriento mapa de pared deteniendo la fecha del calendario a su lado. Diez años. Imposible… Los calendarios son fósiles intentando devenir ¿acompasados? Imagino un tarro de basura cayendo por la vertiente de otra montaña venenosa. Santorini en cuatro láminas; casas recubiertas de cal con puertas azules. Rebaso la siesta de la vespertina. Retroceder años significa reinventar la memoria. Grandísimo, panóptico cansancio; energía desenfrenada por el viaducto que transporta carne eléctrico-magnética. Tasar el mundo cual suplicio…

acerca del autor
Jesús I.

Jesús I. Callejas, Cuba, 1956. Actualmente reside en Miami, Florida. Ha publicado varios libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002) y Cuentos bastardos (2005). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y la novela Memorias amorosas de un afligido (2004). Tiene un libro de prosas poéticas inédito y se encuentra escribiendo otra novela. Sus cuentos y novelas han sido reseñados por periódicos y revistas y aparecen en el portal La Casa del hada y El Rincón Literario.