Poesía
1 3 2003
"Una poesía musical, lúdica y de búsqueda verbal" por Héctor Loaiza
Al inspirarse de la “bailarina”, Muxica repite la actitud clásica del poeta frente a la “musa” que tiene mucho que ver con el deseo y cuyo encaminamiento pretende salvar la distancia que lo separa del ser amado. La misma distancia del Dante con Beatríz, la del Quijote con Dulcinea del Toboso. La “bailarina” es para el poeta una invitación al viaje. En la contratapa del poemario, Muxica define su tentativa: “'Bailarina privada' es una apuesta a la fantasía ‘barroca’ masculina. La mujer que baila sólo para uno. O sólo para sí…” Los poemas son testimonios de su arraigamiento en la vida, pero no en una existencia “idealizada”, “utópica”, sino en la real. A través de sus versos deja translucir que nada de lo humano le es extraño. Fuera de lo tentacular, lo laberíntico y lo tupido de su lenguaje que la crítica literaria ha señalado, mencionemos su carácter lúdico. Así al principio de su poemario, Muxica ha escrito en “Bailarina clásica”: “¿revela ravel la tal desproporción de la existencia, bella Eurímone, la velocidad, la prescindencia del cuerpo, fino felino, euritmía musical la palabra andreyacat bailada en yacarta?, ¿es delgado el sonido legado?, ¿son los perfumes pringosos de la musa melopea?…” Su poesía está destinada al deleite de los oídos, sin por tanto dejar de vista el contenido. No es una poesía por la poesía. Salta a la vista su apropiación del lenguaje cotidiano, como en este fragmento de “Bailarina de tango”: “bailame como antes / bailame como antes / despacito / despacito / turra aturdida turrita de lujo / espiralado escarpe su estola de arminio / el calambre zinglería de greguería / el desamor…” En “Bailarina de flamenco”, recurre a la definición del flamenco como animal, figura retórica para expresar su percepción del baile. “El flamenco es un animal de cuello alargado / digo / que proyecta su cuerpo emplumado / con prolongados reflejos / sobre las inmediaciones del agua que pisa y lo circunda…” Según los hinduístas, este gran pájaro rosado conoce la dimensión luminosa. Como iniciador a la luz, es uno de los símbolos del alma que emigra de las tinieblas a la luz. “El flamenco es el idioma de flandes / digo / pero ella calla se mueve / se crispa / se chispa morisca / jala el lustre de tanta alharaca / continúa una biografía interior / (…) holográfica contorsión intermitencias / sensaciones / estertores de un vestido / que lamina nimba las poses / jarabe árabe / pasos / en el umbral se desenfrena / jarabe la piel que va a su encuentro / en un acto de petición / en un acto de ofrecimiento…” Recurre a una sabia simbiosis del lenguaje tecnológico, del habla popular contemporáneo y del casticismo de ciertas expresiones como la palabra alharaca (que viene del árabe, araka, movimiento) y también combinaciones eufónicas como “jarabe árabe”. En “Bailarina de zamba”, la imagen del pañuelo define la instantánea de esa música del interior de Argentina: “el pañuelo es señuelo que agita, manifestación de paloma sobre lomas, sostenido gorgoteo manoteando, oteando el horizonte, queriendo comprender por el solo gusto de bailar, que la distancia es libertad, que la distancia es cautiverio…” Otra muestra del poder alusivo de su poesía llena de color/calor se cristaliza en el fragmento de “Bailarina de samba”: “Mulata rojo amarillo verde estrás del color, el calor es una coreografía, el sudor llovido una acción humectante, en los pies danza un soplo en el anfiteatro africano, una ráfaga negra agria en la sudadera, saltitos en la prisión de porcelana, danza sobre y la oscuridad, la hendidura de ogum, se hace más impenetrable…” La atmósfera descrita sugiere evocaciones de Africa, una de las vertientes de la cultura latinoamericana. Al hacer uso de la imagen de la “hendidura de Ogum”, uno de los dioses africanos introducidos por los esclavos negros afincados en el continente, es un reconocimiento del aporte de esos cultos que enriquecieron a la música, al arte y a la literatura latinoamericanos. Citamos este fragmento de “Bailarina jasídica” que nos traslada a la diáspora de Europa Oriental en el siglo XVIII: “Mirra racimos pigmentos pimientos rojizos en su lengua vientre ululante de palio, de halap, sobre la mágica alfombra asombra el sismo sensual de su cadencia ilíaca, el velo, lo veo todo, cubre y descubre pechos, seduce en sadúceo balanceo, lance, lince el ojo mirando uno otro pezón, uno otro tazón de leche de cabra y vino caliente…” Tras haber leído y escuchado los poemas de Daniel Muxica, nos decimos que su corpus poético está arraigado en la polifonía lingüística de nuestro continente y que debería ser más conocido —por los atractivos y las virtudes que señalamos antes— a la escala no sólo de Latinoamérica sino de la península ibérica. galería
acerca del autor

Daniel Muxica, nació en Buenos Aires. Publicó los poemarios: "Hermanecer" (1976), "El poder de la música" (1983), “El perro del Alquimista” (1985), "Ex libris, el elogio de la dispersión" (1989); "Siete textos premortales" (1991), "Pentesilea, la vírgula y algunos otros poemas" (1996), "Nihil Obstat" (poemas libro y CD, 1998 y 2000), "Bailarina Privada" (Poemas, libro y CD grabado, 2001). Libros de narrativa poética: "Contra dicción" (1986) y "El libro de las traducciones" (1993). Antologías: "La erótica argentina" (antología poética, 1996) y "Antología Erótica Argentina", 2002). Es fundador y director de la revista literaria Los rollos del mal muerto.
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