“...Empezaba a dormirme en la sombra, cuando vi de pronto en el aire, un pájaro maravilloso (...) Su cola parecía verde, su pecho azul esmaltado, sus alas escarlatas y su cabeza púrpura que al agitarse hacía brillar una corona dorada cuyos rayos brotaban de sus ojos. Se puso a volar un largo rato en la nube y estando tan atento a lo que hacía, mi alma habiéndose concentrado a la única operación de ver, casi no alcanzaba a oír, para hacerme comprender qué el pájaro hablaba cantando. (…) Me di cuenta claramente de las sílabas, palabras y del discurso articulado (…) Soy el que entre vosotros llamáis Fénix. En cada mundo, no hay nada más que uno a la vez, que vive durante cien años. Ya que al final de un siglo (...) toma el vuelo y se dirige al sol, como a la patria que su corazón hace mucho anhelaba..."
Cyrano de Bergerac, citado por el alquimista Fulcanelli en Les Demeures Filosophales.
Camacho hace uso de todos los medios que están a su alcance para agotar, el tema de su exploración: estudio de textos herméticos antiguos, investigación fotográfica de los pájaros poco conocidos de la fauna venezolana y española y grabación de sus cantos. Luego de una incubación alquímica, ha logrado plasmar en sus lienzos a través de ciertas alegorías volátiles, una escritura pictórica que habla “… no solamente al ojo —ha escrito el crítico de arte Jacques Dupin—, aún más, a través del ojo, a todos los sentidos y muy especialmente al cuerpo, cuerpo abierto, como una identificación visceral...” Fulcanelli escribe: “… los antiguos maestros, en la redacción de sus tratados utilizaron sobre todo la Cábala Hermética que llamaban lenguaje de los pájaros, de los dioses, ciencia alegre o saber alegre...”(1).
No solo hay en los pájaros de Camacho un fondo oculto, que está relacionado con el inconsciente colectivo, que nos obliga a referirnos a la mitología universal, sino que aquéllos, identificados al aire, son los intermediarios entre el cielo y la tierra. Según los taoístas, los Inmortales adoptan formas de pájaros para representar la ligereza, la liberación de la pesadez terrestre. Han sido también utilizados para simbolizar la figura del alma escapándose del cuerpo, o también el viaje iniciático del chamán. Son del mismo modo los símbolos de las funciones intelectuales, estados espirituales, y niveles superiores de consciencia. ¿Acaso el hombre del siglo XX, después, de haber cortado el cordón umbilical que lo ataba a la Tierra, voló primero como las aves y ahora explora el espacio sideral?
Hay que destacar en las telas de Camacho la invasión permanente de esa luz crepuscular, la "alteración terrosa" y la gradación "ultra sorda" de sus colores. Con cierta predominancia de tonos encendidos, que abarcan las sutiles gradaciones del violeta, azul, anaranjado, rojo... Como un alquimista, el artista ha recibido la revelación que transmite en su obra mediante la sistemática utilización de los colores de la Piedra Filosofal: “Su color va del rojo encarnado al carmesí —escribió Basilio Valentín, citado por el maestro Fulcanelli (2) — o bien del rubí al granate...”
Sus elementos formales simplificados son constantes: "...tentáculos, osamentas y bastoncillos —según Jacques Dupin— bolsillos digitales, lenguas y franjas, lóbulos y festones aquilinos..." Son tal vez aproximaciones al Fénix Inmortal, al pájaro mítico, garza púrpura del antiguo Egipto, símbolo de la regeneración, que es la obra al rojo de la alquimia: al huevo de Fénix que es el equivalente del huevo filosófico —ha escrito Fulcanelli. Es el que reproduce el Águila fabulosa de Hermes, de plumaje de todos los colores de la obra, pero entre los cuales predomina el rojo, así como lo indica su nombre griego: rojo púrpura..."
Cabe señalar que en la insinuación de los temas de Camacho, águilas —simbolizando las sublimaciones "...porque quitan el espíritu, para su incorporación purísima, hacia el lugar superior como el pájaro real lleva su presa en el cielo..."(3)—, rapaces, reyezuelos, despiden una impresión de furor natural, aún más agudizado por la precisión del diseño, que nos hizo pensar al "arcaísmo" de los ceramistas amerindios. La violencia está aún más presente en "El vuelo turbulento" —homenaje a Michaux— en el que un ser fantástico se lanza como un meteoro o cometa, como un psicopompo, sobre su presa. ¿No hay acaso en esta visión alucinada del pintor, una alegoría a la "crueldad" de la Naturaleza?
(1) Les demeures philosophales por Fulcanelli, Editorial Jean-Jacques Pauvert, París, tercera edición aumentada,1973.
(2) Op. cit.
(3) L’alchimie expliquée sur les textes classiques, por Eugène Canseliet, Editorial Jean-Jacques Pauvert, París, 1972.