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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
1 4 2011
Record (cuento) por Luis Emel Topogenario

Record. Apuro esta copa, con sus solutos apenas disueltos. Tengo aspecto grumoso. Record. Kilómetros de hielo me conservarán. Record. No fui hijo de los revolucionarios. Record. El hombre, en su catre, media persona de él. Los sonidos, como verdaderas paredes. La atmósfera densa. Las palabras escarbadas. El silencio, media persona de él. Record. Utiliza los ojos sólo para observar la puerta, observó, los ojos le pesan de cansancio, cierra, se entrega. Ya lo despertarán, cuando sea el momento, la circunstancia exacta. Record. Un estrépito en la habitación aledaña lo sacó de trance, cansancio, se percató de que ya lo habían desnudado, ya quemarían sus ropas, no las necesitaría, sin dejar rastro. Cómo era su cara. Parecía una prenda de ropa. Eso es todo. No tenemos acceso a ella. Cómo era su cara de cansancio. No estamos cansados. Record. Se soñaría siempre con ropa. Ahora que está desnudo. Sus sueños nos están vedados. Record. No movió la cabeza en su catre, aunque el cansancio le invitaba a moverla. El hombre con el maletín de cuero se le acercó, sólo lo olfateó, no lo vio, ni lo escuchó, no descargó su cansancio en él,  el hombre con el maletín de cuero le formuló unas preguntas, frente a las cuales apenas parpadeó. No pronunció palabra, su desnudez hablaba por él, mientras él tartamudeaba, para su ropa. Los sonidos, como paredes. Segunda ronda de preguntas. No descargó nada. Las cejas le pesan, del cansancio.

Trasladaron sus ropas a otra habitación, otro lugar, donde hubiese fuego, y evacuadero, y sintió como si fuese un familiar el que le arrancaban. Ahora le tocaba acostumbrarse a estar desnudo. Repasó sus uñas mentalmente, estaban en sus respectivos dedos, los dedos permanecían en sus veinte sitios, informando calma. Revisó con la punta de su lengua su agujero bucal, no faltaban piezas ni puentes, no halló aftas ni laceraciones. Contrajo el ano, llenó la pelvis, dominó sus vísceras, sin vaciarse. ¿Entonces dónde estaba el ultraje? Record. Sus sueños nos están vedados. Record. Le habían requisado las ropas sin moverlo del catre, ni levantarlo de su posición decúbito. El hombre con el maletín de cuero se le acercaba con intermitencias a formularle sus preguntas. Tiene aspecto grumoso. Ya no movía los ojos, excepto para atisbar la puerta, en breves intervalos, la puerta parecía viva, o a punto de vivir. El hombre blandía su maletín de cuero cerca de su campo visual para preguntar. ¿Cuáles eran sus preguntas? Sus oídos nos están vedados. Acercaba su cara negra, casi morada, a una de sus orejas. Un halo hediento a tabaco agrio envolvía la cabeza del hombre con el maletín de cuero, haciéndola más negra. Record. Se soñaría fumador. Para no sentir asco. Para tener halo. Record. Se soñaría negro. Record. Sus manos descansaban a sus costados, sobre su catre, no las movió. Apareció otro hombre, que se le acercó a tomarle innúmeras fotografías, no las contó, las fotografías, las preguntas, las paredes, no quiso contarlas, cierra, se entrega, ya contará, una por una, y responderá, cuando sea el momento, la circunstancia exacta.

El hombre con el maletín de cuero desapareció, cesaron las fotografías. Solo. Se encuentra solo, como un pensamiento recién bombardeado. Tenemos acceso a sus pensamientos. Utiliza los ojos sólo para observar la puerta cerrada, la luz eléctrica en el techo, brotando de una bujía estática, aceitosa, poco potente. ¿Ya habrán quemado sus ropas?, no las necesitaría, sin dejar rastro. Un estrépito aledaño. En las paredes tiembla la vida. No movió la cabeza en su catre, aunque la vida invitaba a moverla. No pronunció palabra. Parece un buen momento para pronunciarlas. El hombre con el maletín de cuero reapareció en la habitación, lo acompañaba el fotógrafo. El fotógrafo no portaba su cámara fotográfica. Se acercaron. Le respiraron encima. La puerta parecía nueva, o a punto de ser nueva.