Con destreza, Carlos Meneses diseña el retrato de la Mata Hari limeña a través de un monólogo teatral bastante ameno. La protagonista nació en el barrio limeño de Malambito, denuncia la injusticia social y en un trazo rápido se define ella misma: no es santa ni vampiresa. No quiere ir a la India, Haiti o al Congo para cuidar niños abandonados. Diversos personajes pasan por su recuerdo en una sucesión vivaz y placentera, en especial Amadeo que se ha metido en política, Josette, el coronel ex combatiente del Vietnam y otros más. La intriga gira en torno al asesinato de Amadeo maquillado como “suicidio” ya que tenía la intención de denunciar a unos corruptos y los matarifes a sueldo de éstos le obligaron a jugar a la ruleta rusa con un revólver.