El título del cuento alude a un mausoleo (y por lo tanto no cualquier sepulcro) para Dante Alighieri en otra orilla, que implicaría atravesar en barco el inmenso mar, afín a la arquitectura de la Divina Comedia, monumento máximo de la literatura italiana, con las “metáforas moralizantes” del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Pero la escultura proveniente de Italia ha desaparecido, ha sido robada. El cuento tiene un carácter histórico por la época de la primera Guerra Mundial. El misterio lo atraviesa como un hilo rojo con un arma que sabe que su gatillo será apretado, aunque más que misterio tendríamos que hablar de un hermetismo que parece cerrar sus puertas a la comprensión. El relato está escrito en claves muy herméticas, no apto para lectores acostumbrados al realismo de un Tomás Carrasquilla. Un texto que tiene un nivel de complejidad mayor que demanda un lector comprometido con la lectura. Sea como fuere, es grato saber que un autor —en este caso una autora— viene al rescate de escritores clásicos, en este caso Dante, para recordarnos de algún modo la mediocridad generalizada de la literatura contemporánea. El difícil relato de Merke tiene olor a Borges. Rubén López Rodrigué
La primavera de 1958 vio nacer a Susana Merke en la llanura santafesina (Argentina). Hizo sus estudios primarios en la escuela Simón de Iriondo y luego para el Bachillerato en el antiguo Colegio Nacional de la ciudad de Rafaela. Su inquietud por las letras la llevó a trasladarse a la capital de la provincia, Santa Fe, donde ingresó en la Universidad Nacional del Litoral para obtener el diploma de profesora en Letras. Partió a la Capital Federal, Buenos Aires, en dicha ciudad dictó cátedras en Literatura Argentina, Americana y Española durante trece años, y a fines del siglo XX regresó a su tierra natal. Enseñó en escuelas medias y desde hace varios años sintió el llamado de la escritura. Recibió distinciones en concursos literarios, y el 16 de junio presentó su primera novela “Las voces del pasado no mueren”.