El poeta argentino se aventura en el tema del amor con el riesgo que implica meterse con un tema tan remachado en la literatura universal. Se refugia en los sueños con apariencia de verdad, de los que no quiere despertar. No quiere pensar en el horror de perder al ser amado, pues todo a su alrededor sería la muerte como un pájaro sin vuelo o una flor sin perfume. La oscuridad de la angustia quiere la luz del amor. Cuesta comprender la pérdida del objeto amado, en la inocencia de desconocer que el amor por definición es amor a un objeto perdido, de ahí que el amor y la seguridad no pueden ir de la mano. El ser amado adquiere una omnipresencia que habita cada objeto: el faro, el océano, la isla desierta, un cigarrillo, los zapatos, la ropa de trabajo… El amor brota en estos poemas de manera sinuosa para tornarse en queja, en rebeldía, y quizás por ello salva al poeta. Perdido ya el objeto del amor primero en la infancia, le queda esa presencia del amor que provoca lamentos. Alguien habrá dicho que a los poetas hay que llevarles juguetes y rosas porque ellos son como niños. Rubén López Rodrigué
Alan Reiven, que escribe con el seudónimo de Alan Heintze, nació en Buenos Aires, Argentina. Estudió en la Universidad de San Martín (UNSAM) y se diplomó como Martillero público y corredor de comercio. Creador del blog “Cuaderno de respuestas a mis ¿tantos por qué?”. Es miembro del círculo de poetas de Boulogne (Argentina), ciudad donde reside actualmente. Amante de las letras y sobre todo del verso libre, expresión literaria que más cultiva.