Este cuento es un juego dentro del juego. Borges simulaba hablar en serio, pero en realidad era un juguetón implacable. Pensaba, como decía Stevenson, que al arte mismo es un juego y hay que jugar con la seriedad del niño que juega. Un gran maestro de música dijo que un piano debe tenerse en la casa para que los niños jueguen con él, y no es humano imponer el castigo diario de los ejercicios. Esto fue lo que le sucedió a García Márquez con el diccionario de la lengua española: siempre lo vio como un juguete para toda la vida, no como un libro de estudio. Se podría considerar banal un cuento cuyo tema sea el juego. El padre lleva su hijo a una práctica en la Escuela de Fútbol y contrasta su pasado recio con el presente flojo de los niños de hoy. Pero el tema no es problema para la literatura sino el cómo se escribe. El auténtico escritor podría versificar sobre una piedra y hacerlo con poesía. El uso aparentemente abusivo de los puntos suspensivos que hace Gustavo Marcelo Galiano ¿es otro juego? Borges: «Yo creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara». Rubén López Rodrigué

• Déjà Vu por Gustavo M. Galliano