No siempre existe la oportunidad de celebrar el centenario de un magno rupturista en el arte, creador de una nueva escritura para la poesía, donde introdujo un lenguaje directo, lleno de sarcasmos y risas, mucho más cercano al cotidiano. Esta condición sin duda, lo hace acreedor de ser uno de los más innovadores juglares del siglo XX que aún está activo y lúcido.
Publicado el 26/02/2014 en el Diario de Xalapa de Veracruz (México).
Nicanor Parra (Chillán, 1914). Terminó el bachillerato en su ciudad natal y se trasladó a Santiago para graduarse como profesor de mecánica teórica y matemáticas. Con una beca del Institute of International Education estuvo durante tres años en la Universidad de Brown, en EE.UU. En 1949, gracias de nuevo a una beca, esta vez del Consejo Británico, permaneció en Inglaterra durante dos años. En 1951, regresó a su país para seguir con su labor docente en la Universidad, hasta que la Fundación Gugenheim le condujo de nuevo a EE.UU. para continuar sus estudios de física que no le impidió desarrollar el ejercicio poético. Inició su labor literaria en 1937, con la publicación de “Cancionero sin nombre”, aunque ya en 1935 había aparecido el cuento “Gato en el camino”, en La Revista Nueva. De 1954 es “Poemas y antipoemas”, su obra fundamental, compuesta por tres partes: Cantos a lo humano, Poemas y Antipoemas. La antipoesía planteaba una reacción contra la función metafísica de la poesía y su sacralización y se adhería a una línea fundamentalmente antirromántica, comprometida políticamente y desmitificadora. Publicó “La cueca larga” (1958). Esta obra, que alude en su título a la música chilena, desarrolla el tono antirretórico y popular. La década de 1960 fue especialmente activa en cuanto al número de publicaciones de Parra y brillante por sus aciertos: “Versos de salón” y “Discursos” (1962). Le siguieron “Manifiesto” (1963) y “Deux Poèmes” (1963), en edición bilingüe en francés y castellano. “Canciones rusas” (1967). En 1969, la publicación de “Obra gruesa” permitió reunir en un solo volumen la "antipoesía" del autor, con la incorporación de nuevos textos. Ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Literatura, que lo consagró definitivamente. “Artefactos” (1972). La última fase de su poesía está representada sobre todo por “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui” (1977), seguida de “Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui” (1978). La compilación “Hojas de Parra” (1983-1996) y “Poemas para combatir la calvicie” (1996) son sus más recientes publicaciones. Recibió el Premio Internacional Juan Rulfo y, en 2001, el X Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.