Con su poética Sergio Manganelli nos recuerda que el poema no es para explicarlo, ni siquiera para entenderlo en su integridad, sino para vivenciarlo. En su visión poética de protesta ante el destino sangriento del animal de casta en la arena, el toreo podrá considerarse un deporte noble cuando el toro use capote, banderillas y espada. En otro poema, un obrero de casco y overol muere en una construcción, y el mundo sigue girando impasible, indiferente a la familia de este hombre que ha quedado a la deriva. Hay una anécdota interesante para comprender aquello de vivenciar y no de explicar la poesía que va directo al corazón: a Thomas S. Eliot, después de leer un poema en un auditorio de estudiantes, un joven le preguntó: «Mr. Eliot, en el comienzo de su poema, cuando dice, “Vámonos, pues, tú y yo, mientras la tarde se despliega contra el cielo, como un paciente narcotizado en una mesa”, ¿qué quiere exactamente decir?”» Y Eliot le contestó muy serio: «Bueno, lo que quiero decir es, “Vámonos, pues, tú y yo, mientras la tarde se despliega contra el cielo, como un paciente narcotizado en una mesa”» Rubén López Rodrigué.
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