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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Número Especial
17 7 2006
Saúl Yurkievich o la pasión verbal, por Nicanor Vélez
Difícilmente entenderemos su manera de abordar los textos literarios si olvidamos esta condición. Ello explica que aunque siempre estuvo en medio de la crítica más exigente y en universidades notables (Profesor de París VIII- Vincennes desde 1969 y profesor invitado de varias universidades norteamericanas y europeas), nunca se dejó tragar por el discurso académico y supo abordar la literatura desde el centro, rehuyendo el ensayo como ciencia o instrumento de un anatomista. Sabía muy bien que “el ensayo como escrito literario —dice él— recurre a todas las facultades (intuición, sensibilidad, imaginación incluidas) y a toda la utilería retórica. Comporta un difícil equilibrio, un pacto armónico entre lo cognoscitivo y su configuración estética”. Sabía que no podía dejar que al ensayo “la erudición lo deconcentre, lo abrume con datos adventicios, aburra o coarte su autonomía” y tampoco podía tolerar “ni la abundancia de citas ni el exceso de referencias librescas”. Para Yurkievich “un ensayo enuncia su saber a partir de un conocimiento inventivo, abierto, móvil, dúctil, inquieto, humanizado (conserva vivo el antiguo vínculo de las letras con las humanidades). El ensayo aspira a ser entretenido, acoge con gusto el juego (de palabras) y el humor”. Totalidad de lo decible Es así como Yurkievich logra lo que debe exigirse a todo texto que hable sobre creación : iluminar. Hacer visible lo oscuro y delatar lo opaco. Su prosa se rige, ante todo y sobre todo, por el gusto y el goce, el placer de la lectura. Sus textos sobre Cortázar, Huidobro, Neruda, Vallejo, Paz, Girondo, Borges, Lezama Lima y otros se han convertido en referentes importantes para todo aquel que quiera sumergirse en la literatura hispanoamericana. Dentro de su obra son de mención obligada: Fundadores de la nueva poesía latinoamericana, Celebración del nuevo modernismo y Julio Cortázar: mundos y modos. Además de los libros que recogen una parte esencial de sus ensayos : Suma crítica (FCE) y Del arte verbal (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores). Por otra parte, dentro de poco, una nueva reedición (aumentada) de otro de sus libros esenciales verá la luz en Madrid : A través de la trama. Su poesía, como la de sus compañeros generacionales que empezaron a publicar en la década de los sesenta, reacciona contra la que en Argentina se conoce como la generación de los 40. Para ellos, esta generación asentada en las formas, contenida ante la audacia, el riesgo y la aventura, medida y comedida, no les producía ningún respeto y estaba desprovista de todo interés. Esta previsibilidad de lo poético es lo que llevaba al joven Yurkievich a plantear que semejante poesía provocaba un tedio de lectura hasta tal punto que daba la sensación de que “todos los poemas proviniesen de un mismo autor que adoptaba numerosos seudónimos”. Su generación, pues, pretendía desacralizar la poesía y desinflar lo mítico. Estaban por lo paródico, el estereotipo, lo cómico, lo burlesco; se trataba de quitarle trascendencia a un tipo de poesía postizamente trascendente. Esto explica que en un principio asuman como gran padrino al chileno Nicanor Parra. Aunque el autor de Antipoemas era lingüísticamente parco y formalmente exiguo, “el mundo por Parra representado —dice Yurkievich— es en gran parte el nuestro, el de la clase media urbana”. Pero si Parra fue el padrino, el maestro indiscutible fue César Vallejo, y con él fueron neovanguardistas. No es extraño que su primer libro sea Valoración de Vallejo (1958); y, paradojas del destino, ahora Saúl reposa en el cementerio parisino de Montparnasse, en el mismo pasillo en donde está enterrado el autor de Trilce. El vanguardismo de la generación del 60 iba más por el lado de un neodadaísmo que de un neosurrealismo. “Sólo dos de los escritores de procedencia surrealista, de la misma edad y de parecida órbita estética –diceYurkievich—, podían estimularnos con las mutaciones de su estallada escritura : Julio Cortázar y Octavio Paz. “El primero con Rayuela y 62: Modelo para armar y el segundo con Los signos de la rotación, Salamandra y Ladera este. Yurkievich reconoce como compañeros de viaje a Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Heberto Padilla, Antonio Cisneros, José Emilio Pacheco, Enrique Lihn y Juan Gelman, poetas que en su obra buscaban “la totalidad de lo decible”. En su punto de partida, adoptan de la primera vanguardia “la estética de lo disonante, discontinuo y fragmentario”. En sus creaciones van al juego, al carácter lúdico para explorar lo desconocido o apenas percibido. Utilizan todos los recursos y se interesan en todas las artes y manifestaciones humanas. Aprovechan la lección de Eliot y Pound y se apropian del collage, como lo hizo Yurkievich en Fricciones. Pero a su vez, la poesía de Saúl se rige por el ritmo cada vez más exigente. Pone el oído sobre la sensación de las palabras y las hace sonar con el ritmo primerizo que para él tenía cada una dentro de la jungla urbana. El absurdo del lenguaje se resuelve y sostiene por la cordura del son de las palabras. Cuando el sonido acierta, la idea se despliega sin necesidad de formulaciones o conceptos. La idea del poema es una antiidea que no debe definirse o, mejor, se define con su acto de presencia. En poesía no hay que buscar ideas, sino encontrar momentos del lenguaje, con lo que esto implica: sonoridad que escarba en los confines de todo lo existente. Saúl publica su primer libro de poemas en 1960: Volanda linde lumbre, uno de sus poemarios más bellos, escrito tras la muerte de su madre; a éste le siguen: Fricciones, Rimbomba, El trasver, Acaso acoso y El sentimiento del tiempo. Lección magistral Pocos escritores han sido tan ajenos al dogma, simplemente porque pensaba que “sólo la literatura es capaz de asumir lo refractario al sentido, lo inefable, lo incógnito, lo informe, lo desmesurado, lo monstruoso. Sólo la literatura consigue poner en juego, poner en imagen la agitada, simultánea y confusa disparidad de lo real”. Personalmente tuve la suerte de trabajar con Saúl, ser su discípulo y amigo. Parte de su saber y su manera de asumir la literatura lo compartió con nosotros en Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores: prologó la obra selecta de Huidobro, En mares no nacidos; hizo la introducción de las Obras completas de Neruda; dirigió (en proceso de publicación) la edición de las de Cortázar, con la colaboración de su mujer —Gladis Anchieri—, prologó uno de los volúmenes de Gómez de la Serna y nos confió una amplia selección de sus ensayos, Del arte verbal (2002); y además está presente en dos de nuestros libros colectivos, Las ínsulas extrañas, Antología de poesía en lengua española (1950– 2000) y Poesía hispánica contemporánea, en el primero como poeta y en el segundo como ensayista. Su lección fue magistral y su amistad fue plena. A todo esto me gustaría añadir que Saúl Yurkievich fue uno de esos escritores que se definen sobre todo, por su arte verbal, por su pasión verbal. Fue un puente dentro del mundo del lenguaje. Pero como ocurre algunas veces, hay voces que son puentes y cuando dejan de serlo pasan a ser río. Saúl es una de esas voces. Y posiblemente es su voz la que nos dice: “Sucede que los seres que están cerca también mueren”. (Este texto fue publicado en el suplemento Culturas de La Vanguardia, 28/09/2005)
acerca del autor
Nicanor

Nicanor Vélez Ortiz nació en Medellín (Colombia) en 1959. Hizo estudios de Literatura y Español en la Universidad de Medellín. Salió de Colombia en 1981. Estudió en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, especialidad Lingüística (1981-1984). Vive en España desde 1984. Estudió Filología Española en la Universidad de Bellaterra. Hizo los cursos de doctorado (Suficiencia Investigadora) en la Universidad de Barcelona. Editor del Círculo de Lectores. Ha sido responsable de las obras completas de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, García Lorca, Pablo Neruda y en la actualidad prepara la edición de las obras completas de Julio Cortázar. También es el responsable de la colección de poesía en Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, en la que publica seis títulos al año. Ha publicado a Whitman, Rimbaud, Rilke, Novalis, Eliot, Pessoa, Brodsky, Cavafis, Gerardo Diego, Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, Machado, Alberti, Cernuda, Ángel González, José Ángel Valente, Huidobro, Vallejo, Blanca Varela. Publicó La memoria del tacto. Instantes para Gruchenka (poesía), 2002. Miembro del Consejo Consultivo de la Fundación Octavio Paz.