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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
2 11 2005
Como el de Jennifer Lopez, por favor, por Efraim Medina Reyes
En Comas, una barriada pobre en las afueras de Lima, sus amigos la apodaron “Gorda Jenny” debido a su obsesión por la diva de origen latino Jennifer López. En realidad se llamaba Natalia Cueto y el día que encontraron su cadáver, abandonado a pocos metros de una avenida limeña, estaba por cumplir 19 años. La autopsia reveló que un “choque séptico secundario a peritonitis generado por la perforación de los intestinos” causó la muerte de Natalia. Tres horas antes del fatal desenlace “Gorda Jenny” había ingresado en una improvisada clínica al sur de Lima para someterse a su cuarta liposucción en seis meses. Dos años atrás se había operado el mentón y la nariz y, según le había contado a una amiga, luego de las liposucciones pensaba disminuir el tamaño de los senos y “retocarse” los pómulos hasta que fueran iguales a los de J. Lo. A los catorce años Natalia dejó los estudios para trabajar en un almacén de muebles; su madre recuerda que “ahorraba cada sol, se privaba de cualquier gusto y a veces caminaba al trabajo para no pagar transporte”. En su última liposucción a Natalia le extrajeron 3.800 centímetros cúbicos de grasa de la barriga y las caderas que luego, al menos en parte, le inyectaron en el trasero. La investigación de la policía reveló que el procedimiento no fue realizado en una clínica sino en una peluquería llamada “Salón Venus”. La peluquería funcionaba en el primer piso y en el segundo se habían improvisado dos habitaciones como quirófanos donde se practicaban hasta nueve liposucciones al día. De los tres cirujanos detenidos en el “Salón Venus” por la muerte de Natalia uno resultó ser la dueña de la peluquería que, según sus propias palabras, había hecho un curso de tres meses para prepararse como “lipoescultora”. Nada mal si se considera que había empleado el doble de tiempo para ser peluquera. Los otros dos “cirujanos estéticos” eran médicos generales recién graduados. Tres días después de la muerte de Natalia, en otra barriada vecina a Comas, dos hermanas de 15 y 16 años fueron hospitalizadas de emergencia con graves infecciones en el trasero y las piernas. Las chicas dijeron a la policía que habían sido intervenidas en una bodega por una mujer que les aseguro ser cirujana plástica. Ellas habían acudido a ese lugar por una hoja volante que unos chicos repartían a la salida del colegio; en la hoja volante estaba la dirección y la oferta de dos cirugías por el precio de una: ¡150 dólares! Para reunir el dinero las chicas estuvieron pidiendo varios días dinero en las calles. En la bodega, que según averiguó la policía perteneció a una antigua fábrica de jabones y estaba abandonada desde hacía años, se encontraron sólo varias latas con restos de manteca de cocina. Esa manteca inyectada en el trasero de las hermanas había causado la infección. A una de ellas tuvieron que amputarle las piernas y la otra aún necesitara varias intervenciones para mejorar en algo las profundas cicatrices que hoy deforman esa parte de su cuerpo. Por exótica, macabra o curiosa que resulte la muerte de Natalia o la historia de esas hermanas, no se trata de hechos aislados ni de una de esas cosas que “sólo pasan allá”; en Europa y Estados Unidos también hay miles de adolescentes soñando con tener el trasero de Jennifer López. Por ejemplo en España alrededor de mil personas se someten cada día a una operación de cirugía estética con un crecimiento anual del 15% y, por supuesto, las denuncias por complicaciones y muertes derivadas de esas cirugías también van en aumento. En Italia Gesolmina Vitale, siguiendo el ejemplo de Berlusconi, trató de combatir a punta de lifting el paso de los años y termino sufriendo un coma que la tuvo al borde de la muerte. Italia encabeza la estadística europea con alrededor de 600.000 intervenciones de carácter estético por año; “retocarse” es la nueva religión y los fieles se multiplican alrededor del mundo sin importar los riesgos ni las consecuencias. El auge de la liposucción llegó en los ochentas impulsado por el capitalismo salvaje donde todo está en venta y el éxito no depende de quien eres si no de como te ven. En Estados Unidos la mitad de la población sufre problemas de obesidad, pero los medios de comunicación de ese país difunden 24 horas el mensaje de que ser gordo es una maldición y un fracaso mientras los liposuccionadores del mundo se lamen el bigote. Pero la vanidad humana no es un producto de los ochenta, a través de la historia y las culturas la humanidad siempre ha buscado eterna juventud y belleza. En 1926 un médico francés llamado Charles Dujarier aceptó operar a una bailarina y Modelo de apellido Geoffre que estaba acomplejada porque sus rodillas le parecían muy gruesas. Dujarier le realizó incisiones, extrajo la grasa y luego suturó. Todo parecía ir bien hasta que apareció la gangrena y a Mademoiselle Geoffre debieron amputarle una pierna. Dujarier fue condenado a pagar 200.000 francos y tanto él como su técnica expuestos a la picota pública. Murió en 1931 sin imaginar que había inventado uno de los más grandes negocios del mundo.
acerca del autor
Efraim

Efraim Medina Reyes, Cartagena (Colombia), 1967. En 1985, recibió el 2do premio del Concurso Nacional de Poesía ICFES. En 1986, ganó los concursos nacionales de cuento en Barranquilla y en Medellín. En 1991, fundó con su amigo Ciro Díaz, la empresa Fracaso Ltda. En 1995, obtuvo el Premio Nacional de Literatura Colcultura con “Cinema árbol y otros cuentos”. En 1997, primer lugar del Concurso Nacional de Novela del Ministerio de Cultura con “Erase una vez el amor pero tuve que matarlo” cuya versión italiana fue publicada por Feltrinelli. En 2002, participó como jurado en el Festival Internacional de Cine de Venecia y publicó su novela “Técnicas de masturbación entre Batman y Robin”. En 2003, se editó “Sexualidad de la Pantera Rosa”. En 2005, durante la Feria Internacional del libro de Bogotá, lanzó una colección de poemas bajo el título “Pistoleros/Putas y Dementes” (Greatest Hits). Para diciembre anuncia su nueva novela “La mejor cosa que nunca tendrás”.