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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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157
Número Especial
17 5 2018
Presentación de "Vientos y mareas" (antología) de Kenneth White por Maguy Blancofombona

Me gustaría proponer como hipótesis de lectura que el poemario se considerara como una travesía, ya que los poemas constituyen un itinerario de viaje, tanto físico como mental, de Kenneth White y termina en Bretaña, donde éste vive hace varios años.

“Escocia desierta”, el primer poema, es el poema de su infancia. En él, como de costumbre, los recuerdos caminan paralelos al espacio, creando un movimiento tanto externo como interno, donde se reúnen: la naturaleza y esa cultura adquirida durante años, a través de los libros y el errar.

La travesía que presenta este poemario se cierra sobre las landas de Bretaña, entre Le Champ Blanc y Trébeurden –si recordáramos a Borges diríamos que el lugar donde vive, y que evoca el último poema, es un Aleph–, por ser éste una conjunción de espacios y tiempos. Leer “La casa de las mareas”, es penetrar el espacio primordial: el espacio que geográficamente circunscribe hoy al poeta y a la vez el espacio íntimo del poeta. Como en la mayoría de sus poemas, de nuevo la costa atlántica con sus cientos de islas y el grito de gaviotas que se compenetran en un modo de vida y de pensamiento en la elaboración de ese “poema plural”, en el que el hombre, en su constante movimiento, es parte de un Todo.

Entre estos dos poemas, que consideramos muy apegados al entorno ayer-hoy de Kenneth White, están otros tres, y aún cuando “Notas Venecianas” es un poema elegido para esta edición, y no pertenece a Atlántica, constituye el encuentro con el espacio siempre en movimiento, abierto a la transformación del tiempo y al sentimiento oceánico de los otros poemas.

“Altos Estudios” evoca un constante flujo hacia ese “extraordinario territorio ontológico”, donde coexisten: lo abstracto y lo concreto, el concepto con la imagen tanto mental como física, que se traslada entre lo físico y lo intelectual hacia lo indefinible, en una suerte de ascenso para llegar al blanco.

Blanco es también el color predominante en “Labrador”:

Soñé con un lugar primordial
Un lugar de piedras, corrientes rápidas y vacío
[...]
viví allí un invierno
fue un tiempo de blanco silencio
tallé un poema en las rocas
alabando al invierno y al blanco silencio
las mejores runas trazadas por mí
[...](5)

Blanco es el silencio, blanca es la nieve, la escarcha, blanquecinas las auroras y las gaviotas del espacio evocado, así como también lo es el vacío. Vacío, transparencia, espacios abiertos, y blanco silencio como lugar y momento donde se gesta la fusión del yo con el mundo.

Al escucharlo leer sus poemas, haciendo énfasis en vocales como la a, que extiende aireando las sílabas, haciendo pausas que dan la sensación de espacios en blanco que se abren a partir de la lectura misma, percibimos que el ritmo participa de la ecología espiritual de Kenneth White, y que las palabras elegidas, su respiración, como el pensamiento poético brotan de un origen y conforman una totalidad.

En su ansiedad por el movimiento, siendo él el movimiento mismo, lo percibimos como un ser libre y por ende desapegado, que busca incesantemente ese espacio ideal que deliberadamente nunca consigue, porque en ese llegar y volver a comenzar está el placer de la vacuidad/plenitud que lo acompaña siempre. Necesidad de un espacio donde el goce está justamente en el juego de no encontrarlo jamás, de allí el nomadismo físico e intelectual observado tanto en su vida como en su obra, donde el viajar se convierte en habitar la tierra misma, y más aún, devenir tierra, ser montaña, ser río...

La poesía de Kenneth White es una poesía de la tierra elemental, del espacio esencial. El poeta cruza los lugares fusionándose con la energía que le transmite la naturaleza. Haciendo ruta identifica los objetos como lo que son. Mezcla elementos biográficos con el recorrido geográfico.

En esa búsqueda de darle un sentido totalizante al mundo y un nuevo significado a esos espacios que recorre incansablemente para vivir, pensar, escribir, establece siempre una distancia para respirar libremente, sin crear un compromiso. En cierto modo, consiste en una especie de exilio, de alejamiento de las complicaciones individuales y sociales, que podríamos observar en otros poetas contemporáneos y que en Kenneth White se convierte, por la limpieza de sus imágenes y de su vida misma, en una apertura sin límites, que parte de un centro vacío, transparente que se expande hacia otra dimensión, hacia otro lenguaje, más desnudo éste, que él denomina el “mundo blanco”.

A pesar de estar frente a una poesía depurada, no podemos decir que ésta es simple. Todo lo contrario, en su simplicidad es densa, y condensa una profunda filosofía de la vida, que entrelaza espacios y tiempos con una “geografía mental” a través de la cual el poeta se relaciona con el mundo, proponiéndonos un equilibrio que nos conduzca a un espacio geopoético, global, cosmopoético, que se aparte del concepto dualita arraigado en occidente a partir de la filosofía griega.

El poeta nos plantea la necesidad de un pensamiento que “baile” entre los contrarios:
“Mas allá del estado de escisión [...] fundado sobre una división de las facultades y sobre la separación del sujeto y del objeto, del espíritu y de la materia, de la razón y de la imaginación, del alma y del cuerpo, de la libertad y de la necesidad, del ser y de la nada, del concepto y de la existencia, de lo finito y de lo infinito, de la inteligencia y de la naturaleza [...].” (6)

donde las diversas disciplinas se completen y complementen mutuamente, donde el individuo coexista y se mueva libremente en unidad con los demás seres y con su entorno. Sólo con la reconciliación de los contrarios y estableciendo el equilibrio hombre/entorno –presentes ya tanto en los orígenes del pensamiento occidental como en el celta y en las culturas indígenas, taoísta, budista e hindú– es que podemos conseguir lo que él llama, en algunos de los ensayos, “la Gran Salida” y “la solución oceánica posmoderna”.

 

NOTAS
(1) Mario Vargas Llosa, El hablador, Editorial Seix Barral, Barcelona: 1991.
(3) Kenneth White, Atlantica, Éditions Grasset & Fasquelle, Paris, 1986.
(4) K. White, The Bird Path, Mainstream Editions, Edimburgo, 1989; Penguin Editions, Londres, 1990.
(5) White, « Labrador » in Vientos y mareas, traducción al español de Maguy Blancofombona y Ernesto Mächler Tobar, Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 1997.
(6) K. White, La Figure du dehors, Éditions Grasset & Fasquelle, Paris, 1982.

acerca del autor
Maguy

Maguy Blancofombona (Caracas, Venezuela) es autora de los libros de poesía Sólo huellas (Barcelona, 1993), Marismas (Madrid 1998), Oberturas (Madrid 1998) y Ronda de animales (Madrid, 2011). Errances I (París, 1993) y Errances II (París 1994), publicaciones colectivas. Otras publicaciones poéticas en revistas y periódicos en Bélgica, España, Francia y Venezuela. Licenciada en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello, Magister Scientiarum en Literatura Latinoamericana por la Universidad Central de Venezuela, DEA en Ciencias del Lenguaje en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris. Doctora en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos por la Universidad de la Sorbonne Nouvelle – París III. Profesora titular de la Universidad Simón Bolívar. Especialista en literatura latinoamericana de los siglos XX y XXI. Colabora en revistas y participa anualmente en coloquios, es miembro de los Centros de Investigación CRLA y CRICCAL - París III. Actualmente crea el Fondo Rufino Blanco-Fombona en el CRLA-ARCHIVOS, Universidad de Poitiers. Traduce el libro Ensayos sobre geopoética de Kenneth White con el escritor colombiano Ernesto Mächler, en 2002 había traducido el poemario Vientos y mareas. Trabaja en la edición francesa de su libro de ensayo Las imágenes fundamentales en la prosa narrativa hispanoamericana del siglo XX y escribe su quinto poemario.