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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Opinión
2 8 2017
Luc Ferry: La revolución transhumanista por Bernabé Sarabia

Este volumen es la expresión de alarma de uno de los intelectuales franceses más serios ante lo que denomina la expansión del transhumanismo, una ideología cada vez más poderosa, desarrollada en Estados Unidos, apoyada por los gigantes de la web y dotada de una financiación casi ilimitada. Para Luc Ferry, autor de una extensa y lúcida obra, se está produciendo una “revolución transhumanista” a la que es necesario poner límites y establecer criterios regulatorios.

El transhumanismo nace, en palabras de Ferry, como un amplio proyecto de mejora de la humanidad en todos sus aspectos, físico, intelectual, emocional y moral, gracias al progreso de las ciencias y en particular de las biotecnologías. Uno de sus rasgos más marcado (y equivocado) radica en que pretende transitar de un paradigma médico tradicional, el terapéutico, que tiene como finalidad central curar patologías, a un modelo “superior”, el de la mejora y el “perfeccionamiento” del ser humano. El proyecto transhumanista se basa en la convicción de un progreso sin fin, una perfectibilidad ilimitada de la especie humana.

Como es bien sabido, Fereidoun M. Esfandiary, conocido como FM-2030, comenzó a forjar en los años 60 las bases del transhumanismo. A principios de 1980 en la Universidad de California en Los Ángeles formalizó su pensamiento futurista. Sus clases atrajeron a gente como Natasha Vita-More directora de la película experimental, Breaking Away, en la que propone acabar con las limitaciones biológicas del ser humano. FM-2030 y Vita-More comenzaron a organizar encuentros trasnhumanistas en Los Angeles y en 1986 produjeron un programa de televisión por cable que llegó a tener una audiencia muy numerosa.

En 1986 los transhumanistas con Eric Drexler a la cabeza percibieron, con buen tino, las posibilidades de la nanotecnología. Para Ferry la nanotecnología está cambiando el mundo de la física y la medicina. Las nanociencias o nanotecnologías estudian los fenómenos y la manipulación de materiales a escala atómica, molecular y macromolecular en los que las propiedades difieren de las observadas a mayor escala.

Para hacerse idea de la escala en cuestión, conviene saber que el nanometro representa una milmillonésima del metro. A esta escala, las propiedades de la materia difieren de las que la física de Newton describe en el “macromundo” de los objetos de la vida cotidiana. En 1986 le concedieron el Nobel a los físicos Gerd Binnig y Heinrich Roher por inventar el “microscopio de efecto tunel”, el instrumento de observación que hizo crecer exponencialmente el campo de la nanotecnología.

Las aplicaciones de estas nuevas tecnologías van desde la creación de materiales dotados de cualidades inéditas hasta la construcción de “nanomáquinas” o “nanorobots” capaces en el futuro de identificar disfunciones en nuestro organismo y repararlas sobre la marcha. La “nanomedicina” asociada a altas tecnologías tiene un futuro tan prometedor que no podía escapar a la elaboración de las doctrinas transhumanistas.

Como señala Ferry, el transhumanismo -y sus críticos- se han ido transformando con el paso de los años y el avance científico. En estos momentos, algunos teóricos como Raymond Kurzweil están convencidos de que en las próximas décadas se pueden producir no solo avances radicales sino una transformación que podría cambiar al ser humano en una doble dirección: la de la modificación corporal (cyborg) y la de detener el envejecimiento.

Esta doble posibilidad es para el autor del libro la punta de un iceberg que no puede dejarse a la deriva y sin control. La posición de Ferry está en las antípodas de Cynthia Kenion, a quien los medios de comunicación denominan “la genetista de la inmortalidad”. Tras experimentar con el gusano C. elegans, primer animal cuyo genoma fue secuenciado en su totalidad, descubrió que cambiándole un solo gen se doblaba la duración de su vida. De ahí deduce que un mecanismo similar se puede activar en los mamíferos, seres humanos incluidos. Antes de integrarse en el proyecto biotecnológico de Google destinado a prolongar la vida, Kenion contribuyó como científica a esclarecer los mecanismos del ADN.

El genoma humano fue secuenciado en el año 2000 y costó tres mil millones dólares. Ahora cuesta unos tres mil y dentro de nada por menos de cien podremos conocer nuestro ADN, con las anomalías que pueda tener. El problema para Ferry no está en el avance técnico en sí. El problema, del que los transhumanistas parecen no querer saber nada, reside en el posible mal uso de unos saberes que al día de hoy no están regulados de un modo eficiente.

Este brillante texto evidencia los riesgos implícitos en el uso de nuevas y transformadoras tecnologías

No es casualidad que se abra la introducción de este volumen con una noticia que parece de ciencia ficción: “El 18 de abril de 2015, un equipo de genetistas chinos realizó un experimento con ochenta y tres embriones humanos, con el fin de ‘reparar', o incluso ‘perfeccionar', el genoma de sus células. El artículo que presentaba el experimento fue rechazado por razones de opacidad y deontología por Science y Nature. ¿Eran embriones no viables? ¿Hubo asesoría ética? ¿Cuáles fueron los resultados?”.

Como va desvelando este volumen lo cierto es que las técnicas que permiten “cortar y pegar” secuencias de ADN han progresado de modo increíble. El ácido desoxirribonucleico (ADN) es la molécula portadora de la información genética y la encargada de la transmisión hereditaria de esta información. Viene a ser como una receta que indica las claves para construir diferentes componentes de las células, como las proteínas. En este prodigioso avance, como señala Luc Ferry ha sido fundamental el sistema -utilizado por los investigadores chinos- llamado CRISPR-Cas9 (“Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats”. Cas9 quiere decir “solamente” que la cosa en cuestión (que programa una endonucleasa bacteriana, es decir, una proteina llamada Cas9 que corta el ADN) está asociada a la proteina 9.

En El Cultural del pasado 9-15 de junio, la magnífica entrevista de Javier López Rejas a Francisco Mojica puso luz al creativo esfuerzo del investigador de la Universidad de Alicante para sentar las bases técnicas de la edición genética sobre la que se ha desarrollado la técnica CRISPR. No en vano el 15 de junio recibió junto a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Biomedicina. En dicha entrevista, Francisco Mojica se muestra cauto con la aplicación directa del CRISPR-Cas9 como agente terapéutico sobre seres humanos.

La arquitectura de este claro y valiente volumen se estructura en tres apartados más introducción y conclusiones. El primer capítulo presenta los principales rasgos del transhumanismo. El segundo analiza argumentos a favor y en contra. El capítulo tercero pone en evidencia la filosofía política subyacente a la revolución transhumanista. Desvela la denominada economía “colaborativa”. Examina el funcionamiento de dicha economía y analiza con mirada crítica los supuestos subyacentes a empresas que obtienen grandes beneficios a partir de lo que, con frecuencia, se presenta ingenuamente como gratuito para los usuarios.

Opuesto a Rifkin y su visión de un capitalismo financiero que acabará diluyéndose en el buenismo de la economía colaborativa, Ferry insiste en alertar ante lo que podría acabar siendo un espejismo. En un mundo globalizado y desregularizado empresas como Uber o Airbnb son organizaciones que obtienen enormes beneficios sobre la base de aplicaciones que funcionan con potentes algoritmos que permiten una automatización y una digitalización en las cuales el trabajo y el mismo ser humano se minimiza.

Por último, en “Conclusiones”, Luc Ferry propone soluciones destinadas a encajar en un humanismo democrático las pretensiones, con demasiada frecuencia desbocadas, del proyecto transhumanista. Concluye así un brillante texto que, más allá de diseccionar e iluminar el complejo mundo actual, evidencia los riesgos implícitos en el uso de nuevas, potentes y transformadoras tecnologías.

acerca del autor
Luc

Luc Ferry, nacido en Colombes (Francia) en 1951. Es un filósofo francés, ex ministro de Educación. Viniendo de una familia de 4 hijos, es un descendiente indirecto del político Jules Ferry. Después de graduarse de la universidad, se convirtió en profesor asociado de filosofía en 1975. Paralelamente a la enseñanza en diversas instituciones, se doctoró en 1980 y obtuvo la Agregación en ciencias políticas en 1982. También publicó en ese momento varios libros que le ofrecen fama y honores, como "La filosofía política", "El pensamiento del 68" en 1985 o "El nuevo orden ecológico -el árbol, el animal y el hombre" en 1992, que fue galardonado con el premio Jean-Jacques Rousseau. Luc Ferry fue nombrado Ministro de la Juventud, Educación Nacional e Investigación dentro del gobierno de Raffarin. Durante su cargo que ocupó hasta 2004, trabajó en proyectos tales como la lucha contra el analfabetismo, y es el que creó la ley sobre la laicidad y la prohibición de símbolos religiosos ostensibles aprobada por la Asamblea Nacional de Francia. Al final de su mandato, Luc Ferry fue el presidente delegado del Consejo de análisis de la sociedad en 2004. Luego se unió en 2007 al Comité de reflexión sobre la modernización y el reequilibrio de las instituciones y después del Consejo consultativo Nacional de Ética en 2009. Dos años máa tarde, después de varias controversias, Luc Ferry se retiró de la enseñanza, pero siguió escribiendo. Ha publicado cerca de una veintena de libros.