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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
3 8 2015
Siete acordes por Osvaldo Vargas Salomé

Suena el primer acorde:
Dorothi mira por la ventana. El sol brilla a través de las persianas bajas; las risas de los niños y las amenazas de los padres entran como salva. La estancia en que vive es oscura y deprimente; huele feo (tal vez, con las salidas bloqueadas y un tazón de alimento a la semana no basta. Aunque también cabe la posibilidad de que se traten de las cientos de eses y charcos de orina regados por la casa). Probablemente se le hizo tarde. De nuevo.

Suena el segundo acorde:
Recuerda la fecha: es la misma de ayer. Dorothi en el sofá, recostada, con el cuerpo flojo, mira la ventana; algunas nubes aparecen en el cielo (curioso ver perderse así dos ovejas informes a los que los niños dan extrañas formas: menudos idiotas, no sabrían la diferencia entre una pasa y una uva). Es distinto a como recordaba. Se hace tarde. Otra vez no llega.

Suena el tercer acorde:
Mira por la ventana y todo sigue como cuando ayer fue hoy (los niños gritan y corren mientras las madres solteras los regañan, y ponen en manifiesto atroces castigos que jamás serán ejecutados, aún si el diablillo altanero que cagaron hace ya seis u ocho años le insulta, pregunta por su padre, le llama zorra, y retorna al ritual de juegos violentos); incluso la fecha; a diferencia de que ahora se reúnen más nubes, inalcanzables, al igual que blancos sueños de luces al final de un túnel. Juno se arrastra al sofá y le lame la palma. Pesadamente se deja caer al suelo y cesan de súbito los procesos de su cuerpo. Vino, pero se ha equivocado; al menos ya no habrá que alimentarlo.

Suena el cuarto acorde:
Familias incompletas juegan en el parque de enfrente: el esposo y la amante embarazada persiguen a los hijastros, se gritan e insultan: alguien golpea a quien no es su hijo, al parecer los presentes encuentran gracioso el suceso, porque escupen risotadas; ahí, a la sombra de un árbol seco, dos niños de sexo opuesto prueban superficialmente lo que ven hacer sus padres por la noche, y ríen complacidos, asustados, más curiosos que antes. Se están formando nubarrones. Adentro el ambiente se pone tibio, y el espectáculo clandestino resulta, a fin de cuentas, entretenido. Juno camina con torpeza, se sube al sofá, acostándose sobre Dorothi (pum-pum, pum-pum... pum... pum-pum), su corazón se detiene. Se ha vuelto a equivocar.

Suena el quinto acorde:
Solitarios, los niños juegan y se agreden. De vez en cuando aparece un adulto cruzando indiferente la calle. Gemidos e incitaciones sexuales llegan a gritos desde el garaje. Dorothi intenta incorporarse para inspeccionar, pero está soñolienta; la primera señal de su presencia; se deja abrazar por pereza. Juno se deja caer a su lado y se echa a dormir. Tarde y equívoca, pero no importa, gracias al cambio en la atmósfera: desaparecen los olores y los gritos de afuera son ya estruendosos augurios de lluvia. El cielo plomizo, el viento frío, le hacen aflorar una sonrisa.

Suena el sexto acorde:
Lamentables criaturas vendidas a pedófilos y pésimos aspirantes a padres; los tienen desnudos bajo las lloviznas primerizas, en fila a la espera de su turno por ayudar en la recaudación de fondos. Luego corren al cajero, que por cada rollo de billetes les obsequia polvos mágicos que no tardan en diluir e inyectarse. Viajan galaxias enteras y unifican la experiencia juntando sus cuerpos desnudos bajo las finas gotas de lluvia; ríen excitados, gimen, lloran, se lamentan, sacan más dinero y compran otra vez a sus hijos, arrepentidos, para luego recaer y venderlos nuevamente, y así regresar al inicio. Es divertidísimo, pero a Dorothi le vence el sueño, y abraza a Juno. Cálidas tinieblas. Al despertar una mosca se para en su ojo y no reacciona al estímulo; su cerebro se apagó... ¿Y, qué? Está cerca.

Suena el séptimo acorde:
Siente bastante sueño. Afuera los adultos, en círculo, acorralan a los niños; todos desnudos sobre el fango, fustigados miles de veces por la lluvia y el granizo. Juno juguetea por la casa, alegre, llena de vida. Todo está pies de cabeza, sin tener importancia: el sueño pesa; que reconfortante sensación. Dorothi rompe a reír... está cerca, puede sentir el tórrido aliento que emerge del espejo que parte el circuito. Y se repite el ciclo...


Suena el primer acorde...

acerca del autor
Osvaldo

Osvaldo Vargas Salomé, oriundo de Mochitlán, Estado de Guerrero (México), 1996. Sus intereses personales abarcan un amplio abanico de temas, aunque no ha tenido la ocasión de revisarlos detenidamente. Comenzó a leer libros a la edad de 16 años, una tarde sin electricidad que terminó en el enfrascamiento absoluto de la novela, “El caso de Charles Dexter Ward”, de H. P. Lovecraft. Fue su primera incursión a las letras. Sus géneros preferidos van desde el drama, la tragedia hasta la fantasía, la ciencia ficción y el terror.