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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Opinión
25 3 2003
“Ultimo encuentro con Raymond Aron“ por Héctor Loaiza
El célebre filósofo, ensayista, catedrático y editorialista ha dejado más de treinta obras de sociología, historia, filosofía y geopolítica. Fue uno de los pensadores más perspicaces y eruditos de Francia. Ha influenciado en los intelectuales de izquierda más lúcidos e independientes y también en los de derecha. Para entrevistar a Raymond Aron fui a buscarlo una tarde del otoño de 1983 en su oficina del prestigioso semanario, L'Express, de París (una semana después sucumbiría a un infarto cardiaco). Antes de ir a verlo había leído de un tirón las casi ochocientas páginas de su último libro, “Mémoires” (1) que tuvo una gran repercusión en los diarios, revistas, radios y canales de televisión. ¿Qué dice Aron en sus Memorias? Es un relato desembarazado de pasión, con una lucidez llevada hasta las últimas consecuencias, para hacer el recuento de su vida. En sus páginas se encuentran los retratos, con trazo rápido y seguro, de los personajes más importantes de la política y la cultura que marcaron seis décadas de la historia de su país y del mundo: Charles de Gaulle, Jean-Paul Sartre, André Malraux y otros. “Estas Memorias —se lee en la contratapa— son el balance de las reflexiones de un gran filósofo político sobre el mundo moderno. (…) Aron llega a hacer un cuadro claro de nuestra época confusa.” Con las dos orejas que más parecían radiotelescopios en alerta y con el rostro arrugado de sus setenta y ocho años. Aron me recibió por segunda vez (la primera, en el otoño de 1981, cuando lo entrevisté en una oficina de la Maison des Sciences de l’Homme para varios diarios latinoamericanos). Su tez era pálida como la de un arcaico pergamino, su mirada un tanto fatigada y, como la primera vez, se escudó detrás de una distante y tímida cortesía. —Por su obra filosófica, sociológica y periodística se puede decir que usted, Raymond Aron, es un liberal (2). -Sí, indudablemente soy un liberal, ya que es un adjetivo que se me ha aplicado a menudo, pero hoy el apelativo adquiere por lo menos dos sentidos diferentes: en los EE.UU., se les llama "liberales" a aquellos que son de izquierda y que representan al equivalente de los socialdemócratas; en Europa, los liberales son más bien los herederos del siglo XVIII, los que acentúan la necesidad de las libertades personales y quienes —me parece— ponen la libertad por encima de la igualdad. Los liberales son al mismo tiempo demócratas, pero partidarios de una democracia pluralista. Por consiguiente, ferozmente hostiles a lo que se llama una "democracia popular", que es un régimen antidemocrático cuando un partido único se apodera del Estado y de la sociedad entera. —En sus "Memorias", hace el análisis de la V República en Francia: "Desde hace unos diez años los comunistas juzgan realista la diplomacia de la V República, lo que en su jerga significa que va en la buena dirección. Gaullistas y comunistas están objetivamente unidos por una hostilidad común en relación con la tercera fuerza, a los partidos que tomaron hace veinte años la responsabilidad de la alianza atlántica y la construcción europea.” —Es cierto que el PCF ha aprobado muchas veces la política exterior del general de Gaulle, porque ésta era, si yo puedo decirlo, la menos hostil posible a la URSS, en el interior del mundo capitalista y la alianza atlántica. Por otro lado, el PCF le hacía un favor objetivamente al partido gaullista, por el hecho de haber dividido la izquierda por mucho tiempo, y como consecuencia, los gaullistas y sus sucesores pudieron gobernar Francia durante varias décadas. La izquierda sólo pudo llegar al poder el día en el que el Partido Socialista (PS) consiguió una alianza sólida con el PCF. Esto significa que el mismo general de Gaulle no sacó a Francia de la alianza atlántica, sino que le hizo renunciar al comando militar integrado de la OTAN. En los momentos de crisis, como por ejemplo la de Cuba, el general de Gaulle manifestó su solidaridad con los Estados Unidos. —Advierte en su libro del peligro de la posible orientación de los EE.UU. hacia la costa oeste, cortando sus raíces europeas y el otro, que Europa no se solidarice con el hemisferio occidental, sobre todo con Norteamérica. Me parece que es su visión geopolítica de las próximas décadas. —Los EE.UU. siempre han mirado en dirección de los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Hoy en día, el peso de la costa del Pacífico gana al de la costa atlántica. Sus nuevas industrias se desarrollan más bien al oeste que al este. Por otra parte, la política exterior de los EE.UU. después de la guerra ha sido dirigida por una elite intelectual que en su mayoría había salido de las grandes universidades del este: Harvard, Yale, Princeton, etc. Además las personas que rodeaban al Sr. Carter provenían de Georgia, como las del Sr. Reagan eran originarias de California. Son elites muy diferentes. Pero aparte de eso, hay algo que es muy importante: la alianza atlántica estaba fundada en una medida en la alianza entre los EE.UU. y la R.F.A. La organización militar de la OTAN es en realidad el ejército germano-norteamericano. Ahora bien, la opinión pública de la RFA esta evolucionando, bastante preocupada por sus buenas relaciones con la otra Alemania y con la URSS y se constata casi permanentemente las tensiones entre la política exterior de Reagan y los deseos de los alemanes. Añadamos todavía aún una razón suplementaria: es posible que los polos de desarrollo en los próximos años estén más bien en Asia que en Europa. Japón, Corea, Singapur, Taiwan, son focos de desarrollo económico y Europa Occidental está debilitada por la baja de su natalidad y por la supervivencia de sus industrias avejentadas. —¿Cuál es la explicación del acercamiento de orden táctico de China a Occidente? —China, para reforzar su posición frente a la URSS, ha restablecido sus relaciones con Occidente y los chinos saben que en el oeste pueden encontrar técnicas avanzadas, antes que en URSS. Sin embargo, los chinos restablecen al mismo tiempo relaciones menos tensas con URSS, lo que significa que China está decidida a no depender de ninguno de los bloques y gozar de todas las ventajas que le da su autonomía. —En la lectura de sus “Memorias”, dos fechas me han llamado la atención: 1973, con la partida de los norteamericanos de Vietnam, la guerra árabo-israelí y la crisis del petróleo; y 1979, que significó la victoria de Jomeini en Irán y sobre todo la invasión de Afganistán por el ejército soviético al final de ese año. Ha escrito: "Una vez más, señalé el esfuerzo armamentista soviético que sólo fue reconocido por el Presidente de los EE.UU. algunos años más tarde, sobre todo después de la invasión de Afganistán...” —Los norteamericanos, por medio de sus sofisticados satélites, por las informaciones que recogían en todas partes, conocían perfectamente el desarrollo de la marina soviética y el considerable crecimiento de sus fuerzas nucleares. Pero después de 1973, con el impacto de la derrota en Vietnam, los dirigentes norteamericanos y la misma opinión americana no quisieron tener en cuenta estos hechos y hubo necesidad de 1979, con la invasión de Afganistán, para que el presidente Carter y sus consejeros reconozcan la necesidad de un esfuerzo militar de los EE.UU. Este esfuerzo fue continuado y amplificado por la administración Reagan, pero una democracia no puede tener la misma facilidad que un régimen totalitario para consagrar un porcentaje elevado del producto nacional en el armamentismo. A pesar del hecho que los EE.UU. sean mucho más ricos que la URSS, tienen más dificultades que los soviéticos a mantener el mismo ritmo en la carrera armamentista. —Sartre para los intelectuales latinoamericanos es una institución, es decir, que éstos se han dejado y se dejan seducir por el pensamiento sartriano, sobre todo por lo que usted señala en su libro: "quizás no son conscientes o no son lúcidos—: otra particularidad de la antología sartriana acentúa el gusto, sino el culto de la violencia; la separación radical de los instintos... " Un poco más lejos usted ha escrito: "... La fraternidad de los combatientes de la sombra no se separa del terror que todos ejercen sobre cada uno y cada uno sobre todos..." —Es lo que él ha escrito. "La Crítica de la razón dialéctica" da la forma filosófica de ciertos aspectos de la guerra revolucionaria. Cuando se trataba de la resistencia contra los alemanes, contra la ocupación, todo el mundo lo aceptaba. Es una técnica simplemente o una táctica de la política que encierra en ella un potencial de violencia. Desgraciadamente muchos países latinoamericanos están dominados por la pasión de la violencia, más o menos justificada, según las circunstancias, por los regímenes imperantes. Lo que me parece peligroso es exaltar esas técnicas de revuelta, que a lo mejor se justifican en las situaciones extremas, pero que deben ser consideradas como un mal en sí. A pesar de que algunas veces sea un mal necesario para combatir un mal peor. —Algunos de sus críticos le han reprochado que se haya distanciado de sus orígenes. —¿Mi origen judío? Hay todo un capítulo en mi libro consagrado a la cuestión. Fui el único judío francés que escribió un artículo largo contra la conferencia de prensa del general de Gaulle en el que atacó a Israel y a los judíos en 1967. En primer lugar, ¿cómo podría ignorar mis orígenes? Esos reproches no tienen ningún sentido. —¿Qué dice de esta tendencia contemporánea a la fragmentación, a la reivindicación de lo particular, de la región, del grupo étnico y de la tribu? —Los llamo "micronacionalismos". Cuando esta reivindicación es cultural o lingüística, en ese caso estoy de acuerdo. La considero reaccionaria y absurda cuando se expresa en términos de soberanía. Si los corsos desean conservar sus costumbres, no veo en eso más que ventajas; cuando algunos de ellos sueñan en constituir un Estado independiente, me parece estúpido. Hay menos de ciento cincuenta mil corsos en la isla y debe haber probablemente mucho más en Francia. ¿Qué es lo que significaría para esta isla que no tiene recursos, ser independiente? Es un caso extremo. Existen casos más difíciles, como el de los vascos. Pero ahí la reivindicación de independencia origina la violencia y todas las desgracias. —Me ha interesado mucho su análisis de la "nueva derecha"(3) francesa... —En los años que siguieron a la última guerra mundial, en Francia no había prácticamente extrema derecha. Sólo estaban los sobrevivientes de Acción Francesa, los vichystas (4) progermanos habían sido puestos al margen de la sociedad. Pero prácticamente los que gobernaban —que sean de derecha o de izquierda— se identificaban a la misma ideología. Los gobiernos de derecha también hablan de igualdad y de reducción de desigualdades; la derecha era también liberal, keynesiana... Existía una izquierda comunista y no había una extrema derecha. Desde hace algunos años, un grupo de intelectuales reivindica una ideología realmente de derecha; es decir, anti-igualitaria, antisocialdemócrata y al mismo tiempo retoma ciertos temas del nacionalsocialismo: El folclore, las tradiciones y la hostilidad hacia la sociedad mercantilista. Ahora, hay en Francia una extrema derecha que se manifiesta sobre todo en la vida intelectual, pero siempre se reduce a un pequeño número. Luego existe un pequeño partido de extrema derecha que se llama Frente Nacional (5), más o menos racista, que explota las reacciones hostiles de la masa de la población hacia los inmigrantes, donde éstos son tan numerosos que los fenómenos de rechazo se manifiestan. Pero por el instante, el Frente Nacional no significa gran cosa. En lo que se refiere a la extrema derecha intelectual, la "nueva derecha", continuará existiendo, porque es normal que haya una ideología hostil a la ideología dominante. —Para terminar, ¿es optimista o pesimista sobre el presente y el futuro? —¡Hay que ser siempre pesimista en el presente, activo en el futuro inmediato y optimista a largo plazo! Después de haberme despedido de Raymond Aron me quedó en la memoria durante el trayecto que hice del local de “L’Express” a la estación de metro más próxima, la última imagen del pensador francés delante de su escritorio, hablando por teléfono. (1) Editions Juillard, París, 1983. (2) Ser liberal en los años ochenta (antes de la implosión de la ex-URSS) era diferente a la actualidad. El liberalismo de Aron se caracterizaba por una voluntad de reivindicar los valores democráticos y resistir intelectualmente contra el totalitarismo soviético. (3) La “Nueva derecha” estaba representada en los años setenta y ochenta por los cenáculos intelectuales como el “Club de l’Horloge”, el GRECE y otros, más o menos inspirados de las ideas del escritor Louis Pauwels. (4) Partidarios del gobierno del Mariscal Petain, cuya sede estaba en la ciudad de Vichy. (5) Del pequeño partido de los años ochenta, el Frente Nacional se convirtió en los noventa en un movimiento. Se ha dividido en los últimos años.
acerca del autor
Héctor

Nació en París en 1905. Estudió en la Escuela Normal Superior, donde conoció a Jean-Paul Sartre y a Paul Nizan. Se trasladó a Gran Bretaña, fue director de La Francia libre, periódico impulsado por el general Charles de Gaulle tras la ocupación alemana de Francia. Regresó a París, fue docente en la Escuela Nacional de la Administración y desde 1947 hasta 1977, editorialista en el diario Figaro. En 1948, entró en conflicto con Sartre en la revista “Los Tiempos modernos” a propósito del papel de la Unión Soviética. Fue catedrático de Sociología en la Sorbona a partir de 1955. Escribió “El opio de los intelectuales”(1955), “Democracia y totalitarismo” (1965), “Pensar la guerra. Clausewitz” (1976) y más de treinta obras. Desde 1977, fue editorialista en el semanario “L’Express”. Falleció el 17 de octubre de 1983.