Sábado 14 | Diciembre de 2024
Director: Héctor Loaiza
8.288.936 Visitas
Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
resonancias.org logo
157
Narrativa
3 3 2014
Michael Baraibar (segunda parte) por Elvira M. Melián

Lacant, martes séptimo día de Marzo de 1600.
      Desde el siglo X las alquerías Badr y Tarub fueron patrimonio de los Ben Haibar. Era Al-buxarrat tierra fértil y frondosa y relataban los ancianos que en su época gloriosa Badr llegaría a tener cientos de marjales, cuatro barrios, varias cuadras y veinte casas amen de una mezquita y dos alfaquíes. Hablaban de centeno, legumbres, lino, olivos y todo tipo de árboles frutales. Norias, albercas, y acequias, hacían posible la existencia de frondosas manlukas (18) donde se dibujaba la sombra de numerosas torres de defensa aún en pie.
      Cazorla y la Iruela perdieronse para Al-Ándalus con Jaén (19) pero Tarub y Badr siguieron perteneciéndonos bajo la jurisdicción cristiana, en parte arrendadas a cristianos viejos y en parte labradas por nosotros. En 1571 fueranos arrebatadas por la vía de la infamia para pasar a cristianos repobladores. Felipe II firmó el decreto de confiscación de todos los bienes moriscos que había iniciado en 1567 cuando dejó de reconocer nuestras propiedades por falta de documentos en romance.
      Cuando yo nací parte las alquerías habíanse despoblado y muchas huertas de cosechas trocado en pasto para ganado. Por las baraYila de Cazorla, tierra de frontera donde se alternaron durante siglos las paces y treguas entre nuestros pueblos, pinos y matorrales eran testigos del paso de ganaderos, mercaderes,  guerreros y contrabandistas. Débase continuar la vida cotidiana en las aldeas pues es obligación para con los hijos conservar los dones proveídos por Alá.
      Desde Granada mis padres llevábanos a visitar las alquerías al menos una vez al año y este viaje a través de caminos tortuosos era para nosotros una heroicidad. El cortijo principal de Badr se asentaba en un recodo del arroyo de los Habares sobre una gran meseta sobrevolada por rapaces de majestuosa presencia. Al atardecer bajo la sombra del pico de los halcones las sierras adquirían una fisonomía intimidada pues la tierra es temerosa sin la luz del sol como el hombre lo es sin Dios misericordioso. Desde los patios de las casas de adobe semiderruidas sartenes, arcas, esteras de junco y viejos carros de carrizo redimían del olvido del tiempo leyendas al tiempo gloriosas y confusas. Entonces despertábase el espíritu del arroyo para susurrarnos la historia de los ben Haibar y por años este susurro bienhechor diónos consuelo y esperanza cuando llegamos a estas tierras desde Granada y el aroma de negras realidades impregnaba de zozobra nuestro corazón.
      Por eso la primera de mis encomiendas apreciado amigo, estando enfermo mi cuerpo más sano mi entendimiento, es rogaros que guardéis la escritura que acompaña mi testimonio con la misma firmeza con la que siempre habéis defendido nuestra amistad. Con ella en mano mis hijos podrán consultar a un alfaquí que les ayudará en sus pleitos con los cristianos.
      No he de engañaros a vos ni a mí mismo sobre el porvenir más allá de lo necesario para seguir escribiendo. Sea pues mi segunda encomienda que si fallezco antes de su regreso hagáis llegar mi escritura al diwan albir (20) con el fin de cumplir con el zakah (21). Deseo entrar en presencia de Alá cumpliendo los principios caritativos del Corán entre la multitud de musulmanes que sufren hambre y trabajos en Levante.
      Excusadme por el egoísta alivio personal de ordenar por escrito estas materias embarcado por fin en un bajel justo tras ser condenado perpetuamente a vivir como cristiano y a pagar como moro.
       La paz sea con vos,
       Michael Baraibar.
Lacant, viernes décimo día de Marzo de 1600
       Hanme llegado noticias de mis hijos en Argel que dibujan su destierro de forma optimista con notorio afán de evitarme la nostalgia. Sea pues que hoy para conjurarla os hablaré de su madre Elvira, cuyos sus ojos rasgados y oscuros abrieron fronteras desconocidas para este moro granadino ribeteado por las cicatrices de la vida. Su familia era conocida de la mía y tan pronto alcanzada la edad conveniente nos desposamos. Huérfano de madre desde muy temprano el remedio del matrimonio parecióles a familiares y amigos el mejor freno al yugo de la soledad y el mejor amparo contra la impureza.
       Aún me parece verla llegar a la ceremonia bañada, alheñada, con su traje de novia y su toca de seda. Nos asentamos en la vega granadina en una pequeña casita de dos espacios con una huerta bien regada de morales, manzanos y cítricos y seis marjales de tierra calma para sembrar; fuere esa parcela cuna y presente de nuestros hijos y las rentas del arrendamiento de Tarud y Badr nuestra salvaguarda. Las dificultades y asperezas de la vida no tornaron jamás nuestro amor en desapego en una existencia medida como trabajo, oración, y cría de los hijos. Con frecuencia sacuden mi memoria destellos de su rostro sin edad cerca de la fuente en las tardes de la primavera bordando con placidez o ayudándome en la huerta mientras departíamos sobre las ilusiones y tribulaciones de los hijos.
      Durante años de soledad el Profeta me ha concedido la piedad de presumir que fue afortunada pues vivió ignorante de las usuras padecidas por nuestro pueblo y murió de una perlesía en 1566, meses antes de la guerra de las Alpujarras.  Alá fue misericordioso con ella y se la llevó como la espuma de una ola que rompe de sorpresa la orilla de la cotidianeidad. Treinta y cinco años después creedme que su espíritu sigue escuchando pacientemente a este viejo repetir su oxidada queja de la que sois excusados pues la evocación de su persona háme acarreado opresión del pecho y la imposibilidad de continuar.
      El tiempo deposítase cual imperceptible manto de nieve en el cabello y en la memoria. Ennoblece nuestra apariencia mientras nos despoja de futuro y embellece nuestros recuerdos mientras nos distancia de la realidad. Agradezcámosle al menos esta piedad con los ancianos.
      Sed con Dios,
      Michael Baraibar
      
      Lacant, domingo duodécimo día de Marzo de 1600
      En el siglo X Al-Nassir tomaba con débil resistencia las tierras de otros pueblos árabes o cristianos. Su palabra era poderosa, su generosidad y su fiereza también. Los tres hijos de Badr ibn Ahmad, director de sus ejércitos y jefe de la caballería además de recibir tierras y alquerías fueron encumbrados a altas posiciones funcionariales y administrativas del califato. Uno de ellos Abd-Allah ibn Badr fue nombrado sahib al surtha (22) del pueblo llano, muladíes y dimíes, al que su policía fiscalizaba cual vuestra inquisición a judíos y musulmanes. Aún hoy la surtha evoca en nuestros corazones temor y desconfianza pues los remonta en el tiempo a una ciega y feroz crueldad en la que se castigaban sin proceso judicial a quien acusaran de atentar contra la clase gobernante.
      Abd-Allah acercóse a este mundo de privilegios que Alá dispuso para examinar su alma con la sabiduría necesaria para resistir la seducción del poder, más otros muchos perdieron su humanidad en un vaso comunicante entre avaricia y nobleza. Ocurriera así con Utman al- Mushafi, zalmedina de Córdoba. Sus mujeres dejaron de reconocer al hombre amado en aquél ser despótico previniendo al amigo sin ser escuchadas pero la  incertidumbre en sus corazones era una premonición certera de tragedia cercana. Utman lideraría una emboscada contra Abd-Allah acusándole ante la surta media de traición y permitiendo que fuera  crucificado, alanceado y rematado sin piedad.
      No es la verdad la vara de medida de la memoria de los pueblos pero el fuego de la ira acostumbra girarse en torno a las propias entrañas haciéndolas arder. Poco después de este crimen Alá hechizó los sueños del traidor  y un caballo muerto, augurio de tragedia, fue su única imagen hasta que dos hijos fueron fulminados en el campo de batalla. Esta idea ha mudado en mi pensamiento hacia un Dios justiciero que castigase a los Austrias con la pérdida de sus varones extinguiéndolos con Felipe II. Disculpadme la flaqueza de imaginar trompetas y dulzainas pregonando esta buena nueva en las plazas públicas musulmanas, en justa expiación por aquél primero de enero de 1567 en que este monarca principió nuestro descenso a los infiernos. Sea Salomón testigo de ello,
      Michael Baraibar.
      
Lacant, miércoles quinceavo día de Marzo de 1600
    Heme aquí de nuevo tras unos días en cama a causa de mis dolencias corporales; mi ojo izquierdo quedó cegado de repente. Atribúyelo el médico al esfuerzo que hice levantando una saca de cereal a mis años. Una mancha roja me impide ver por si era poca ya mi dificultad para escribiros. No tiene remedio para ello, así me ha dicho, el tiempo es el remedio; curiosas esperanzas para quien no tiene ya tiempo.
    La ansiedad por no dejar sin término lo  empezado y el recuerdo de la batalla de las Alpujarras donde evité la matanza de cautivos cristianos por mis hermanos en armas han incrementado mi desasosiego y enlentecido el tiempo de mi curación. Esta mediación es una pesadumbre constante sobre mi espíritu pues el Dios justiciero y misericordioso que me llevó a actuar así jamás ha sido comprendido por vuestro Dios. Es la única respuesta al destino de mi pueblo, al que no eximo de sus culpas pues que Mahoma fue generoso con nosotros y perdimos su favor en fratricidas luchas que fortalecieron a los cristianos.
    Vos sobrevivisteis entre aquellos cautivos  y me congratulo por ello pero esa pérfida milicia de cristianos viejos no conocería la piedad tras su liberación; robó nuestras casas, profanó nuestras mujeres, torturó y sacrificó a nuestros hombres y niños. Allí vi morir a un hermano y despeñar a una hermana, y debiera haber sido designio de Mahoma que yo pereciese también. En cambio lo fue que sobreviviera para lavar sus cuerpos, amortajarlos y enterrarlos en espaciosas sepulturas de tierra virgen cara al oriente. Parca es la esperanza de que yo tenga el mismo amparo en mi encrucijada hacia la eternidad.
      No puedo expresar en justicia el dolor de estas pérdidas aunque harto lo desearía. Cuando me afinqué en Cazorla no hacía sino aborrecer mi respiración por seguir vivo y durante treinta años he seguido viviendo por donde más ha convenido a mi familia, sin despojarme de grandísimos dolores del alma que presto han de terminar. Tal pesadumbre ha de fundarse en los designios de un enemigo poderoso y acaso vuestro cruel Iahvé exista y los cristianos sean su representación.
      Sé que vos excusaréis mis excesos de sinceridad que podéis atribuir a la fragilidad espiritual de los años. La providencia divina sobre cada destino es un enigma.  Me acerco al final del mío reconciliado con los designios de Alá tras años de perturbación y séame conocido al término un poco de sosiego. Confío en que esta conformidad sea mucho antes con vos en vuestro camino,
      Michael Baraibar.
      
      Lacant, sábado dieciochoavo día de Marzo de 1600
      Habrá llegado a vuestros oídos que el santo oficio desconfía de los arrieros moriscos. Aún hoy nuestra utilidad para la Corona es más poderosa que su suspicacia, pero ignoro por cuánto tiempo esto será realidad. La profesión de arriero es curiosa para quien como yo fundamentó siempre el aprovechamiento espiritual y temporal de la vida en el estudio. Tras perder nuestras alquerías y abandonar Granada mis hijos hubieron de aprender este oficio de los Ben Mardanis. Durante años recorrieron senderos desde Cazorla y Quesada a Lacant, las menos veces, y las más hacia Granada ataviados con zaragüelles de lienzo, jubones abotonados y sombrero espadar. Estas veredas arrieras fueron transitadas por mercaderes de ambos pueblos por siglos cuando las fronteras entre el reino nazarí y el reino cristiano se alinearon en las baraYila de Jaén. Transportábanse hasta Granada aceite, cereales y quesos para volver con las alforjas llenas de seda, azúcar y otros textiles con los que aplacar a los acreedores pues cada vez era más difícil pagar el exceso de aranceles y diezmos a los que éramos sometidos.
      El asiento progresivo de cristianos viejos, eclesiásticos y nobles fue perturbando la convivencia de la frontera en tal manera que la antigua comprensión tornase en suspicacia y la reciprocidad en confabulación. Viudo y solo algunas veces estuviere tan ahogado entre los vecinos que acompañé a mis hijos en sus viajes. Pernoctábamos en mesones de caminos donde se entretejían zala, leilas y zambras con abluciones y jaculatorias. Aún siento el agua correr por la cara y  los cabellos, aliviando el cansancio y la impureza.
      He de reconocer que la arriería permite la pronta ejecución de remedios con los que conservar la fe de Mahoma en nuestro pueblo, en esto no yerran vuestros eclesiásticos. Permite además al arriero percatarse de las grandes diferencias entre los que para los cristianos somos todos un único mal; he conocido musulmanes mucho más creyentes en vuestro Jesucristo que aquellos que dan sermones en las ceremonias de los domingos, con una resolución y un provecho nunca hallados entre los cristianos viejos. Vos recordaréis pues que somos ambos testigos de ello a nuestro común amigo Cidi Abducalam, convertido en honrado cristiano y tan injustamente tratado por los inquisidores pese a la virtud con que adornaba la guardia y custodia de su nueva fe.
    A veces nos acompañaba en nuestros viajes arrieros Francisco Axín, alfaquí y médico barbirrojo y reservado, séame dicho de familia con tradición en estas artes, que movíase tras preparar sus viajes con antelación. Los cristianos desprecian nuestra medicina como marginal, mágica y diabólica pero los poderosos han acudido a ella cuando sus galenos no daban respuesta a los males. En cada mesón esperaban a Axín varios enfermos a los cuales hacíales tomar las cedulillas de papel con palabras del Corán diluidas en agua tras quemar las prendas que encerraban sus desarreglos humorales. En medio de sus invocaciones estos hombres curaban del mal de orina o el mal de piedra, donde desequilibrios de sangre, flema y bilis ahogaban una de sus tres almas. Soy testigo de que los humores corruptos huían de aquellos cuerpos enfermos como huyeron del vuestro allá cuando el humor colérico invadió vuestra pierna derecha en aquella noche cruenta de 1569; unos baños con hierbas hervidas en vino y agua y un emplasto con la hoja de la estepa embebida en sus humos salvó vuestra vida y fecundó para siempre nuestra amistad. Francisco Axín fue preso en 1590 allá por Valladolid al olvidar que fuera un error fiarse de nadie aún siendo la misma sangre. Un primo arriero sometido a tormento por sus prácticas herejes lo denunció para salvarse y ambos fueron relajados meses más tarde. El compañero de caminos debió darles poca información pues no nos buscaron, siempre fue hombre de pocas palabras.
      La noche es amiga de la exclusión y el silencio y una buena compañera para los pensamientos y la oración. Con frecuencia viajábamos durante las horas oscuras para evitar tropiezos. Al amanecer mientras descansábamos releía mi libro de las suertes de Dulcarnain (23) trajinado entre alforjas sacando mucho provecho para mi alma en la penumbra de las horas. Más el ayer, el hoy y el mañana son paisajes distintos aunque pretendamos aprehenderlos en la misma mano. En esta mano vieja ya solo caben con dificultad la pluma y el ahora. El ayer es tan irreal como los sueños y del mañana sólo alcanza a este viejo proponeros lo que ya no está en sus manos realizar, pero sí en la vuestra. Sean pues protegidas por vuestro impenetrable Dios,
       Michael Baraibar.

Lacant, domingo diecinueveavo día de Marzo de 1600
      Decidme amigo de qué habláis cuando habláis de vuestro Dios cristiano pues forzoso se me hace comprender este cristianismo que forzosamente he tenido que aprender. Vos me decís que vuestra religión es de misericordia y cada día sufrimos muestras de su crueldad. Las imágenes han sustituido a las enseñanzas de Libro Sagrado y vuestros sacerdotes se alejan raudamente de la palabra escrita. ¿Cuál es el sustento de poner en boca de Jesús falsas palabras y en su destino la esencia divina, la creación y la resurrección?
      En Lacant han sido ejecutados esta semana por las autoridades dos cristianos viejos que degollaron un morisco y su mujer cuando cogían higos en su propiedad. Entiéndanse por estas noticias las perturbaciones de mi extraño sueño de anoche. Después de las oraciones me encontraba sentado frente a las montañas de silueta cada vez más precisa sobre un fondo añil en una tarde calurosa. La sombra corría sobre la hierba y el paisaje estaba  desierto. De repente parecióme ver en el desfiladero reflejos de espadas y escuchar escucho  gemidos y golpes.  Entre los vahos del horizonte Abuchafar con el semblante de mi padre dirígese espada en alto contra un gran ejército y mis voces para que se detengan son ignoradas; héroes y necios deben ser así, valientes, osados, irracionales. Luego retorna sentado a mi costado y nos abrazamos sin hablar percibiendo ambos la naturaleza ilusoria del espejismo en que fundimos por un instante nuestras existencias.
      La opresión hacia nuestro pueblo es tanta que temo una nueva revuelta y no me explico cómo sobrevivimos en la pura desesperación. La taqiyya que tantos miramientos produce a vuestros gobernantes nos permite sobrevivir en un mundo de odio e intransigencia confiados en una póstuma justicia. Se nos acusa por ello de mentirosos y de gravísimas ofensas cuando no hay peor castigo para nosotros que este obligado disimulo.
      Ruego a Alá que cualquier secreto padecimiento que podáis conocer no se alargue hasta la sepultura como en mi caso. Intercederé ante él por ello, pues escrito está que os he de preceder en este camino y no dudo que ambos hemos de llegar al mismo sitio,
      Michael Baraibar.

Lacant, martes veintiunavo día de Marzo de 1600
      Los linajes Haibar y Mardanis se entrecruzaron cuando Muhammad ibn Mardanis conquistó Jaén acercando sangres omeya y muladí de tan notable ascendencia.  Muhammad moriría el año de la Hégira de 567 (24) tras años de lucha contra los invasores del magreé en alianza con los monarcas de Castilla y Aragón. Lo haría en Murcia asediado por los almohades tras ser traicionado tanto por los cristianos como por los suyos en la persona de su suegro para quien había sometido la ciudad de Jaén.  Sea honesto conceder que en la guerra no se conocen lealtades permanentes pues tras su muerte estos mismos almohades acogieron con magnificencia a sus descendientes. Ganim, uno de sus hijos, fue jefe de un ejército que defendería el yund (25) andalusí contra cristianos y salteadores, ligando durante siglos a los ben Mardanis con la salvaguarda de nuestras fronteras.
      Setenta y cinco años más tarde otro Mardanis, Zyyan, perdería definitivamente Valencia y Murcia, incluyendo Lacant, desde donde os escribo. En aquel momento el flujo de repobladores cristianos empezó a ahogar la vida musulmana en tierras fronterizas donde se reunían en grupos armados a fin de robar, quemar y aprisionar el mayor número posible de cautivos para canjearlos en las almonedas. Únase a ello la afanosa competición entre  monarcas nobles y señores por enriquecerse aumentando aranceles y servidumbres entre los musulmanes. Fuera entonces necesario cimentar otra forma de vida y los ben Mardanis se ejercitaron en el comercio de mercancías desde la baraYila de Cazorla hacia Lacant  o Granada. Este oficio permitióles  vivir con holgura pues moros y cristianos intercambiaban mercaderías con beneplácito oficial, personas y bienes de los merchantes moros eran respetados y en casos de cautiverio rescatados por alfaqueques en intercambio por cristianos. Abuchafar mismo conocería el cautiverio pues que fue prisionero en el puerto de Quesada cuando acudía a trocar caballos y reses en Guadix. Entrando por Sierra Magina una cabalgada de salteadores les atacó robando su ganado y haciéndolo cautivo. Los fieles del rastro emplazáronlo en Huelma donde fue trocado por dos cristianos cautivos en Quesada, ciudad que fuera entonces musulmana (26). Hubo también, sea reconocido, un provechoso comercio ilegal que acrecentaba la ira de los cristianos a la par que la riqueza de los contrabandistas musulmanes a cambio de un tibio peligro de su vida.
      Todo fuera tornadizo el año de la Hégira 728 en al-Wabira (27) lugar donde Abuchafar encontraría la muerte. Tras largos años de paces y treguas la frontera bullía en luchas propiciadas por musulmanes y fracciones cristianas contra Alfonso XI de Castilla. Éste había conquistado con astucia y sin apenas derramamiento de sangre las más de las fortalezas de al Wabira y Alháquime  en la sierra de Cádiz  pero un edicto de asilo y perdón para traidores y alevosos llenó la plaza de criminales. Luchar contra un criminal es diferente a luchar contra un guerrero y no hemos de esperar auxilios de la providencia cuando se abandona el recaudo de la cordura.
      Sus descendientes no hemos de conocer el motivo de Abuchafar para trajinar su mercadería tan lejos de las rutas habituales. Murió en una emboscada en su viaje de retorno y séanos dicho que fue muerto con honor. Mas séame dado creer que también con grande desconcierto pues en la ingenuidad de su juventud no alcanzó a entrever el pigmento de odio religioso que tapizaba las fronteras.
      Fronteras que fueran para los ben Mardanis la urdimbre de su memoria y donde cristianos y musulmanes pudieran convivir por siglos. No fuimos tan diferentes amigo, decidme pues en qué momento nos alejamos tanto,
      Michael Baraibar.

Lacant, jueves veintitresavo día de Marzo de 1600
    Estos tiempos son extraños para el ojo del alma en este viejo morisco que como habréis apreciado ya no acierta a separar pasado y presente. Sea que la vejez nos sorprende a todos, instruidos y brutos, con la misma despiadada humillación. Debo confesaros que aunque la envoltura corporal sea débil con frecuencia el espíritu se rebela lleno de ferocidad y el temor a que a mi muerte la lucha entre ángeles y demonios sea larga y dolorosa acecha mis sueños. Atribuid a este temor mi afán en cruzar el umbral con este testimonio terminado. No he perseguido cosa alguna tan febrilmente en la vida en cuanto entiendo que es esta voluntad divina mi salvaguarda para la eternidad.
 En el nombre de Dios os saludo,
Michael Baraibar.
Lacant, lunes cuarto día de Abril de 1600.
      Quedan pocos  días para la visita del Licenciado  y anoche redacté con gran dificultad mi escritura. Mi tarea está acabada, ya sea con yerros y limitaciones que sabréis disculpar. Un alivio para mi espíritu han sido las noticias llegadas de mis hijos hace unos días. Al parecer han sido bien recibidos entre musulmanes, turcos y judíos y moran en calles limpias de infinitas fuentes y apacibles jardines que asemejan Al-Ándalus. Séame dicho que tienen una pequeña botica donde venden mercaderías de galeras españolas: bonetes, aljofar, sal, vino, aceites y olores. Han arrendado una casa en la cual observan los preceptos de Alá pues al parecer mis nietos han aceptado la doctrina del Corán sin embarazo. Grande contentamiento me producen estas noticias pues las informaciones eran de profundas penas en otras partes de Berbería. Casos tan graves y peligrosos que muchos han vuelto a España escondidos pues es el remedio menos daño que permanecer allá.
      Aquí en Lacant las conspiraciones entre unos y otros se acrecientan pues el camino del odio no conoce del retorno. La sura  “combatid por Dios contra quienes combatan con vosotros, pero no os excedáis” es desconocida por los cristianos y ha sido olvidada por los nuestros. Tras cerca de tres años el mes pasado volvió muy en mal estado de Túnez nuestro amigo Gonzalo Ruys, habiéndose dado en trueque por doce moriscos. Alegróme mucho verlo aunque sus penas fueron muy grandes pues que estuvo dos meses de remero en galeras hasta que los tunecinos lo consideraron de rescate y pasó a los baños. Al menos ha retornado pues conozco que los turcos y árabes son de una crueldad extrema y cortan orejas y nariz a los cautivos marcándolos como animales o quemándolos vivos. Paréceme es propio de salvajes pues los infieles se aniquilarán a sí mismos por su infidelidad. Séame dicho que mis hijos poseen dos cautivos cristianos comprados en el Soco de los Hebageros mas me entrego a la creencia de que no se desviarán de la honestidad en su disfrute  pues aún en la tribulación es el único patrimonio del virtuoso.
      Los pulmones apoyan cada vez menos a este viejo morisco pese a las frecuentes sangrías y los dolores de pecho perduran inmisericordes a pesar del caldo aceitoso de abubilla que me ha traído un acreditado alfaquí. Ha llegado pues el último de los mañanas como escribano y debo terminar. Lo hago exhortándoos a que recéis una oración por mi alma en la certeza de que la plegaria de un hombre piadoso ha de promover necesariamente la misericordia del Todopoderoso, sea éste venerado como musulmán o como cristiano.
      Es promesa del Profeta que los temerosos de Alá serán conducidos tras su muerte al jardín eterno. Allí me encamino y allí he de esperar a mis queridos hijos para abrazarlos con el amor infinito que durante tantos años no me ha sido permitido poderles entregar,
      Sed con Dios,
      Michael Baraibar.

Notas
18 Tierra fértil.
19 Año cristiano de 1248.
20 Departamento administrativo encargado de repartir la caridad obligatoria en el período omeya.
21 Azaque o limosna
22 Jefe de un cuerpo especial de policía. En época de Adb-Alderramán III existieron una surtha para el pueblo, una para los nobles y otra para la élite.
23 Libro de adivinaciones morisco.
24 Cristiano 1172
25 Circunscripción militar
26 Desde 1295 a 1310 año cristiano Quesada estuvo en manos sarracenas.
27 Olvera, sierra de Cádiz.

 

acerca del autor
Elvira M.

Elvira M. Melián es escritora de investigación histórica. Doctora en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en Endocrinología y Nutrición. Máster en Ciencias Históricas Universidad Rey Juan Carlos. En la actualidad trabaja en un Hospital de Madrid, ciudad en la que reside. Junto a su labor sanitaria, ha realizado numerosos trabajos de investigación sobre la presencia de la mujer en la Institución Libre de Enseñanza y las figuras femeninas díscolas durante la España Moderna, todos ellos publicados en prestigiosas revistas especializadas. Estos trabajos y el libro “Para los que no vieron”, ed. Do Castro, 2006, sobre la figura de Francisco Lamas, médico e intelectual y último alcalde republicano en Lugo previo a la Guerra Civil, son ejemplos de su quehacer literario e investigador en su faceta de escritora.