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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
3 3 2014
El niño Dino por Raquel Morán

El niño se hallaba sentado sobre una roca, al borde de la carretera; le vi en cuanto doblé el recodo y disminuí la marcha para observarlo con detenimiento: era un chiquillo diminuto, de unos cinco o seis años, portaba una sucia camiseta del Real Madrid y unos pantalones cortos, abusados de costurones. Tenía la tez morena y el pelo ensortijado y enmarañado. Se entretenía pasándose de mano en mano unas piedrecillas de colores que, luego, al aproximarme a él,  se me revelaron como canicas.
Antes de detener el automóvil al borde de la carretera, traté de divisar a sus acompañantes.  Pero no había nadie en la vecindad. El niño estaba solo.
Me detuve a unos tres metros del chiquillo, que continuaba pasándose las canicas de una mano a la otra, mecánicamente.  Parecía hallarse meditando o en trance. ¿O tal vez en estado de shock? Había visto numerosos casos parecidos en los últimos años. Ni siquiera alzó la vista cuando comencé a hablarle:
—Muchacho, busco un sitio en el que poder pasar la noche. Un lugar seguro. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?
El niño permaneció callado, sin dejar de observar el movimiento de las bolitas.
—Niño, te estoy hablando a ti. ¿Estás sordo?
Me aproximé hasta casi alcanzarlo con mis manos pero, antes de que pudiera tocarlo, el niño se levantó de la roca como movido por un resorte y me lanzó una canica al rostro:
—¡No, no estoy sordo! Y quédate donde estás, seas quien seas.
Su voz, y no sus palabras o el tono de familiaridad en el que habían sido pronunciadas, me heló el ánimo. La voz no casaba con la edad de aquel niño: era la voz sibilina y cuchicheante de un viejo avinagrado, la voz de una beata amargada.
—Sólo te preguntaba si…
El niño me respondió esta vez tirando las piedras al suelo para sacar del bolsillo de su pantalón una navaja suiza y apuntarme con ella.
—El pueblo más cercano está a unos diez kilómetros de aquí. Todo recto, no hay desviación. Es seguro o, al menos, lo era hasta ayer. Y, ahora, ¡largo de mi vista!
Volví mis pasos y regresé al coche. Encendí un cigarrillo y puse en marcha el motor. Antes de que metiera la primera marcha, el niño había introducido una manita a través de la ventanilla rota:
—Uno de ésos me vendría bien. A cambio de la información que me pediste, ¿no?
—Tú no puedes fumar.
En un santiamén, el niño había parado el motor y ocultado la llave en el hueco de su manita derecha.
—Sólo te pido un cigarrillo, viajero. O me lo das, o te pasas la noche aquí, porque la llave irá a parar al fondo del barranco. Tú verás, amigo.
La familiaridad con la que el chiquillo se dirigía a mí era insultante y vejatoria. Su amenaza, aún más insultante y vejatoria. Pero le di un par de cigarros, de todas maneras. No porque temía que llevase a cabo su amenaza, que, de buen seguro hubiera cumplido, sino porque aquella voz de viejo cascado con la que le hablaba a un extraño provocó en mí cierta piedad.
Hijos de la guerra, todos iguales; toda su inocencia reventada, de uno u otro modo. Infancia echada a perder, a la mierda, a la deriva, mientras los hombres nos matábamos unos a otros por cuestiones de credo y de banderas.
—Posada de Desiderio— murmuró el niño mientras se alejaba del automóvil, con uno de los cigarrillos colgando con maestría de sus labios resecos y carnosos —. El viejo da bien de comer. Dile que vas de parte del niño Dino.
¿Cuántos años debía de tener? No menos de cinco ni más de nueve. La misma edad que el mayor de mis hijos. La comparación fue inevitable y de todo punto insoportable. Agarré el volante más fuerte y aceleré el motor. El niño me siguió con la mirada desde su atalaya.

acerca del autor
Raquel

Raquel Morán Sernández, Asturias, España, 1969. Cursó estudios de Geografía e Historia en la Universidad de Oviedo, licenciándose en Geografía en el año 1994. Dos años después se marchó a estudiar a Londres, en Inglaterra, y ha terminado convirtiendo este país en su residencia permanente. En la actualidad, trabaja como profesora de francés y español en un Instituto de Secundaria en Londres, y reside en Ilford, Essex, con su marido y sus dos hijas. “Apolo y los centauros”, Editorial Trafford, 2007, fue su primer libro publicado. También ha colaborado escribiendo reseñas y relatos para diversas revistas literarias en línea. Ha publicado un relato corto, “Cambio de sentido en la autopista”, en Ediciones Rubeo, que está incluido en el libro de relatos “El ahorcado y otros cuentos fantásticos”, Ediciones Rubeo, 2010. En 2011, con su propio sello editorial, LittleAsturias Publishing Ltd., Ha publicado un libro sobre música “Indie en Manchester titulado Mancunians and music: tales of the underground, the internet and the manchester music scene”, 1998-2011; el libro se vende en Amazon. En diciembre del 2013 la Editorial Baile del Sol publicó su novela “No Smoking”. Se la puede contactar en su blog http://littleasturias.blogspot.co.uk