MUDANZA A LAS VEGAS
La primera vez follamos bien, fue algo instantáneo y yo sabía que sería efímero, así que fue todo espontáneo, hasta el momento de despertar y saber que estaba con alguien que no era mi mujer. Cerca de las 11 am. ya la vi fea, con un terrible aspecto de mujer indigente, llena de carencias y queriendo al otro día verme de nuevo. Soporté un poco sus mensajes de texto amoroso, cursis, casi como una declaración de amor después de follar. La segunda vez fue más difícil, ya no se me paró fácilmente, tuve que apagar mi móvil para no recibir los reclamos de mi mujer y, lo peor, al despertar me dieron unas nauseas horribles, como si me hubiese bebido muchas botellas de ron en una tarde, me sentí cansado, y no del sexo; y tampoco era culpa mía, mi mujer ya no me quería, su exitosa vida le había llevado a pasar el tiempo entre la oficina y la socialité; mi mujer era una mujer hermosa, mis amigos incluso comentaban lo sexy que se veía, y más cuando bebía. Sin embargo, ya no bebía conmigo, ya no dormía, me mandó a la sala y yo preferí mudarme a Las Vegas, mientras mi mujer dormía, yo en la sala veía una vez más Leaving Las Vegas, apenas me servía el tercer trago de scotch cuando me di cuenta de algo en la película: ¿Eres deseable? ¿eres irresistible? Si bebieras bourbon conmigo tal vez me ayudaría, quizá si me besaras y probara el picante de tu boca, serviría. Si bebieras bourbon desnuda conmigo, si olieras a bourbon mientras follamos, mi estima por ti podría aumentar, si derramaras bourbon sobre tu cuerpo y me dijeras: bébetelo; si separaras las piernas y el bourbon goteara por tus senos y tu vagina, y me dijeras: «bebe de aquí…» posiblemente podría enamorarme de ti, porque entonces tendría un motivo para limpiarte, y eso… y eso… demostraría que sirvo para algo. Te limpiaría lamiéndote para que pudieras irte a coger con algún otro… (Nicolas Cage en Leaving Las Vegas). Y me di cuenta que yo no servía ni para limpiar el scotch derramado en el hermoso cuerpo de mi mujer; durante los tres años casados fui un fiasco para el sexo, aún me atormentaban los fantasmas sobre alguien a quien ella quería, yo sé que lo quería, yo se que él aún pasaba a su trabajo y le acompañaba a una cuadra de nuestro departamento, al principio me molesté, después comprendí que mi mujer era demasiado hermosa como para solo estar con un viejo bebedor. En esta historia con mi mujer solo hay dos certezas, la primera su belleza, la segunda que yo no servía para nada; entonces comprendí que ella era bondadosa al estar conmigo y en ese sentido no pude reprocharle cuando al otro día de dejarme en la sala y yo terminarme las botellas que ella me compraba y mientras en la Sharp de 60 pulgadas seguía repitiéndose Leaving Las Vegas, ella me dijo: «No quiero nada estable contigo, pasarán por mí, no te levantes, sigue bebiendo bonito, me voy a trabajar…»
Fueron sus últimas palabras, recogí mi ropa, puse a la gata en la transportadora y regresé a mi lugar, a mi departamento a unas cuadras del cine nacional; abrí y me recibieron un montón de gatos, pensaba que eran diez, encontré más, en mi ausencia hubo unos amoríos entre un gato y la gata de un vecino, aventé mis cosas, dejé el DVD de Leaving Las Vegas sobre la mesa, me dirigí a la cava escondida y saqué un chivas regal viejísimo, mi padre se enojaría, pero había que hacer un «pacto» con mi «mudanza a Las Vegas». Me tiré en el piso, los gatos se amontonaron, bebí directo de la botella y me sentí triste por haber querido encontrar en una mujer extraña el consuelo para el desapego de mi mujer. Pretendí dormir, pretendí morir de tanto chivas, pero abrí los ojos, mi mujer no estaba, mi celular solo con un mensaje: te busqué y no te encontré, se que tu mujer te dejó, yo también, no sirves ni para follar… Me sentí aliviado, quizá sintió el mismo asco que yo después de mirarnos.
Llevo días y mi mujer, la hermosa mujer a la que le gustaba escuchar el mar, no se ha comunicado, ya no tengo scotch, solo unos licores extraños que quizá sí me lleven a mudarme a Las Vegas… Sonó el móvil, pero era Nancy —huelen mi tristeza algunas mujeres—, no contesté… es necesario que me mude a Las Vegas.
GRIETAS
Tengo una enorme gotera en casa, exactamente en el comedor, hace días le puse cemento, no tenía ni idea, pero ya buscando el manual del albañil en la red supe que hay que poner tres de arena por dos de cemento gris; como hombre hay que resolver esas cositas, al menos para que los gatos no se despierten de su plácido sueño por el goteo. Y como hombre también hay que en ocasiones resolver cuando terminar una relación, se me puede cuestionar la forma quizá, sin embargo si yo no lo hacía, seguramente Arlette me hubiese estado dando vueltas con su no puedo, y pasarían meses en lo que no sabría ya ni como es su rostro. Sí, lo hice mal, lo terminé como siempre, sin embargo en verdad intenté que nos diéramos la cara y solo despedirnos y cada quien a su casa y a sus formas de vida; me hartó un viernes por la noche que por teléfono salió con lo mismo: no se… no voy a poder… aunque lo que si me tundió fue: tu sabes que estoy con alguien más; claro que lo supe durante tres años, en el primero ella quedó de resolver eso, no pudo, en el segundo yo enloquecí por esa situación, en el tercero, ya no me importó, solo le pedí que me dedicara tiempo. Por supuesto no lo hizo, ja, como diría Torrente: porque tenía al pijo gilipollas de su novio antes que a mí, así que decidí terminar a mi estilo y lo hice tan bien con un texto que Arlette no quiso volver a tomar mis llamadas; ella no se ha dado cuenta que sé perfectamente dónde trabaja, sé perfectamente dónde detener el auto y esperar a que salga de su casa, pero soy respetuoso de esos espacios; no se le dio la gana, no pudo, o lo que sea, pero nunca accedió a un lugar neutral; claro, yo tomé el e-mail como un lugar común y la destrocé, porque esa es la palabra; puede ser que nunca sea un escritor, pero sé joder a la gente con textos. No me arrepiento, tampoco de los tres años, si algo debo reconocer fue su cariño, su disposición, su tolerancia; es triste, aunque ya no sienta más amor por ella, le aprecio; yo decía que era una santa, no lo fue, es una buena mujer que también tiene un amor completo a su estilo y espero de ahora en adelante esté mejor sin mi presencia, sin mis presiones, sin mis chantajes, sin mis reclamos, sin mi poco o mucho amor. Si no tomaba yo la decisión de terminar hubiese seguido sufriendo e incluso lloriqueando como a finales del año pasado, después de una buena velada en casa de Aydeé, Carlo Camaleón y acompañándonos también “el Nada”. Ya a la mañana, al regresar a casa, se molestó por una tontería mía; algo me pasó, subimos al trolebús y no hablamos más, solo no pudo evitar llorar, al final mostró algo de su sensibilidad, creo que ese día hubiese sido el perfecto para terminar. Comenzó el 2013 y nos vimos poco y ya a punto de explotar todo, fue lo mejor, le agradezco el tiempo, las cervezas, la fe que me dio en una relación con las circunstancias que fuesen. Seguro mañana amanecerá en los brazos del amor de su vida, yo no; son casi las 4 am. y amaneceré pensando en tres proporciones de arena por dos de cemento, pero los hombres tenemos que funcionar para algo… La única felicidad que visualizo a corto plazo es Jaqueline, tenemos una cita para hacerle un homenaje a lo efímero. Después me haré un escudo con tres de arena y dos de cemento, aunque no garantizo que quede bien, siempre hay grietas en donde se cuela alguien…
Juan Ismael Ramírez Labastida (Juan Beat), México, 1976. Es licenciado en psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue director fundador de la revista estudiantil “Comunicantes”, de la Facultad de Psicología de la misma universidad. Es editor de “Los Avengers Fanzine” y ocasional colaborador de Generación y Resonancias. Ha colaborado en diversas revistas electrónicas mexicanas e internacionales. No premios, no becas, bebedor de cerveza oscura y músico de bop frustrado. Sus principales influencias son: Jack Kerouac, Charles Bukowski, John Fante, Raymond Carver, Fernando Vallejo, Alejandro Jodorowsky, David Lynch, Pedro Almodóvar, John Coltrane, Charlie Parker…