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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
2 12 2010
Un panorama de los dramas humanos por Carlos Meneses

UN PINTOR

El pintor cubrió el lienzo de pintura negra, un negror hasta agresivo. Pensó un momento, luego retomó los pinceles empapados en rojo y trazó una sinuosa línea que en diagonal corría de arriba hacia a abajo, le añadió muchos y breves ramales muy delgados. Podía significar un tronco añoso y sus viejas ramas, pero más parecía un río desorientado, sin dirección, rodeado de empedernidos afluentes. Pensó largo rato mirando su obra. Reconoció su vida, no se pudo alegrar.

 

 

EN EL DIVAN

Una vieja desdentada y plagada de arrugas va todos los días al psicoanalista. Le cuenta siempre lo mismo, que hubo una bella jovencita plebeya que casó con un hermoso príncipe. Calla que cometió un gran error abandonando a siete pretendientes terriblemente enamorados de su belleza, con lo que perdió la oportunidad de ser la primera mujer dueña de un harem masculino. No dice, ni quiere pensar, que quedarse con ellos habría sido mejor que lo de ahora, reina destronada y vieja, pobre y solitaria.

 

 

CARTA DE GRIMANESA

En plena euforia de la presentación de su última novela, Artemio recibió una carta sin remitente y con el matasellos borroso. La abrió, la firmaba una tal Grimanesa, uno de los personajes de su novela a la que había descrito como: alta y delgada como un trinquete, con mirada de búho y carácter de león hambriento, si alguien hubiera dicho que pegaba a sus padres era obligado el creerle, su vestimenta resultaba de gusto deplorable, nunca desde que llegó a ese pueblo se le conoció pareja, se murmuraba que la muerte de un antiguo pretendiente estaba relacionada con su agresividad. La carta era breve decía: “su mentalidad que es una bazofia me ha mostrado al mundo como una zafia, de una horrorosa imagen física, pérfida y canalla sin límites. Merecería que yo fuera a su casa, le cortara las manos y le sacara los ojos, que incendiara su biblioteca y que llevara una turba de malhechores para que bailaran sobre su cuerpo sangrante, pero no podré cumplir mis deseos, he envejecido, ahora soy una tullida y estoy en silla de ruedas”.

 

 

CUESTION DE COLOR

Cuando abrió los ojos vio un color diferente a todos los demás y entonces supo que la felicidad existía. Los cerró largo rato, al reabrirlos el color ya no estaba. Nunca más lo pudo encontrar.

 

 

LA DESCONOCIDA

Siempre la misma voz que me dice : te quiero, te quiero mucho, te querré hasta que me muera, y cuelga. Con el teléfono en la mano insisto en que siga, pero ya no hay más palabra. Un silencio que empieza siendo verde casi transparente, que se va oscureciendo y termina siendo negro como de furiosa tormenta. La espera para una nueva llamada podrá tardar un día, una semana, un mes. Volverá a llamar y esa voz candorosa, almibaradamente cálida me dirá lo mismo, aunque tal vez agregue (ojalá) lo que dijo una vez, sólo una vez y no lo volvió a repetir: el amor es una distancia insalvable. Le pediré más palabras en todos los tonos posibles, pero otra vez triunfará el silencio.

 

 

VIDA CON PERROS

De niño soñaba con perros. Unos venían y me lamían las manos. Otros me gruñían pero cuando me aproximaba a ellos y les acariciaba la cabeza se amansaban, notaba que me querían. A veces veía perros mutilados. Una pata menos, la falta de un ojo, la oreja desgarrada. Yo los curaba. El cojo recuperaba la pata, el tuerto el ojo, el desorejado la oreja. Luego, todos felices hacíamos círculo y empezábamos a conversar.

 

 

INVITACION DE POETA

Al concluir la lectura de su poema MADRE, Oquendo de Amat comprobó la fascinación en los ojos de sus amigos. Eufórico decidió recompensar esa ovación silenciosa. Invitó a todos a tomar un café en la luna.

 

 

BOXEADOR

Sonó el gong y Kid salió al centro del ring con los brazos extendidos para saludar al adversario. Tenía que ganar y si por K.O. mejor. Lanzó frenético su demoledor jab de izquierda, eludió un cross del contrario. Entró en un rudo cuerpo a cuerpo. Se sentía muy fuerte, capaz de poder combatir no diez sino hasta veinte asaltos. Lanzó un poderoso gancho de derecha. Volvió a golpear con ambas manos el rostro del rival. Lo vio sangrar copiosamente. Caer a la lona. El árbitro inició la cuenta. El saltaba de felicidad. Levantaba los brazos. Aullaba de contento. Lo sujetaron dos enfermeros. Se lo llevaron a rastras.

 

 

SOLO DE SOLITARIOS

Todos los días cruzan una breve mirada. El se aleja recordando un semblante dulce y fino. Ella sigue el ritmo de pasos presurosos que la devuelven a la soledad de su casa. Nunca cambiaron saludos. Jamás el uno supo el nombre del otro. Muchos años después ella se deja caer sobre el sofá fatigada por la rutina del trabajo, vencida por la soledad. Apoya melancólica, la cabeza contra la pared. Él, harto de tareas ingratas en la oficina retorna a su diminuto apartamento, se sienta con aire casando en un taburete. Se va adormeciendo, en su infinita soledad su cabeza encuentra la delgada pared que arbitraria separa dos nucas.

 

 

EL DICTADO

La voz de la mujer le advirtió que se dispusiera a tomar su dictado. Buscó con los ojos a la dueña de esa voz y no la encontró. El dictado llevaba ritmo ágil y lo obligaba a escribir con velocidad. Al concluir el amanuense quiso entrar en diálogo pero la voz no le respondió. Leyó lo que había escrito y le pareció excelente. Corrió hacia la redacción de la revista que le rechazaba cuanto llevaba y le aceptaron el cuento que se publicó muy pronto. Quiso comunicarse con la voz femenina pero no hubo forma de lograrlo. Pasaron años para volver a escuchar la voz deseada. Esta vez fueron horas de escribir sin descanso. Los cuatro cuentos dictados tuvieron gran éxito. El director de la revista no se explicaba los desniveles en la producción de su colaborador, quien contó la verdad de lo sucedido. Nunca le creyeron su versión.

 

 

LA VENGANZA

Me vengaré, decía. Bebía cinco botellas de vino, dos de orujo, dormía 24 horas seguidas. Vengaré a mi padre, clamaba. Bebía diez botellas de vino, cinco de cazalla, dormía una semana. Vengaré a mi pobre padre anciano, muerto a golpes en la cárcel. Bebía botellas de todos los alcoholes, dormía un mes completo. Mataré al verdugo de ese pobre viejo rojo, sé dónde encontrarlo. Bebía su vida, su impotencia de venganza, su odio a los represores, su propia muerte. Debe seguir bebiendo.

 

 

AMORES

Aseguraba que quien hubiese escuchado decir “te quiero” como en susurro a siete mujeres diferentes, podía morir sino feliz sí satisfecho. Un amigo suyo que había escuchado esa frase dicha por una veintena mujeres, murió maldiciendo su infortunio.