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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
1 5 2010
Portátil (cuento) por Luis Emel Topogenario

Hubo un comercio. Capas de cabello sano. Libre de tiñas. En la noche prosigo mis esperanzas. Acostumbrado a ser de día, a sonreír con debilidad, a dudar con fortaleza, así es como me conocieron los hombres que olvidé. Mi olvido los desarmó, si no me equivoco. Consigo descansar en la cama, negociando para que mi propia cama me reciba. Ahora que ya no me convertiré en sábana, en colchón, en polilla, en testigo del mundo de la cama. Fui comerciante, si mi cuerpo se acuerda bien de eso. Hice mi dinero sin estafar a nadie. ¿Se puede? Del día quedaron los esfuerzos para no estallar a los costados, la música violenta de los parlantes ofreciendo mercancías, la violencia musical del sol, el corazón tronando, ése, y otros órganos, del tamaño de una res. No es fácil identificar al enemigo. ¿Se pudo? Del día quedó el vencimiento, el abandono, la naturaleza, y sus molestias. Del abandono me quedó el recuerdo del día. Hice mis ganancias sin estafar a nadie. ¿Se podrá? Prosigo por esperanza. La noche, recibiéndome en el mundo de la cama, y sus molestias. Qué curioso, no recuerdo haber sido alma anteriormente. ¿Se podía? La cama ha quedado impregnada de mi sudor. Testigo. Había una mujer aquí cerca, si su respiración no me engañó. Así respiraba. Le he dado semen. Sé de otros gestos aún más costosos que el de dar semen, pero ella me recibió como si recibiese un acto único y supremo, sus ojos bastante ceremoniosos, y bellos, parecían albas en medio de una guerra. Se le chorreó un poco, ¿esto es normal?, pero en general se lo tragó todo. ¿Estas sensaciones son seguras? Es sólo semen. Testigo. Es sólo semen. Pocas palabras se pueden expresar por sí mismas. Sí, tiene que haber sido una mujer, aquí cerca. Se lo dejé bien adentro, mi semen, bastante adentro, si es que no era reversible, como algunas chaquetas. Luego se ha alejado. La mujer. No reversible. Un ser sin trazas, algo cómico, apagable, en ese orden, la recordé, la recuerdo, salvo los ojos, en mi habitación oscura. Una oscuridad, de a ratos, sólo consumible como noche, no de otra forma. ¿Se podría? Tuve un comercio. Tenía esperanzas de progresar, quizá en un momento, si todo salía bien, dar más semen, a ésa, alba de guerra, o a otras, menos importantes. Lo que importa es darlo. Tuve un problema con mis esperanzas, mis esperanzas me cortaron, hasta sangrarme, ¿es así que se siente?, la sangre, ¿es así que se siente?, prosigo. Yo prosigo, por órdenes de los testigos. Esa mujer, aquí cerca, ¿quién es? Con mi sangre cortada quedó estéril la luz natural, y sus molestias. Qué curioso, si mal no recuerdo, la noche tenía paredes. Esa mujer, aquí cerca, ¿qué quería? Se lo dejé bien adentro. No lo regurgitó aunque, por su respiración, estuvo eructándolo bastante rato, se le chorreó un poco. Otros, otros, ¿comerciantes? ¿Se ha podido? Otros rondan por la noche. Parece, avisaron, en la oscuridad, que afuera son bastante graves las cosas. Hasta hace un momento todo se sentía muy extraño, y ajeno, incluido el vino espumoso que estaba consumiendo. Las gentes, ¿fui comerciante? ¿Qué tipo de comercio tuve? Las gentes, las celebraciones, la voracidad de las gentes de ser celebradas, de correr tras mi producto, de demandar la última versión del día, capas de cabello sin tiñas, y sus molestias. Yo comerciaba productos para el cabello. ¿Se pudieron? Mesoterapia capilar abundante consígala, si mis manos no me mienten. Otros rondan por la noche, no es fácil poder ubicarlos. No. Casi todo es ignorable. Así de graves son las cosas. Afuera, retazos, rizos. Lo que quedó del día fueron recuerdos, anuncios comerciales, ojos y oídos vestigiales, voces adornables, mi cuerpo abandonado en mi cama. Con no todos los órganos, si es que no erré el conteo, me estuve inventariando, y no estaban todos. Lo que quedó del día. Las primeras sensaciones del abandono no son tan intensas, como me insinuaba la noche, tibiamente. La expulsión no es tan terrible. Algo dejé bien adentro. Se lo tragó, la noche, su mímica, su respiración, se lo tragó. Los primeros resultados, que pensé muy tristes, me recordaron mucho a mis orígenes: una cama con sudor, unas manos acariciando un escroto, una bolsa de semen contraída, unas ropas con pólvora de guerra, unos billetes al portador. Allí comencé yo. Claro, estoy recordando una guerra, si no me equivoco. Fue la guerra civil, con resultados mixtos para la guerrilla. Yo soy comerciante de cabello, pero tengo varias guerrillas conmigo. Los fusiles también reían en la noche, ¿se ha podido?, la pólvora no molestaba, ni el tableteo de los casquillos, eran armas bastante baratas y malas, ni las piernas arrancadas, bastante más baratas que las armas, no molestaba, igual que ahora mi cuerpo en mi cama, en mi noche, en mi recibimiento. Espero ser más caro, y mejor fabricado, que mis recuerdos, arrancados. ¿Son seguras estas sensaciones? Esta mujer, aquí cerca, ¿qué dijo? La noche. Testigo. Recurso finito. Mi cuerpo y mi sudor, mis movimientos, mi sangre, mi semen, cajas portátiles de la noche. No me equivoqué cuando hice mi inventario. Consigo descansar sin que nada, ni los portazos que se escuchan, ni el deambular de los otros, ni esa mujer, aquí cerca, ni la cama respirada, ni la noche sin paredes, me perturbe. ¿Estos pensamientos son seguros? ¿Este comercio es definitivo? Me apago, entre amenazas y desventajas, no sé plantearlo muy bien. Inmóvil. Es curioso, no recuerdo haber escuchado tanto en mi vida. Sufro del comercio, resulto la enfermedad de las capas de cabello, hay que solucionarla, consígala. Escucho a los otros moviéndose, tan tranquilamente, como si nada. Esa mujer, aquí cerca, ¿cuánto me cobró? Porque me parece que le sigo pagando. Se lo tragó todo. Continúa tragando, creo que por reflejo, creo que no aguantó muy bien los golpes. Que me propinó. Bañado en sudor, y sangre. Las esperanzas y sus molestias. Hay ruido. Simple. Movimiento. Me aprecio al otro lado de la noche, no sé plantearlo, instalado en un catre, no sé plantearlo, si es que consigo otro cuerpo, viviendo del abandono, sonrío como los débiles, apuñalo como los cobardes. ¿Son seguros estos pensamientos? Es cuestión de reunir los residuos, lo que quedó sin sepultar, pasarles un poco de pasta, y pedalear, pedalear, hasta volverse invisible, dentro de la noche, pedalear, pedalear, mi traje, mi traje, hasta volverse señas, sonidos, sacados de las piedras. Recuerdo todas las órdenes que recibiré, y me alegro por la noche, y por mi cuerpo, bastante obediente, si no me equivoco. Hice mi negocio, sin romper las reglas. La soledad es peor así. Es cuestión de reunirse, los otros, sé de otros gestos aún más costosos que el de los otros, sólo reunirse. Inmóvil. Prosigo mis esperanzas. Desármese. Ahora que ya no me convertiré en almohada, en colcha, en ácaro, en testigo del mundo de la cama, la soledad es peor así.