Jueves 16 | Mayo de 2024
Director: Héctor Loaiza
7.327.772 Visitas
Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
resonancias.org logo
157
Narrativa
1 2 2010
La negra nostalgia de los fantasmas (fragmento) por Luis Martin Osorio

Cap 1

La Guillotina
La cabeza de Yafet rueda. En la picota los ciudadanos miran sorprendidos lo que esa máquina hace con el hombre.Así, el rey Zarán inaugura con el cuello de Yafet ese artefacto que llaman guillotina.

¿Qué hizo?, se preguntan los habitantes de Kijote; esa ciudad que no tiene más atractivo que los rumores y las leyendas que se cuentan de su malvado rey, ese que no duda y nunca dudará en castigar a quien no esté de acuerdo con su forma de gobernar; le apodan la bestia: no tiene alma, ni corazón, conceptos que en este lugar todavía no existen.

Pero, ¿qué hizo?, preguntan los habitantes de este reino perdido entre las grandes capitales del nuevo mundo, que no figura en las historia, mucho menos en los mapas, tampoco su rey tiene tratos con otros reyes. Es tan poca cosa que no alcanzan el grado de rumor. No tienen escudo, y Zarán es simplemente Zarán, no hay un segundo nombre, no hay historia que contar, ni alianzas, ni sueños, ni oráculos. No hay registros de este lugar inventando por Zarán, luego de una larga pesadilla que le mostró un destino: imagen en donde no hay nada, sólo un fondo blanco amarillento y puntos suspensivos como dagas enterradas en las costillas, donde grandes chimeneas sacan sus lenguas de humo, donde hay bestias que no se vencen ante el coraje de una espada, donde dragones zurcan los aires sin mirar a la tierra, donde no hay silencio, ni árboles, ni cielos azules.

Así Zarán inventó Kijote. Un país que nunca fue país y nunca tampoco, tuvo un rey según lo decían los libros. Pero, ¿cuándo un libro ha dicho la verdad? Por eso Zarán pudo hacerse llamar rey y su corona la construyó con terror y guillotinas.

El tedio vuelve al reino y la cabeza de Yafet sigue ahí, mirando al cielo, sus ojos rodeados de sangre y hematomas. El gesto de sus labios guarda para siempre la última expresión de su rostro. La picota se vacía poco a poco y todos regresan a sus actividades.

Ayer, Yafet fue golpeado con brutalidad, sus verdugos le pidieron que aceptará la culpa, ese error que se originó en su corazón. Que Zarán le daría la oportunidad de vivir si aceptaba la verdad.

Es tan fácil, dijo el capitán de la guardia del rey. Es un capricho, di que estás equivocado, que no lo harás de nuevo y todo volverá a la normalidad. Seguirás en la corte, tu familia no perderá los privilegios.El rey está molesto y si no aceptas la culpa antes de que suenen las campanas de la medianoche, mañana estarás muerto al mediodía. Tan fácil, tan simple, mañana probarás el filo de la guillotina, mañana tu cabeza estará en el suelo y las hormigas tendrán banquete con tus ojos, con tu lengua, tu sangre guiará a las moscas, a los buitres, las ratas se encargarán de tu cuerpo, y todo  por no responderle al rey su petición.

Yafet intentaba mirarlo al tiempo que escupía sangre, sus párpados inflamados, su espalda lacerada, sus manos reventadas, porque hasta ese día nadie había soportado más de cien latigazos.

La verdad es que Yafet quería hablar pero no podía, cada intento de pronunciar palabra, era respondido con sendo latigazo. Mientras tanto, Zarán descansaba en su alcoba, preocupado por la actitud de Yafet, que tiempo atrás era un buen cortesano, un joven inquieto y alegre, concurrente a las fiestas del castillo. Pero Zarán tampoco perdería el sueño ni dudaría en castigarlo. Castigar a Yafet por contradecir sus órdenes era darle la oportunidad a cualquiera en Kijote de hacerlo. Entonces pensó en construir más guillotinas, más picotas. Yafet no era el final del problema, era el principio, simplemente el inicio de una historia que siglos después seguiría en el mismo tono. Esa noche Zarán soñó con Yafet y lo vio como un fantasma que lo acosaba, que le susurraba al oído, que de pronto le gritaba, que le miraba con coraje... Ella llora, su cara hinchada, su voz se resquebraja al lanzar plegarias, pide perdón. Buscó a Zarán para explicar lo que sucedía; pero no pertenece a la corte, por lo tanto, no existe. Es Yafet, únicamente Yafet quién podrá cambiar la historia de los tres. Hasta el final del final las cosas seguirán iguales. Un tirano preocupado, un hombre que no sabe qué error cometió, una mujer que llora y un narrador que intenta narrar sin saber porqué esta historia...

acerca del autor
Luis Martín

Luis Martín Osorio, Monterrey, Nuevo León, México, 1976. Licenciado en Ciencias de la Información y Comunicación por la Universidad de Monterrey. Es Asesor Editorial y guionista de TVNL (Televisión cultural). Titular de la sección cultural “Atmósfera Qixote” donde escribe desde Literatura hasta de lapas... en el periódico El Regio de Monterrey. Coordinador de proyectos editoriales de la Universidad Metropolitana de Monterrey. Ha colaborado en diversos periódicos de México. Entre los libros publicados se encuentran, “Cuentos de la rumia y de la moria” y las novelas, “Las Mujeres Perdidas” y “La Sangre del Oboe”.