El cronista traza con un estilo bastante ameno la situación de los usuarios del ciberespacio, convertidos en hombres postmodernos. Desde la generalización de la tele a mediado del siglo pasado y el surgimiento de Internet, estamos en plena mutación. La tele es un medio para consumir con los ojos cualquier cosa, transmutada en imágenes para no verse a sí mismo. El abuso del ciberespacio puede conducirnos a una vida absurda, evitar el contacto humano y reemplazar lo real por lo virtual. Ya no gozar con el deleite de hojear, palpar las páginas y leer un libro impreso, sino el de leerlo en forma de e-book en una pantalla, por más portátil que sea. Pero el desendenamiento de informaciones a través de la Red resulta fortaleciendo la libertad y, por ende, las soluciones humanitarias y éticas a los graves problemas que asola al mundo.