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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
2/01/2020
Algunas prosas poéticas del Testamento del silencio de Juan Cristóbal

En el orbe entero, escuchamos el grito de centenares de artistas que declaran, como el poeta y escritor peruano Juan Cristóbal, “vivimos conmocionados por el tiempo, en un mundo repleto de mentiras y dolorosas contradicciones, de angustias pobladas por el final del exterminio...” en un testamento, diría yo, manifiesto del silencio, de curiosa poesía, surcada de convicciones vernáculas, que “el hombre es un lobo para el hombre”. Lobo sordo pues no escucha el clamor, y ciego, pues no ve la erosión de los ismos que tanto proclamó el progreso científico y espiritual, desde que comenzó arar en el viento de los siglos. Para Juan Cristóbal en su libro El Testamento del silencio hay un hombre que intenta estar de pie mientras siente remolinos en el aire y empujones de las instituciones en la espalda. Martillos destruyendo pianos de esperanza, en el occipital mientras los sentidos le engatusan, sin realidad. También se engatillan las acciones del verbo tanteando las letras que se le deslizan cuidadosamente, paranoicas en la masa encefálica, no sea que un miedo francotirador lo baje de su corcel existencial, entonces es cuando se le ocurre el fin de sus sentencias, de sus aforismos... El fin de las panaceas, el pesimismo con desparpajo de las escrituras coherentes: Sus pensamientos están ajados como sus esperanzas de bolsillos rotos, en la sociedad "indiferente, apática, pesimista, arrolladora, cínica, consumista, intolerante, fragmentada hasta los huesos purulentos de la estrella, desesperada hasta la infelicidad de los amarillentos y desesperantes girasoles, brutal y delirante hasta el cansancio y los charcos ensangrentados de la culpa” grita en su legado. Hasta aquí el protagonista del silencio pero no silencioso, escribe minucias y virutas para peatones y visitantes sordos aniquilados en la inundación de las sombras urbanas “cuánta oscuridad es hablar y nadie se fije en tus afectos, en la magnitud de tus dolores, en todo el sentimiento que tiene la extinción y el atardecer imposible de tus huellas” remata El testamento del silencio. Legado de soledades y jardines mustios cuando voy rumbo hacia el infierno, a un baile de temibles enmascarados, y no hay vuelta de esquina ni de manzana. Gerardo Luis Rodriguez (Bogotá).

No hay Poeta si el que escribe no está comprometido con el Hombre, eso es comprometido con la Vida. La poesía no pertenece solo al dominio de la Estética. En coincidencia con el pensamiento Heideggeriano, la poesía trae lo esencial para lo posible. Hace a los entes más ente. Hace al hombre vidente, para lo invisible por donde pasa a ciegas cotidianamente. Y Juan Cristóbal escribe su poema desde su tránsito por encima de los escombros de “las calles tumbadas boca abajo”. Calles similares a las que caminamos los que vivimos en un sistema de convivencia apropiador, instrumentalista, con una cotidianeidad utilitaria, que vulnera la subjetividad de los individuos, obnubilándolos con el pensamiento calculador. Esto dice en voz alta Juan Cristóbal… Pero no nombra al poder político y económico, que hace estas ciudades no tan saludables, atravesadas por el dogma… Juan Cristóbal hace Poesía… Y hay que exponerla para que la lean otros transeúntes de estas calles similares. Después el poeta, busca un lugar recóndito, donde se sienta plegado, con sus rodillas sobre el pecho. Habla desde el par contradictorio finito-infinito, que llevamos a cuesta los humanos. El creyente cree escapar de ahí y solo fuga de la existencia. Los ateos lo cargamos, en oposición a la servidumbre y por la Libertad. Juan Cristóbal piensa desde su vejez… Si es vejez los ochenta años. Desde la prosa “catorce”, escribe desde ahí. Habla de él, lo escucho de cerca, sin atravesar su “lugar recóndito”… No habla de “resistencia” ni de “construcción de sentido”. Habla de él… Yo decidí escucharlo… Miguel Montoya (San Juan, Argentina).

Copyright: Juan Cristóbal
acerca del autor
Juan

Juan Cristóbal nació en Lima en 1941. Hizo estudios secundarios en Chosica, ciudad cercana a la capital peruana y en la Universidad de San Marcos. Fue periodista en los suplementos culturales de los principales diarios peruanos. Actualmente es profesor de periodismo y de literatura en diversas universidades de Lima. Ganó el Premio Nacional de Poesía en 1971 y los Juegos Florales de San Marcos en 1973. Publicó varios poemarios, libros de cuento y prosa testimonial. Acaba de publicar un libro polémico “Uchuraccay o el rostro de la barbarie”, recopilación de artículos periodísticos sobre la matanza de ocho periodistas.