Desde hace algún tiempo no hemos leído poemas tan ambiciosos como los de Corina Kerst que, utilizando palabras sencillas dedicadas a una tercera persona enigmática, se elevan a un nivel metafísico. Esa tercera persona podría ser el amado ausente o si nos proyectamos más lejos, una entidad. La sensibilidad de la poeta le hace sentirse como un papel origami convertida en un juguete y con sus versos, presagia su destino inmediato, siente la comba que le aplasta, para transmutarse en otra cosa. En otro poema, evoca los placeres cotidianos y efímeros: el placer de oír la voz de ese ser y concluye que todo terminará en restos de polvo y cenizas. Si se ha inspirado en el amado, Corina Kerst alcanza a sublimar ese amor para darle una connotación inmaterial. Alude que ha juntado un “atado de emociones” y que lo ha envuelto con un collar de margaritas. Estas imágenes nos hacen evocar a los hinduistas ofreciendo collares de flores y dispersando las cenizas de los fallecidos en las aguas del río sagrado, el Ganges.
Corina Kerst nació en Buenos Aires, en 1988. Comenzó sus estudios de sociología en la Universidad de Buenos Aires. En 2010, continuó sus estudios en París, donde los finalizó en la Universidad de la Sorbona en 2011. Residió en la Ciudad Luz durante seis años habiendo comenzado una carrera de educación que la hizo viajar después a Londres, donde reside actualmente.