La juventud de Santiago Gutiérrez Sánchez no es obstáculo para que, desde estas primeras composiciones, podamos apreciar ya más que en germen los elementos que mañana constituirán —muy probablemente— una poética de relevancia. El autor escribe en esta primera etapa de su producción una poesía donde se destaca el choque entre el individuo y el entorno, marco que está expresado como una escenografía de lo sórdido y que se muestra como una entidad amenazante. La amenaza que promete concretar este entorno es la de contaminar definitivamente al sujeto narrante, ya que Gutiérrez Sánchez no nos muestra un yo impoluto, libre de toda mancha —o que sería una candidez imposible de su parte— sino que insinúa que ese sujeto narrante, como parte constitutiva de ese entorno, es un “yo derrotado”, aunque persiste en diferenciarse del fondo atento siempre a engullirlo. El lenguaje empleado para expresar esta pugna es de momento el rasgo más destacado —y destacable— de estos tempranos trabajos poéticos. Un lenguaje que establece una comunicación directa y dramática con el lector, desde sus inicios, es un mérito cabal que nos lleva a pensar en la necesidad de seguir con atención la evolución de este joven y prometedor autor madrileño. Luis Benítez.