El poeta se rebela contra la tradición representada por el “Señor absoluto del lenguaje” y “el creador de lo propio y lo ajeno”. En sus poemas de un estilo directo, sin haberlos hecho pasar por un tamiz formal, está embargado por el sentimiento de revuelta contra el poder absoluto. Su apasionada reivindicación de su especificidad, le hacen huir de las abstracciones estériles, los versículos patriarcales y los lenguajes opresores. Se siente reducido a su pellejo de hombre, despojado de la vetusta dictadura del macho y se refugia en el “canto compasivo de dolores y denuncias”. Termina con un poema dedicado a la piel de luna llena, cuyos versos se refieren a la mujer, reducida al “escandaloso jadeo de [su] identidad desnuda / como hechicera de reconquistas”; es decir, elevada a ser portavoz de la libertad.
Los poemas fueron extraídos de La otra mitad de mi diferencia por Carlos Díaz Chavarría, Editorial Mirambell S.A., San José, Costa Rica, 2012.